La tele de Marat

Ha dicho el periodista Arcadi Espada que el principal mal del periodismo es la dejadez. Discrepo. En todo caso,  ése sería el mal de los periodistas y, de cualquier forma, ésa sería una consecuencia de los principales males de la profesión periodística. Hay demasiados como para recluirlos en este breve apunte sin pretensiones de traspasar las lindes del  ensayo. El principal mal del periodismo es su vinculación a la limpieza de mentes. El efecto de aclarado que logra, a modo de lavadora, consiste en eliminar las manchas. Para ello se utilizan detergentes propagandísticos de diversa índole. La sustancia quitamanchas sirve a los intereses de los grandes capitales. Para poner en marcha un medio de comunicación que llegue a una audiencia mediana necesitas bien una gran inversión,  bien una licencia gubernamental, con lo que el supuesto terreno fértil de la información y de la opinión queda reservado a los grandes terratenientes. Es, a fin de cuentas,  un latifundio. Y a los periodistas se les permite cultivar pequeñas parcelas tras abonar el diezmo y otros impuestos morales, impuestos mortales para la información veraz.

Naturalmente que sobreviven pequeños informadores y opinantes ajenos al feudalismo o capitalismo mutante. Les vale con su pequeño huerto.  Pueden subsistir gracias a  la militancia de aquellos que nadan contracorriente.  Ellos constituyen su público. Son manchas que “no salen”. Para esos eternos escépticos discrepantes no vale el lema de “el frotar se va a acabar”.

El principal mal del periodismo no es la dejadez, sino su sentido en un sistema como éste. Yo ya hace tiempo que elegí mi epitafio como periodista. El huerto no fue bien.