Este disco estaba incluido en la sección de Discos de recopilación de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: Seguro que te has sentido alguna vez atraído por una música de la que no conocías nada. Habías oído algo de música brasileña, o de jazz, o de música griega, pero no sabías por donde empezar. Aquí hay algunas sugerencias para encontrar esa puerta, sólo tienes que empujarla y entrar... estás en tu casa.
Melissa Walker, Dusko Goykovich, Gust William Tsilis, Kevin Mahogany, Chet Baker, Bennie Wallace, Abdullah Ibrahim... El disco es interesantísmo -elegante, tranquilo, casi nocturno- y la grabación espléndida. Pero no son ésas las únicas virtudes de este producto. Otra, y nada desdeñable, es que incluye un catálogo completo de 135 páginas de las grabaciones del sello alemán Enja, que Resistencia ha empezado a distribuir en España. Enja se dedica fundamentalmente al jazz, pero no le hace ascos a los blues, ni al godspel, ni a diversas y muy interesantes músicas del mundo: africana, asiática, brasileña, centroeuropea... El catálogo, que reproduce las portadas y ficha detallada de cada uno de los discos del sello, es una valiosa introducción a muchos compositores e intérpretes poco o nada escuchados por estos pagos. De los discos del catálogo que ya están en los estantes de las tiendas españolas del ramo, he escuchado The Satchmo Legacy, de Benny Bailey, la Litania Sibilante, de la Italian Instabile Orchestra, el Cherry, de la Josh Roseman Unit y el Thorn de Antonio Farao, además de la compilación que da pie a esta reseña. Producción de calidad (¡a no confundir con aburrida!).
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace pocos años de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: No todos los "clásicos" tienen que pasar la prueba del carbono 14. Aquí tienes unas cuantas pruebas.
Ignoro cuántos años llevará James Taylor en esto, pero supongo que todos. Lo recuerdo de cuando era joven (yo), endulzándonos las veladas más íntimas con su You've Got A Friend, compuesto en realidad por Carole Klein (a) King, y con su compañera de entonces, Carly Simon, haciendo los coros. Por esa canción le dieron su primer premio Grammy, creo que en 1970. Un par de años antes había estado en Inglaterra, donde consiguió que Paul McCartney escuchara algunas de sus creaciones y le ofreciera un contrato con Apple Records. La colaboración, por lo que parece, no fue más allá.
De aquellos tiempos datan algunas de sus piezas más memorables, como Carolina In My Mind y Something In The Way She Moves.
Que treinta y tantos tacos después no sólo esté vivo, sino que incluso componga e interprete con excelente maña, y que hasta exhiba ideas nuevas y frescas, tiene su aquél. El tipo está tan bien conservado (incluso contando con las trampas: el adecuado corte de las fotos, los coquetos sombreros destinados a ocultar la calva y el tinte de pelo), que no sólo toca la guitarra y el piano, sino también un poco las narices. Es casi la imagen de lo políticamente correcto en versión liberal norteamericana, haciendo amable pandilla con Joni Mitchell, Bonnie Raitt, Linda Ronstadt, Graham Nash, David Crosby, Mark Knopfler y Paul Simon, con todas y todos los cuales ha colaborado (y de todas y todos los cuales es amigo).
Dicho así, parecería que no me gusta. Pero quiá: me encanta. Es puta envidia.
Esta producción -la primera que saca a la calle en los últimos cuatro años- demuestra que tiene cuerda para rato. Cual esponja, sigue absorbiendo las influencias más diversas (latinas, particularmente, pero no sólo) y convirtiéndolas en materia de enseñanza primaria para su propia escuela. Destacan del cedé, para mi gusto, el tema que da título al conjunto, October Road, con la guitarra de Ry Cooder haciendo travesuras -Taylor se ha llevado otro Grammy por él-, y el medio himno Belfast To Boston, reclamando paz para el Ulster.
