Me encantaría presentarle al diputado Zaplana a la señora Vergüenza. Para que la conociera, más que nada. El ex ministro aznarista es un personaje de Valle-Inclán, un tipo repeinado con pinta de señorito andaluz o, cuando menos, de torero de los años 50. Una especie de Morenito de Cartagena. El Niño del Vectra, mismamente. O Paquetito de Aznares, que queda como más de mística (de Terra Mística). Desde luego que lo que está sucediendo en el Partido Popular es de ruedo, de corrales, de tendido, oiga. El espectáculo, el barullo y la milonga que tienen montada en la Derecha es de escándalo y vergüenza ajena. Uno ya no sabe si está viendo en la pequeña pantalla a la derecha rancia de toda la vida o a los payasos de la tele en plena función. Sus señorías, Rajoy mediante -aunque parece que el gallego gira y gira como una peonza entre los gritos de Acebes, las ocurrencias de Zaplanator y la maldad política de la Espe-, están convirtiendo el escenario político en un teatro de la comedia. Y ya se pueden imaginar dónde tienen los diputados y asambleístas del PP la gracia y las dotes teatrales. Pues eso, resposando en los escaños.
Ahora, los populares ponen el grito en el cielo, piden la cabeza de Alonso y reprueban a Manuel Marín, que mandó a Martínez Pujalte a hacer puñetas, con el reglamento de la Cámara en la mano, eso sí. Lo de este Pujalte es ya de tesis, de expediente X, de CSI, de la CIA, la TIA, el KGB y el Palmar de Troya. Es el paradigma de diputado que parece tomarse a chufla su trabajo. Es como una especie de Sazatornil, pero sin las tablas artísticas del original, o sea, es como un personaje mal interpretado, como la sombra de una parodia. Es un ladrillo, y el Congreso un escaparate en peligro. No sé si me explico.
Nunca el chotis de sus señorías se ha bailado tan espantosamente. Entre los Zaplanas y los Pujaltes van a terminar tranformando el Congreso en un circo romano. Por tener, ya tienen hasta los leones. Y poniendo la guinda, en las cercanías, una baronesa dispuesta a subirse a los árboles.
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