La televisión agita su melena al viento y nieva caspa. El enfermo no es imaginario, ni hay hipocondría que valga: es el sistema inmunoilógico el que está tarumba. Las defensas se comen los órganos y han empezado por el cerebro, templo maldito sin visitantes. Nada detiene ya el avance del imperio catódico, y del chismorreo hemos pasado a la exposición de las vísceras, de lo rosa al lado más putrefacto del Pantone. Que cada cual elija los tonos. La menopausia se adelanta a la pubertad. La metáfora es un soldado de plomo cayendo en arenas movedizas.
La caja tonta es ahora gilipollas, y los presuntos debates se alejan de la clave para ser un circo que cambia de atracción al ritmo de las redes sociales. Los desinformadores oficiales se regodean en el pluriempleo y en la alucinación colectiva que cree que los sapos pueden formar un coro de esclavos como el de Nabucco. La intelectualidad ha dado paso al exhibicionismo; la razón al vociferio; la dialéctica al escupitajo; el pensamiento al exabrupto; y el diálogo al monólogo de algo que dicen que es humor. A la audiencia se la aleja de la Ciencia, se la martillea con zarandajas y medias tintas. Se la sumerge en pozos de infamia. Se la reboza en absurdos perennes. Se la salpimenta con silicona, botox y cirugías del incordio y del miocardio. Darwin llora el triunfo del involucionismo.
Estalla la ovación; el regidor cae rendido de estrés. El guion es la pantomima inmortal, estrella de la noche. Al saber le han puesto un marcapasos porque se temen lo peor. En la sala de Urgencias, el devoto es televisado: es juez y parte; observador y observado. Permanece lánguido y derrotadosobre una camilla de cristal blindado. En un último intento, se incorpora súbitamente, aplaude como fuera de sí, sonríe. De repente, todo su rostro muestra un tono rosáceo. Era su última voluntad. El médico certifica su fallecimiento. Una mueca menos en el revólver del share. Por la megafonía del hospital suena la voz de Bertín Osborne interpretando una versión de The Show Must Go On por rancheras.
El telespectador era donante de órganos. Su alma mariloniana desembarcará pronto en el Nuevo Mundo de otra vida, garantizando la perpetuación de la especie. Nadie osará a cambiar de canal.
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