José María Aznar podría pasar por mosca cojonera, pero le falta caché. Anda medio escuchimizado, ojeroso, desgastado, con cara de mala leche, dando brincos de conferencia en conferencia, de lobby en lobby, embolsándose las “perras” y vomitando tropezones de liberalismo a ultranza, que es su tarjeta de presentación multiusos. Camina en su pasarela mental, con esa mirada petrificada, casi siniestra desprestigiando a España por todos los rincones del planeta. Aznar se ha escapado de su cuerpo y desde fuera se ve a sí mismo proyectado como un salvapatrias. Aznar no cabe en su propio cuerpo.
Después de negar el cambio climático, aplicando y sacando brillo y jugo a sus enormes conocimientos en la materia, ha decidido pregonar dicharachero, medio bailando conga, la necesidad de flexibilizar el despido... aún más. Debe de ser que Aznar no contempla suficiente contorsionismo en la pérdida de derechos de los trabajadores, que por perder, cada vez más, acaban perdiendo hasta el empleo, después de que a muchos les hayan robado la dignidad.
El ex vicepresidente del gobierno español farfulla malhumorado que los parados están demasiado protegidos, que el intervencionismo no ayuda a superar la crisis. Lo que busca el hombre triste del bigote es llevar el liberalismo a su máxima expresión. Dice que él si sabe cómo salir de la crisis. Este capitalismo machacón que da de comer a Aznar, que le llena la boca y los bolsillos, mantiene a 2.000 millones de personas sin acceso a agua potable, asegura los privilegios de unos pocos frente a las miserias y los apuros de la mayoría. El sueño político y económico de Aznar gasta, depaupera, lesiona, agota, malversa, hiere, daña, arrincona, viola, agrede…
Aznar y su sombra luchan por terminar con el Estado proteccionista, con el Estado que asegura los subsidios a los desempleados. Lo pide un ex presidente del Gobierno que recibirá, por tal condición, una paga vitalicia, una hucha en forma de cerdito –como no podía ser de otra forma- que le llenaremos los españoles mientras siga con vida. Lo pide un señor al que es de suponer que también le pagamos su servicio de escoltas, su seguridad. ¿Por qué no renuncia Aznar a esa paga y es coherente con sus mamarrachadas? La respuesta está clara: el envanecido y envalentonado Ánsar es un pozo de contradicciones, un agujero negro en la Historia de España, una lamentable realidad.
La España que sufre a Aznar no será un país democráticamente maduro hasta que coloque en su sitio al nefasto político que veía armas de destrucción masiva en todas partes menos donde más había: en sus propias ideas.
Comentarios
un abrazo y una fregona
Escrito por: basatxoria.2009/05/08 09:34:37.082000 GMT+2