Capitol Records, 2006
Este Black Cadillac es probablemente el trabajo más acabado de la ya larga y fructífera carrera de Rosanne Cash. La cantautora escribió las doce canciones que lo integran en los dos años a lo largo de los cuales se produjeron los sucesivos fallecimientos de su padre, Johnny Cash (que la llamaba «Cerebro»), de su madrastra, June Carter Cash y de su madre, Vivian Liberto Cash. Black Cadillac no es un trabajo conmovedor sólo por las circunstancias en las que fue realizado, sino también por la emocionada lucidez con la que Rosanne examina su propia experiencia familiar y artística. Combina con singular habilidad el impresionante legado musical de los Cash-Carter, más presente que nunca en su obra, y el impulso renovado de sus exploraciones como compositora y letrista. Es admirable cómo funde el conjunto para lograr que la indagación en sus propias emociones trascienda el ámbito íntimo y privado y cobre un sentido reconociblemente colectivo.
Rosanne Cash, a la que siempre he considerado una especie de Leonard Cohen en mujer por la atmósfera brumosa y fascinante que crea en sus canciones, es muy poco conocida en España. En Estados Unidos es otra cosa. Aunque nunca ha estado en la cumbre del star system –ni ganas–, a lo largo de sus ya casi 30 años de carrera ha ganado varios premios Grammy y ha colocado hasta once canciones en el número 1 de las listas especializadas de la revista Billboard. Este mismo año, la Asociación de la Música Americana la ha seleccionado por dos conceptos para sus premios anuales: como «Artista del Año» y como «Canción del Año» (la que da título al disco).
Por razones familiares, suele incluírsela en el ámbito de la música country, aunque en la práctica ésa sea sólo una de sus múltiples fuentes de inspiración. (También lo es para Leonard Cohen, al que nadie catalogaría, creo yo, como cantautor country.)
El título Black Cadillac («Cadillac negro») hace referencia, como supongo habréis imaginado, al típico coche mortuorio estadounidense. Pero no deduzcáis de ello que se trata de un disco llorón. Rosanne Cash se retrata melancólica, sin duda, pero también a veces enrabietada, otras perpleja, otras simplemente descriptiva, en un esfuerzo por tomar algo de distancia con respecto al sinsentido de la vida y de la muerte. El resultado es como ella misma: inteligente, original y rebelde.
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