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2006/05/21 15:05:9.594000 GMT+2

Timofónica

La batería de mi  móvil dijo basta. Necesitaba hablar con varias personas, pero mi teléfono estaba a la espera de un trasplante   energético. Bien es sabido que la energía ni se crea ni se destruye, sino que  sólo se  transforma.

Hacía tiempo que no recurría al curioso servicio de las cabinas telefónicas, pero ésa era mi única solución. Me acerqué con desconfianza a una de esas dichosas máquinas. Recordaba aún los tiempos en que se tragaban las monedas sin que pudieras decir ni pío. También me vino a la cabeza esa manga ancha que le concedieron siempre ministerios de todos los colores, permitiendo a sus creadores (para regocijo de los accionistas de Teleafónica)  dotarlas de una capacidad monumental para engullir las devoluciones y mirar para otro lado sin pestañear. Me explico: introducías 100 pesetas, tu llamada costaba 28, pero el engendro azulón se tragaba las otras 72 por la jeta. Y las quejas, al maestro armero. Cosas del monopolio, o del tontopolio.

El caso es que, como decía, acudí soliviantado en busca de la ayuda de una cabina. Introduje una moneda de un euro y esperé el tono de llamada. Fue en vano. Tuve mala suerte; esa cabina había fallecido. Caminé unos doscientos metros y repetí la operación en otra cabina. Naranjas de la china. No funcionaba. Y así, repetí el inútil protocolo  en  nueve cabinas distintas. Teleafónica se había hecho acreedora del universal apodo con que se la conoce en medio mundo: Timofónica. Coño, si no funcionan, una de dos, o que las arreglen, o que las quiten.

Le importamos un bledo. Es tan sencillo como eso. Ya no importa si garantizan que nos podamos comunicar, lo que debería ser su máxima. Parece que lo único que importa es que Fernando Alonso pegue cuatro bailes y nos venda la moto en campañas machaconas. O lo que se tercie.

 Es lógico, estas cosas pasan cuando en los negocios meten mano los compañeros de escuela de los presidentes del Gobierno. La herencia es comprensible. 

Hasta hoy daba por cierto eso de que la energía ni se crea ni se destruye, sino que se sólo transforma. Pero les puedo garantizar que el cabreo que me invadió haciendo el pringao de cabina en cabina creó -sí, creo- energía suficiente como para destruir cien cabinas. Acabo de mandar a hacer gárgaras la primera ley de la Termodinámica, lo sé. Pero el mérito no es mío.

Escrito por: marat.2006/05/21 15:05:9.594000 GMT+2
Etiquetas: telefónica teléfono gobierno | Permalink | Comentarios (2) | Referencias (0)

Comentarios

Yo también estoy harta de Fernando Alonso. No hay anuncio suyo que yo pueda ver sin arder en cólera... y encima Timofónica, haciendo de las suyas.

Escrito por: Belén.2006/05/22 14:23:46.042000 GMT+2

¿Y qué cosas véis en la tele? No tengo ni idea de quién es ese tal Alonso, lo juro. Me parece que lo higiénico es que si no se quiere ver algo, pues no se ve, que no hay obligación de mirar a los televisores. Probad y ya me diréis. ¿Telefónica? ¡Puaf!

Escrito por: Manolo.2006/05/22 17:45:28.039000 GMT+2

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