La titulada Limited Edition que yo he comprado en Bilbao -y que no tengo ni idea de lo limited que será realmente- incluye otro cedé, éste de regalo, de 14' de duración, con tres piezas suplementarias: una nueva versión de su archipremiado Don't Let Me Be Lonely Tonight, con Michael Becker, una colaboración (para mí desconocida) con el siempre brillante Mark O'Connor (Benjamin) y otra copia del escuchadísimo Sailing To Philadelihia de Mark Knopfler, con Taylor en el papel estelar.
El diseño del tríptico es de un buen gusto que te cagas.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos horteras, ¿algún problema? de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: ¿Qué pasa, qué no hay discos horteras que sean buenos? ¿Dónde pondríamos si no el "ESP" de los Bee Gees, o cualquiera de los Pet Shop Boys? Nadie en su sano juicio diría que son discos malos... bueno, siempre que ese alguien tuviera el mismo gusto que el coordinador de estas páginas de música.
Detrás de la imagen de macarras, estereotipada según conveniencias múltiples, se encuentran en este grupo alemán razones musicales más que sólidas para considerarlo una gran banda de rock.
La fusión de la música rock y la música clásica tiene en este CD un referente de alta calidad. Este trabajo incluye el himno de la Expo Hannover 2000 y varios de los temas más clásicos del grupo alemán (precisamente de Hannover). "Rock you like an hurricane" resulta ser un ejercicio híbrido con la contundencia de las guitarras eléctricas y la cadencia efectiva de los violines. La balada "Still loving you" es otro de los puntos álgidos en esa mezcolanza de acordes y armonías que trenza una senda de sensaciones radicalmente opuestas.
El austríaco Christian Knolovits se encarga de ser el puente entre los dos polos musicales. Sus arreglos son especialmente acertados en "Crossfire", donde el nacimiento de "Midnight in Moscow" desemboca en un rugido de descargas eléctricas firmadas por Schenker y Jabbs.
Scorpions siempre ha sido una banda conocida, al margen de su militancia en el Hard Rock, por sus baladas ("Still loving you", "Holiday", "Wind of Change", etc). Quizá les empujase definitivamente a convertir este viejo sueño en realidad su actuación junto a Rostropovitch en Berlín en la celebración del décimo aniversario de la caída del Muro. Su Wind of Change es un himno apropiado para tal ocasión.
"Moment of Glory" incluye la música ideal para hacer que un funambulista pierda el equilibrio. El romance imposible entre la música culta y elitista y la impulsiva música heavy genera un cruce de caminos que te invita a seguir cualquiera de los trazados, colocándote ante una difícil elección. Supongo que para muchos similar al ejercicio de creerme o no.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace pocos años de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: No todos los "clásicos" tienen que pasar la prueba del carbono 14. Aquí tienes unas cuantas pruebas.
No hacía falta ser un fanático de los títulos de crédito para saber que Ennio Morricone no era sólo el autor de las celebérrimas bandas sonoras de los espaguetti-western de Sergio Leone; que también se había lucido, y cuanto, como compositor en películas bastante menos taquilleras como Sacco y Vanzetti, La batalla de Argel o Cinema Paradiso. Pero tal vez sí convenía que el propio Morricone reuniera a un espléndido cuarteto (piano, flauta, violoncelo y viola), arropándolo ocasionalmente con dos orquestas tan sólidas como la de la Accademia Musicale Italiana y la Roma Sinfonietta, para hacernos ver -perdón: oír- que sus composiciones tienen una calidad y una capacidad de transmisión emocional de primera. Dejo mi propio rollo y os recomiendo la lectura del de Sergio Miceli que he adjuntado, rescatándolo del libreto del propio disco.
Fuera de todo lo cual, nada como sentarse, meter este CD en un buen equipo de música y dejarse envolver. Es casi una hora de música inolvidable.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace algunos años más de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: Hay discos publicados hace pocos días que suenan infinitamente más antiguos que estos. La edad no estropea los buenos discos, al contrario, los rejuvenece.
