Nunca se publicó 'El triángulo que rueda', de Isa Sósceles. Trataba de como un mundo que adoraba el dinero y el crédito fue despertado por las pruebas de astrónomos y de biólogos que demostraban que no, que tampoco, se puede girar alrededor de ello.
Hoy intento esbozar lo mismo en un blog en la web del colectivo Crisi, y copio aquí lo allí escrito.
Hace ahora 30 años se publicaba 'La Tercera Ola', de Alvin Toffler. [enlace a wikipedia y al pdf en Scribd]
Aparte de lo actual que pueda parecer ahora leer a este prospectivista, es natural que encontremos paralelismos con la situación actual. Basta con cambiar o deslocalizar los referentes. De todas formas, no quiero analizar ni la obra ni el autor. Eso ya se viene haciendo desde hace tres décadas, y de manera suficentemente profunda.
Lo que quiero es comentar qué tipo de poso, de idea, me dejó su lectura: de alguna forma su estructuración en tres olas diacrónicas la apliqué a lo que sería un triángulo sincrónico, un triángulo constante, atemporal, sistémico en sí. A ver si me explico... Toffler habla de tres etapas y de cómo es inevitable esta tercera y esta sensación de preguntarnos "¿Estamos muriendo o estamos naciendo?". En cierta medida expone, como Marx, que se trata de una evolución que ha de darse unidireccionalmente, sin regresiones. En parte, en el caso de Toffler, la realidad le da la razón en prácticamente todas las previsiones que hacía entonces.
Pero como digo, esa 'tricotomía' (o dicotomía a tres bandas) no fue lo único que me comunicaba esa lectura. Las tres olas (a grosso modo, sociedad agraria, sociedad industrial, sociedad de la información) pueden ser puestas en paralelo a los tres 'acentos predominantes del poder'. El poder siempre es una conjunción de las tres fuerzas (fuentes) de dominio. En la sociedad agraria y feudal, la fuerza física y la disuasión por via de la represión directamente palpable. En la sociedad 'nacida políticamente en 1789', la fuerza de la acumulación de propiedades, materiales, medios de producción, etc, e incluso virtuales, valores bursátiles, dinero, etc, todo ello hace que se sustituya el creer en un dios por el creer en otro, el capital. En la sociedad de la información, la fuerza de la propia información, el acceso al conocimiento y el control de las vías de su difusión e implementación.
El poder es, como el dios trinitario, algo que se encuentra en el medio de esos tres lados del triángulo. Sencillamente resulta que ese triángulo, diacrónicamente, ha 'rodado' pese a ser triángulo y no rueda. Antes de la revolución francesa el poder disuasorio de la espada y los cañones dominaba tanto el poder burgués acumulador y prestamista como el poder 'informador' de las universidades y los monasterios. Tras la revolución francesa el poder de quienes dominan la posesión de bienes, y que en economías marxistas no dejan de basarse en el aumento de la producción por más que teóricamente añadan la lógica del reparto y la planificación. Y ahora mismo, caídos los ladrillos del muro de Berlín sobre las cabezas del 'segundo mundo' y cayendo, en presente, los ladrillos de Wall Street sobre las cabezas del 'primer mundo' y sobre sus sociedades, solamente se presenta como factible el 'acento de poder' tercero, el de la información, pasando esta por la racionalización, e inevitablemente, por la implementación del decrecimiento, la emancipación respecto al dinero y el crédito, y la no violencia como único modelo sostenible a medio y largo plazo.
De todas formas, no soy tan optimista como para creer que ese giro del poder-dinero al poder-conocimiento sea el único posible. El vértice de poder de quienes dominan banca, haciendas, presupuestos generales de los entes supraestatales, etc... es un vértice de poder que durante todo el crecimiento exponencial del siglo XX se ha sabido servir muy bien de los lados de poder que dan ejércitos (fuerza bruta) e investigadores (fuerza sabia) bajo su hegemonía sistémica. Y pueden modular perfectamente apoyarse más en unos u otros, a su conveniencia. El riesgo está en la apuesta que las oligarquías económicas hagan. Si prefieren la racionalidad, tendrán que aceptar que no hay tal racionalidad en el sistema financiero y que van a salir herejías por doquier durante su proceso de desmoronamiento. Si prefieren la represión, tendrán que dejar en manos de otros, hasta ahora obedientes, una escalada de recorte de libertades que indefectiblemente también genera herejías, aunque sean de otro tipo, en el liberalismo.
Por tanto la única salida positiva es la de apostar por el conocimiento, por el estudio sin tópicos ni tapujos del propio sistema, para así remediar su metástasis autodestructiva. Y eso pasa por la revisión y reformulación radical de su propia historia, tanto en los aspectos nacionales como en los sociales, por otro lado siempre imbricados ambos por formas de dominación transversales. La salida del túnel puede ser, en esa apuesta, la capacidad de virtualización: hay medios para hacerla. Solamente si vemos que los desiertos pueden ajadirnarse y que la vida social y productiva puede desestresarse, las masas aceptarán ese futuro como válido y dejará de ser utópico para pasar a ser realizable. Obviamente no me estoy refiriendo a generar casinos en Los Monegros ni a subir la dosis de 'soma' en la telebasura. Me refiero a procesos mucho más largos en que la ingeniería y la educación estuvieran al servicio de tales procesos, y no a remolque o a rebufo de la debacle producida por la insostenibilidad.
Es un camino muy largo, tremendamente complejo, y aunque inicializable de forma local, solo es implementable de modo global. En un texto es muy difícil visibilizar cuestiones que serían aplicables solo con cuadros cronológicos, cartografías, etc. En todo caso puede hacerse. Para ver lo contrario, un acento en la información orientada al control represivo, ya tenemos la referencia de distopía orwelliana. Se trataría de volver a la utopía primera y traducir, adaptándo muchos siglos después, a una especie de Second (Social and International) Life el libro humanista de Sir Thomas Moore.
Sea como sea, ya se opte, como parece que se opta, por la represión de la herejía y por la santificación de dialécticas de oferta y demanda o de pánico y confianza cíclicas, o bien se opte por prever el mundo postcapitalista posible de forma racional, creo que la obra (y no solo ese tomo) de Toffler sigue siendo un elemento que pone en contacto lo, digamos, soñable, con lo que puede hacerse efectivo: un poder que ponga el acento en el saber y en el saber programar desde el propio poder ese decrecimiento, y no en el propio poder, entendido como propiedad y control.
Según entendí en la rueda de prensa del lunes 16, el plazo que se da a los poderosos para que se planteen que la 'herejía' sincapitalista es la única manera de mantenerse sin derrumbe, es hasta fines de junio. Y solo si hacen oídos sordos y apuestan por más circo y menos pan, cosa harto posible, no nos quedaría más remedio que optar en un segundo 17-s por 'dejar de comulgar' con ruedas de molino. Veremos.
2009/03/23 02:23:00 GMT+1
El triángulo rodante
Escrito por: pakua.2009/03/23 02:23:00 GMT+1
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