Cinco trillones de palabras. Una red de redes enredándose y expandiéndose a la vez. Etiquetas, pestañas, tablas, directorios, enlaces, categorías, sistemas, contraseñas, registros, conexiones, retroalimentaciones, intervenciones, versiones, actualizaciones...
En este video, fugazmente, se recoje el titular de un artículo escrito hace casi trece años: Internet? Bah!. en el que parecía exagerado el pensar que la novedad fuera a llegar muy lejos.
En aquel entonces trabajaba yo en una feria de libros. Una noche se me ocurrió pensar en cómo definir -valga la paradoja- el infinito. Imaginé por un momento la suma de todas las letras de todas las palabras de todos los párrafos de todas las páginas de todos los libros de todas las secciones de la feria. Imaginé también que cada una de esas letras fuera un astro del universo -de ese universo fugaz, de quita y pon, que es una exposición de libros- y entonces pensé: 'pues el infinito debe ser eso, o si no, al menos, como eso'. Millones de letras, más o menos juntas o distantes.
Hoy pienso que cada letra que aparece, una tras otra, mientras escribo, sigue en un suma y sigue sin fin y sin objetivo dado, gota a gota. O mejor dicho, en términos binarios, gota a seco, uno a cero, sí o no, simple o mágico, dulce o agrio, anónimo y censo, día y noche, conectado o no, leyendo y siendo leído -mucho o poco, da igual, pero goteando-, parpadeante el router y casi como entre zombi y vivo.
Llega otro lunes al sol, a la sombra de un infinito desorden, y me veo buscando la esencia de mi pregunta hoy... de tal desorden -personal e intransferible-, el ordenador... ¿es la causa o es la solución? Me respondo que ambas cosas. Ceros y unos. Impresión y expresión.
Otrosí: En el principio parece ser que no fue el caos, sino el Tohuvabohuo
Seguiremos informando.
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