Lo que presento hoy a vuestra consideración es, desde luego, una pieza de coleccionista. Más que nada para que sepáis que existe. Y para que, si por venturoso azar os lo topárais un día en una tienda de viejo, lo pilléis a escape. A mí me lo prestó Gabriel Albiac y me apresuré a convertirlo en CD. El LP tiene dos partes. En la primera, George Martin nos cuenta cómo se gestó Strawberry Fields Forever. Incluye la primera versión acústica de Lennon y luego, a lo largo de cinco cortes, las sucesivas modificaciones que fue experimentando, hasta convertirse en la pieza que conocemos. El proceso de arreglo -en el que la participación del propio Martin es, una vez más, decisiva- resulta apasionante. La segunda cara recoge tomas inéditas de I'm Only Sleeping y While My Guitar Gently Weeps, de Harrison, la grabación del fondo de Hey Jude, una versión alternativa de Revolution y dos piezas raras: un tirando a hortera Not Guilty, de Harrison, y una broma navideña larguísima, titulada Christmas Time Is Here Again. Todos los temas pertenecen a la etapa psicodélica de The Beatles (1966-1968). El sonido es bastante malo, pero qué más da.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace algunos años más de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: Hay discos publicados hace pocos días que suenan infinitamente más antiguos que estos. La edad no estropea los buenos discos, al contrario, los rejuvenece.
Leo Kottke, que se las da de estar como un cencerro -y que en buena parte seguro que lo está, porque de lo contrario no pondría tanto empeño en parecerlo- es uno de los instrumentistas de cuerda más reputados del folk norteamericano. Iconoclasta de vocación, lo mismo folkloriza una pieza de Bach -mientras comenta que el viejo pelucas tuvo muchos hijos porque "no dejaba quieto el órgano"-, que recupera canciones amerindias, que nos deja con la boca abierta demostrando las increíbles posibilidades que tienen una guitarra, un banjo o una mandolina cuando caen en manos tan expertas como las suyas. Además, de vez en cuando, hasta canta. Con una voz tan heterodoxa pero tan experimentada como las de Woody Guthrie o Bob Dylan, o sea, como un estupendo cascajo. Hacedme caso: no tendréis una buena discoteca de folk anglosajón mientras no incluyáis en ella algo de Kottke. El CD que os propongo recoge, como su nombre indica, lo esencial de su producción hasta 1991. Bueno para iniciarse en las delicias musicales de este fantástico pirado. Podéis obtener más información sobre su larga trayectoria y su extensa producción en su página web
Este disco estaba incluido en la sección de Discos únicos de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: Quién no conoce un disco maravilloso de un grupo del que no se volvió a hablar? Hay discos que por si solos justifican la existencia de sus compositores... pero desgraciadamente sólo ese disco les salió redondo.
En el centro del escenario aparecía caracterizado como Jean Valjean, el luchador infatigable de la obra de Víctor Hugo, "Los Miserables". Su imponente voz suponía un lujo en uno de los musicales más importantes de todos los tiempos. Pedro Ample tomó también su apellido artístico de un personaje del escritor francés. Su vida musical refleja inconformismo, innovación, precocidad, rebelión. Sería un buen integrante del foro de esta página, porque a fin de cuentas este MÚSICO, con mayúsculas, no ha querido nunca pasar por el aro. "Teatro, circo y variedades" es un descubrimiento de espíritus híbridos. Pedro Ruy Blas , además de poseer una voz cargada de lujo, es un excelente percusionista y, en este disco queda demostrado, un compositor capaz de transmitir en sus letras los mismos pensamientos y sentimientos de la cotidianidad y de las refelexiones más íntimas. Una cuidada instrumentación, ritmos variados que comprenden desde el bolero a los talantes musicales más africanos, pero sobre todo una voz. Por encima de todo, una voz. El tema "A los que hirió el amor" fue un éxito hace más de dos décadas. Después de navegar sin rumbo fijo en la aldea global de la música, después de interpretar en pequeños cafés junto a sus amigos y seguidores lo mejor de Dinah Washington, Frank Sinatra y otras leyendas del Jazz, legando en el camino su trabajo de fusión jazz-flamenco, Pedro Ruy Blas deja con este disco más una pieza musical para escuchar mientras muere la última vela.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace algunos años más de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: Hay discos publicados hace pocos días que suenan infinitamente más antiguos que estos. La edad no estropea los buenos discos, al contrario, los rejuvenece.
