Nunca se publicó "El lazarillo de urbes", anónimo, como el de Tormes. Su prólogo, en un papel arrugado y pisoteado, fue barrido en Génova, como tantas otras cosas, tras las cargas policiales en julio de 2001. Decía así:
<< En el principio no fue el caos, fue otra cosa. Fue un diario buscar en el horizonte, un aprender constante de los ciclos naturales, un inventar matices y dibujarlos en nuevas palabras, nuevos gestos. La humanidad nomadeaba en busca de alimentos, de refugios, de mejoras.
Y en el principio todo eso no lo vivieron los pobres, ni tampoco los ricos, porque en el principio esas dos 'especies', sencillamente, no existían. Había días, meses o años de escasez, y había días, meses o años de abundancia. No había civilizaciones porque no había ciudades, pero ya había poblaciones, pues poblar es algo que nunca han dejado de hacer, mujeres y hombres, en la más estrecha colaboración posible.
Llegó el momento de sentar la cabeza -bueno, sentar, sentar, lo que se dice sentar, se sentó el culo, ya- y aparecieron las ciudades y con ellas los almacenes. Y entonces, en previsión de escaseces, se acumularon allí las abundancias. Y se cagó el invento y entonces, sí, ya fue un poco el principio del caos.
Hasta entonces, pues, ni ricos ni pobres. Pero desde entonces, ya ves, planificadores y planificados... Castas, guardianes de las puertas de los almacenes, filas de gente llevando el excedente dentro, colas de la misma gente esperando fuera su parte del reparto. Y poco a poco, unos pocos controlando lo que 'sobraba' y otros muchos dependiendo de lo que les 'faltaba'.
Hay una frase bíblica, aquella del 'siempre habrá pobres', que podía haberse respondido con un poco piadoso '...pero no siempre los hubo'. Hasta que no se acumuló excedente, no hubo carencia, en todo caso era escasez. Hasta que no se cerró a cal y canto la abundancia, no hubo lujo, ni avaricia, ni especulación, ni usura, ni tantas y tantas cosas que el resto de los seres vivos aún no pueden poner ni en palabras ni en su animal ánimo.
Aquellos primeros planificadores devinieron en los primeros oligarcas, y desde entonces, la civilización ha extendido en los pueblos una cegadora mentira: si quieres, puedes. Puedes pedirlo, sería lo cierto. Y pueden no dártelo, que es lo que suele pasar. Incluso pueden darte algo que no pedías, pero que te va a entretener una barbaridad. Incluso pueden vendértelo más barato que lo que pedías y seguirás necesitando, pero que ya no verás, entretenido, cegado.
Aquellos primeros listillos guíaban las ciudades hacia terrenos incluso moralmente recalificables de la misma manera que los poderosos hoy deciden con qué vara de medir se miden cada uno de los pasos que puedan darse, desde los de los peregrinos astronautas hasta los de los niños futboleros en las favelas.
Entiendo que el anarquismo es la loable pretensión de volver al principio, huyendo del caos de este mundo contra natura de riquezas y pobrezas. Entiendo que la izquierda debería ser solamente la pretensión política de planificar para un reparto justo, que no dependiese de la caridad de quien puede regalar unas migajas. Y entiendo que algo -no alguien sino algo- debería haber que hiciera de lazarillo sin el riesgo de caer en la picaresca.
Ese algo no sería televisado en las cadenas generalistas. Debería ser desde una emisora pirata y que la pudiéramos sintonizar y ver incluso los ciegos, los miopes, los tuertos, los reyes, los magos,... Pero como escribió alguien : "Un terremoto solo parece verdadero cuando la televisión cae del estante". Y hasta entonces, y mientras tanto... >>
2006/11/15 02:15:00 GMT+1
El lazarillo de urbes
Escrito por: pakua.2006/11/15 02:15:00 GMT+1
Etiquetas:
evangelios
planeta
izquierda
perspectivas
anarquismo
nunca-publicado
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
Comentar