Harmonia Mundi France, 1990
3 CDs 3h40'32
Este disco estaba incluido en la sección de Discos de hace algunos años más de la anterior página web de Javier Ortiz (2000-2005), cuya cabecera decía así:
Hay discos publicados hace pocos días que suenan infinitamente más antiguos que estos. La edad no estropea los buenos discos, al contrario, los rejuvenece.
No deja de ser un atrevimiento por mi parte adentrarme en el "proceloso" mundo de la música culta. Aunque sé seguro que saldré escaldado con alguna pulla de un purista en busca de notoriedad, me arriesgaré para sacar del gueto en que quieren mantener esta maravilla gentes que se creen por encima del resto. Lo que aquí os presento es un compendio de canciones recogidas en los Carmina Burana. Si hemos de fiarnos de mi memoria, y de las enseñanzas de un maravilloso programa que tenía José Carlos Cabello en Radio 2 hace diez años, los Carmina son cancioneros latinos recopilados por un monje alemán de la Edad Media -de Buren, de ahí lo de Burana-. El término ‘carmina' se correspondería a nuestra ‘cantiga', pero los temas tratados son más populares y profanos que los de nuestro "rey sabio". Versan sobre la vida de los goliardos, que debían ser los bohemios y ‘hippies' de la época. Si escuchamos los tres volúmenes que están recogidos en esta grabación, tenemos desde las melodías que luego se "hicieron" celtas -mucho habría que hablar de la pureza musical de los "descendientes" de Cuchulain-, hasta pequeños trozos de caos y estridencia más propios de la época que la pomposa música que en este siglo popularizó Carl Orff ("Carmina Burana", 1937). Escuchar a René Clemencic es una delicia, yo tuve el privilegio de verlo hace unos años, en Aranjuez, en uno de los mejores conciertos de música antigua a los que he asistido. Los instrumentos son de época (lo digo como descripción, no como condición imprescindible: Glenn Gould tocaba un señor piano y nadie echaba en falta el clavecín). El cuidado de la caja es exquisito, como ya nos tiene acostumbrados la división francesa de Harmonia Mundi.
No puedo acabar esta crónica sin contar como llegó hasta a mi este disco. A la vuelta de un eterno e infumable examen de física cuántica de cinco horas -materia que olvidé en menos tiempo que lo que duró el examen-, encontré encima de mi mesa esta maravilla. Una muy buena amiga me lo había comprado y lo había hecho llegar hasta allí. De eso hace ya unos cuantos años, pero como no podía ser menos, sigo teniendo trato casi diario con esa amiga, hay gente de la que no conviene alejarse mucho.
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