Allá por el año 93 tuve noticias de la existencia de un combo argentino que hacía una propuesta muy refrescante de ska y rock. Se les puede englobar dentro de esa etiqueta llamada "rock latino". Hay gente que se mosquea con las etiquetas. Pero, luego, todos queremos clasificar a los grupos para saber qué hacen. Eso es una etiqueta. No se trata de sacralizar nada. Y, con permiso de Jaime Urrutia de Gabinete Caligari, el cual se mea de risa cada vez que alguien habla de "rock latino" ("¿desde cuando los romanos hacían rock?", yo, le seguiré llamando "rock latino".
Bueno, no pretendo sentar cátedra, pero el caso es que estaba yo tan pancho en el año 1993 hasta que un día descubrí a esta multibanda argentina y este pegadizo y tremendo trabajo llamado "El león". Por aquel entonces, el grupo apenas era conocido en este lado del Atlántico. Entonces, la famosa etiqueta de "rock latino" no vendía "ni flowers". Gasa lanzó este disco en España y se consiguió que el disco se vendiera, como las buenas películas, mediante el "boca a oído".
Hoy en día hablar de Los Fabulosos Cadillacs es citar a una macrobanda archipopular entre los aficionados al rock en español. Incluso, algunos les acusan de comportarse como estrellas. Eso sí, su música ha crecido, ha evolucionado.
En "El león" hay temas como "Carnaval toda la vida", la historia de "Manuel Santillán, el león" y "Gitana" (con la participación del acordeonista Flaco Giménez). Una tremenda versión del tema "Desapariciones" de Rubén Blades: ya saben, como decían los argentinos de Todos Tus Muertos, "Argentina te asesina". "Arde Buenos Aires", una canción de rock and roll, fiesta y hostias con la "pasma". "Venganza", con aquello de "No basta sólo con una vida / para odiarte como yo te pude amar".
También es recomendable, puesto que nos permite seguir la evolución de la banda entre 1987-1995, el doble recopilatorio "20 grandes éxitos". Eso sí, presentación austera, sobria, hasta pobre.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace pocos años de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: No todos los "clásicos" tienen que pasar la prueba del carbono 14. Aquí tienes unas cuantas pruebas.
Son palabras mayores, y sería pretensión absurda tratar de comentar en detalle el contenido de estos cuatro cedés de quitarse el sombrero. Sólo puedo deciros que se trata de una inteligentísima antología de cuatro décadas de folk británico (o de habla inglesa, si se quiere, porque hay varios irlandeses y algún yanqui). Para los que ya sepáis algo de la materia, me limitaré a citaros algunos de los nombres presentes: Pentangle, John Renbourn, Shirley Collins, Davy Graham, Dubliners, Ian Cambell, Maddy Prior, Mary Black, Dolores Kean, Billy Bragg, Martin Carthy... Para los neófitos interesados, diré que tenéis aquí una ocasión magnífica de acercaros a un género inteligente, crítico y honesto como pocos. La sombra de Ewan McColl, Woody Guthrie, Pete Seeger y demás pioneros del folk anglosajón planea sobre los cuatro cedés sin llegar nunca a apresarlos en la nostalgia. Hay tradición bien entendida y hay innovación en las dosis adecuadas.
Entre las muchas ventajas que tiene esta caja está la de proporcionar un amplio folleto, excelentemente diseñado, que sitúa perfectamente a los intérpretes, da noticia de las canciones y reseña todos y cada uno de los discos, individuales o colectivos, a los que pertenecen.
