"Mucho ruso en Rusia", decía el hoy desaparecido Eugenio, envuelto en el luto de su habitual vestimenta tan poco festiva. "Muy buena la ensaladilla rusa". Se trataba de un chiste.
La candidata a Miss España, algo temblorosa ante la presencia de las cámaras y de una prole de mujeres estiradas hasta la saciedad (todas ellas en el jurado), respondió a la pregunta (¿Qué me puede decir de mi país?) del embajador ruso en España con una profunda reflexión: "Rusia ... hum... un país muy bonito... y los rusos... hum... los rusos son muy buena gente". Sí, los que enterraron a Nicolás II fueron unos pedazos de pan, que no veas. Bueno, al menos no le salió al diplomático ruso con lo de los polvorones. Algo es algo.
Las galas de Miss España constituyen todo un bazar de sorpresas. El pasado año una periodista se metió en la final y se armó la marimorena. Verla desfilar era ciertamente llamativo por lo mal que lo hacía (imagine durante un instante -no es recomendable más tiempo- una danza del vientre protagonizada por nuestra ministra de Asuntos Exteriores, jovial y alegre ella ante "el descenso del petróleo" (sic) ).
Durante aquellos días, en España se habló de lo relativamente sencillo que era contar en casa con una miss, con la ayuda de un talón y una desvergüenza a prueba de regateos. El pasado fin de semana Telecinco emitió en directo una nueva edición del concurso, un desfile anodino, absurdo, machista y pretencioso en el que se supone que se decide quién es la mujer más guapa de España. "Muy buenos los filetes rusos".
Jóvenes mostradas en un catálogo aberrante, sonrisas huecas, zancadas inacabables, medidas anunciadas como si del pedigrí se tratase. Muy de Shakespeare, me dijo un amigo. Puede que exista una relación microscópica o remota con el genio inglés, pero, por ahora, la experiencia real nos cambia el "ser o no ser" por un "estar en el candelabro o no estar en el candelabro".
"Mucho ruso en Rusia".
Comentar