Nunca se publicó "El Principiante", ensayo sobre política y diplomacia escrito en época barroca por Nick O'Last McClever, un cortesano que medró en las proximidades de Carlos II y que en sus últimos años fue anacoreta y residente en una aldea de verdes prados de la Frisia danesa. De ahí que su manuscrito no pasara por las de Gutenberg y se quedara en fajo de papeles que alguna carcoma al final se come.
De cinco partes constaba el recetario. La primera, De cómo tratar con los soberanos. En ella recordaba que el soberano, es ante todo, y como su raiz encasta, lo superior. Por tanto, había que tratarlo como dios. Como dios de dioses, incluso. La segunda, De cómo tratar con los superiores inferiores al soberano. Era un compendio de técnicas lameculistas, en resumen. Marqueses, barones, condesas, duquesas. Todos y todas, lamibles amablemente. La tercera, De cómo tratar a los iguales. En ella se recreaba en jugosas anécdotas de su relación con aquellos cortesanos y aquellas cortesanas que, como él, nunca fueron más que 'los de quita y pon', los acompañantes, usufructuarios del bienestar a la sombra de títulos de otros. La cuarta parte, De cómo tratar a los inferiores, recogía consejos sobre la manera de dirigirse a los sirvientes ya fuera intramuros del palacio o en sus jardines.
La quinta y última es la que hoy viene al caso. Hasta ahí era un tratado sobre diferentes tratos -valga la redundunda- pero lo era solamente hasta ahí, pues la quinta parte la titulaba De cómo evitar contactos con el vulgo. La quinta y última es la que parece ser que nunca leyó el presidente italiano Silvio Berlusconi.
Buscando ni se sabe bien qué -¿quizás algún otro pleito?-, confiado dentro de su nube de guardaespaldas, se enfrentó a unos opositores que le lanzaron gritos de 'dimisión' y 'payaso'. Con la de locos agresivos que hay sueltos por el vulgo mundo, bajar al suelo desde el podio conllevaba un riesgo. Parece que esta vez no lo supo medir. Ni supo verlo venir. Y ¡ouch!
Tras el catedralazo -que pese a ser catedralazo, pues el objeto fue una catedral en mineral miniatura, no apunta a una presunta relación del suceso con la Iglesia- pudo comprobarse que una mejilla puede perder abruptamente tanto el maquillaje como el fruto de varias operaciones dermoestéticas. Obviamente no era momento para poner la otra, así que se retiró. Pero se retiró momentáneamente, desde luego: no es que el caso sea de dimisión, como los opositores le pedían pocos minutos antes.
Y todo por un error que podría considerarse de principiante.
La reflexión que me ha venido a la cabeza hoy viendo en kiosko.net que protagonizaba casi todas las portadas es que los controladores de la prensa, por otro lado, deben experimentar una excepcional y extraña sensación: acostumbran a hacer ver el rojo de la sangre en las portadas -eso ya hace tiempo que vende los periódicos a kilos-, pero lo 'normal' es que sea sangre de personas 'desconocidas'. Debe ser la excepción que confirma la regla.
2009/12/14 23:50:00 GMT+1
Berl...ouch!...coni
Escrito por: pakua.2009/12/14 23:50:00 GMT+1
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