No soy por lo general nada forofo de las antologías y compilaciones -prefiero los discos enteros-, pero en este caso estoy perfectamente dispuesto a hacer una excepción.
Supongo que sobrará decir que la caja no la regalan. Es un producto caro, aunque no tanto si se cuenta con que uno no compra un disco, sino cuatro. En todo caso, estoy seguro de que, si un sábado os váis a cenar por ahí con vuestra media naranja y os metéis luego en un cine, no os gastáis mucho menos. Y el domingo sólo tendréis, como mucho, un buen recuerdo. Con esta Acoustic Folk Box os quedará mucho más, y para toda la vida.
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace pocos años de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así: No todos los "clásicos" tienen que pasar la prueba del carbono 14. Aquí tienes unas cuantas pruebas.
La historia de Eva Cassidy se cuenta pronto. Demasiado. Nació en 1963 en Oxon Hill, en el estado de Washington (EUA). Mostró precoces dotes musicales. Para los 9 años ya cantaba temas de Bob Dylan, Pete Seeger y Buffy St. Marie, y tocaba a la guitarra piezas del repertorio folk y de jazz. Pero era enfermizamente tímida, lo que la alejaba de los escenarios. Al final aceptó subirse a algunos, pero sin gran entusiasmo: prefería los locales pequeños en donde podía cantar y tocar casi en la intimidad. Logró un cierto reconocimiento en círculos musicales restringidos y grabó tres discos para sellos independientes. Murió de cáncer con 33 años.
Pero hete aquí que en 1998 un sello independiente edita un disco póstumo suyo, Eva by Heart, que incluye una canción titulada Songbird. Y, para sorpresa de todos, Songbird sube como la espuma en las listas. Se edita una selección de su obra -el cedé que da pie a este comentario- y se convierte en disco de oro en los EUA y en Australia y alcanza el número 1 en las listas del Reino Unido e Irlanda. Jamás la producción de un sello independiente había llegado tan arriba.
¿Qué tiene Songbird? ¿Qué tiene Eva Cassidy? «Va directamente al corazón. Es un desafío al cinismo» (The Sunday Times), «Eva Cassidy podría envolver cualquier tipo de música popular norteamericana -folk, jazz, blues- con un pedazo de sí misma» (The Times), «Estaba dotada de una voz trasparentemente hermosa» (The Guardian), «Tiene una de esas voces que te atraviesan el corazón» (BBC), «Hay una delicadeza vulnerable en su estilo; un toque fácil y elegante» (Billboard). Cassidy no tenía un género al que asimilarse: cantaba lo que le gustaba, y le gustaba el folk, el blues, el jazz... No componía. Como mucho, hacía arreglos de temas tradicionales. Songbird -la canción que da título al disco- es una composición de Christine McVie (Fleetwood Mac), en el disco hay un tema de Sting (Fields of Gold, «Una impresionante versión», según Paul McCartney), otro de Pete Seeger (Oh Had I A Golden Thread)... y hasta los celebérrimos Over The Rainbow, de «El Mago de Oz», y Les feuilles mortes, de Jacques Prevert, que se alternan con temas tradicionales, algunos tan sólidos como el Wayfaring Stranger de la Gran Depresión.
En suma: un gusto mélodico tan indiscutible como ecléctico.
¿Entonces? ¿Dónde está el secreto? En la voz. Una voz sencilla que rezuma honestidad, limpia hasta lo cristalino, ni una pizca amanerada, emocionante. Me saldría decir que anacrónica, y hay quien lo ha dicho («Si Eva Cassidy hubiera grabado en cualquier tiempo antes de los Beatles y Dylan, habría estado entre las cantantes más grandes del siglo XX»: palabras de Mojo). Pero, ¿cómo calificar de anacrónica una voz que ha alcanzado en 2001 dos discos de oro y dos números 1 en las listas de éxitos más disputadas del planeta?