Dice Enrique Pinti que "la democracia es como la saliva: todo el mundo la tiene en la boca pero nadie sabe para qué sirve, ni de dónde viene". Ciertamente es una de esas palabras comodín y aparece en todos los discursos solemnes como una permanente referencia a algún tipo de poder inviolable, imbatible e inescrutable.
Si nos ceñimos al vocablo pues tras la aristocracia, el gobierno de los mejores, o nobles, y la plutocracia, el gobierno de los ricos, aparecía en la mítica Grecia la democracia como gobierno del pueblo, si bien para cuando llegó allí ese tal demos era bien poca gente: todos varones, ninguno esclavo ni extranjero, todos propietarios, alfabetizados y bien colocados en la pirámide social. Total que el gobierno del pueblo no ha tenido opciones efectivas hasta mucho después de inventarse la palabra. Y claro, hasta ahora, de aquella manera.
Pero hete aquí que irrumpe el trumpismo, como por arte de zapping cuando ya todos los canales aburrían por igual. Trumpismo, berlusconismo o bolsonarismo, todo saliendo de los mismos televisores convertidos en modernas alcantarillas de pantalla plana y encefalograma por el camino. Y hete aquí que hasta aguantan en el poder, enteritos, cuatro años, sin más desgaste que el de las pocas luces de sus votantes.
Dice Dylan en alguna de sus ya vendidas rimas que "los tiempos están cambiando"... Los tiempos seguramente, pero es que los intermedios ni te cuento: en vez de salir cheerleaders brincando ahora salen chewbaccas cornudos banderola en ristre. Una auténtica locura, pero sin duda, una locura espectacular y por tanto, fácilmente imitable y adaptable. El pedazo de pueblo al que las propias autoridades republicanas y la policía connivente animaron a entrar esta pasada semana al Capitolio es algo más que carne de meme y reenvío, es sobre todo un modelo de peón. Y de peón en un juego, como también decía, en otra canción, Dylan.
Hoy en día, esos pedazos de pueblo están en cada uno de sus países, azuzados por la precariedad creciente y alentados por su chovinismo inflable, y están amenazando, en cada uno de nuestros pueblos, las pequeñas libertades que la democracia occidental presuntamente debería proteger. Quizás el hecho de ver este asalto garrulo y trumpista a una institución nos sirva de vacuna. Pero quizás también venga en dos dosis. Veremos dentro de diez días, cuando acaba el traspaso de las llaves del Despacho Oval. Puede esperarse cualquier sorpresa, dados los precedentes.
Todo ello me ha recordado una imagen de Valdés y Solbes, los pintores de Equipo Crónica, que, claro está, no solamente pintaban americanos, también romanos, hispanos, paganos, cayetanos, etcétera, etcétera (recomiendo encarecidamente toda su obra).
"Pim pam Pop" es, en concreto, un cuadro de 1971. Cumple 50 años y tan fresco. Con el pop pasa un poco lo mismo que con la democracia. Se refieren a lo popular o a un pueblo, pero ¿qué quiere decir popular? ¿qué quiere decir pueblo? Porque a ver... para gustos, colores.
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