La tele de Marat

Comienzo hoy una serie de mini relatos que provocarán incredulidad en unos, asco en otros,  e indiferencia en los de más allá. Son reales como la vida misma. No hay ficción, metáfora, sueño o invención. Los hechos que relataré de forma minimalista se han vivido entre las cuatro paredes morales de esta tierra que se cobija bajo la denominación de España.

Capitulo I: El profesor cabrón

La acción transcure en Madrid, un mes de junio de un año de pleno siglo XXI, en una Facultad, lugar donde se concentran futuros becarios, o sea, mano de obra barata para la chusma empresarial. Un estudiante acude al despacho de un  profesor  en plena época de exámenes.

-Hola, buenas tardes, mire, vengo a pedirle... es que... mire, mi padre acaba de fallecer y yo venía a pedirle que me retrasara el examen. Comprenda que en esta situación... Si fuera posible que me dejara unos días. Ya sabe, los trámites...

-Nada, nada, usted no se preocupe, que seguro que en septiembre no se vuelve a morir su padre.

Es autora de frases tan gratificantes como  "Zapatero tiene que tener cuidado, porque igual que un atentado le subió al poder, otro le puede bajar" o “"Esto no es un socialismo, esto es la vergüenza mayor que le puede pasar a la expresión de un partido socialista" (en esta última no se refería al episodio de los GAL durante el mandato de González).

Se trata de la aún socialista Gotzone Mora, que  ha vuelto  a copar estos días los titulares de  esos  medios de comunicación que tienen por costumbre crear portavoces según sus conveniencias editoriales y/o empresariales, lo que viene a ser lo mismo. 

"Exijo al PSOE, como amenazada de ETA, que pare este proceso que no nos conduce hacia la paz, sino hacia la sumisión a lo que la banda exige", ha dicho recientemente. Comprendo lo que puede pasar por la cabeza de alguien que ha figurado en una lista de los objetivos de ETA. Doy por seguro que yo tendría mucho miedo. Mucho. Pero mi condición de víctima no convertiría mis ideas en verdades absolutas. No sé si la aún socialista Gotzone Mora se ha planteado que son muchas las víctimas de ETA que sí  quieren que el Gobierno haga todo lo posible para que   el proceso de paz culmine con éxito. Seguro que sí, aunque esos medios de comunicación que frecuenta la propia Gotzone Mora no  se interesen ni lo más mínimo por recoger sus impresiones, fundamentalmente porque no interesan. Pues bien, se pongan como se pongan, la palabra de Gotzone Mora no es ni más ni menos que eso, una simple palabra en un océano de palabras. Y llevar a la práctica todo lo que ella dice sería lo mismo que pretender meter la mano en el Océano Atlántico todos los días en diferentes puntos y sacar las mismas gotas de agua. 

Cuenta Alejandro Gándara en su blog “El Escorpión” que el rey de España fuma en el curro (bueno, más o menos; quiero decir, suponiendo que lo que hace su graciosa majestad pueda ser considerado un trabajo). Gándara lo cuenta así: “Y aquí viene el dato, la información periodística propiamente dicha: el Rey se largó un puro y los camareros invitaban a cigarrillos en cajita de plata . ¿Pero no estábamos en las dependencias de una institución, para más señas perteneciente a Patrimonio Nacional, ni siquiera a la Casa Real? No quiero ser crítico con la Corona, pero a mí no me dejan fumar en el trabajo y al Rey, sí”.

Juan Carlos I no es el único que fuma cuando y donde le viene en gana (a ver quién es el guapo que le susurra lo que dice  la ley). Directores generales, empresarios de postín y directivos rebosantes de soberbia y vanidad se pasan la prohibición por el forro. En otras palabras: hacen lo que les sale de los mismísimos. Para que luego saquemos brillo a eso de que “todos los españoles somos iguales ante la ley”.

Reconocer que en un día como hoy siento nostalgia sería un anacronismo en sí mismo, con pareado ideológico incluido. Sin embargo, cuando menos, me invade un halo de duda. Me pregunto qué habría sido de España si se hubiera llevado a cabo el cambio general  que proponía la II República nacida hace ahora 75 años. El sueño fue efimero. El progreso fue boicoteado desde las alas. Y, finalmente, como no podía ser de otra manera, quienes estaban acostumbrados al poder hicieron lo posible por seguir manteniéndolo. Eso es lo más triste en un día como hoy. Ser consciente de que al final las cosas siempre salen mal. 

Por una vez,  y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo en parte  con Mariano Rajoy. ¿Ein? Lo primero que he hecho al advertirlo ha sido llamar al hospital. Al otro lado del teléfono me ha atendido un médico.  Pero el tipo se ha puesto muy borde y me ha colgado el teléfono sin decirme si era necesaria una cura de urgencia o acudir al servicio de toxicología.

Mariano considera que el nombramiento de Rubalcaba es una "equivocación", porque "hay muchos puntos oscuros en su biografía" y "no es una persona de la que el PP se fíe".

Coincido en lo de los puntos oscuros y en lo de no fiarse del nuevo ministro del Interior. Ahora bien, otra cosa es que el nombramiento sea un error. 

Y bien pensado, para ese puesto quizá sea necesario algo de oscuridad y generar desconfianza. Además, lo peor que puede ocurrir es que sea tan malo como Corcuera o como  Mayor Oreja. Peor es imposible. O eso creo yo.¿Ein, Mariano? 

En las noticias de Telecinco priman últimamente las   informaciones superficiales y disecadas. La selección de noticias resulta rocambolesca. Pero la guinda al pastel es la información deportiva. Ni pío sobre el Barça-Benfica que se está jugando (cuartos de final de la UEFA Champions League); ni pío sobre la Euroliga de baloncesto (con tres equipos españoles buscando una plaza en la Final Four (coña de anglicismos, oiga), ni pío de fútbol (deporte de masas, opio del pueblo, deporte rey, o lo que uno prefiera...)... Nada, la información deportiva del telediario de maese Piqueras se limita a vendernos el campeonato de España de GP2.  O sea, una fiesta de rugidos del motor con los yogurines de los monopolazas, los futuros aspirantes a convetirse en Fernanditos Alonso. Fiestecilla que (oh, la la) curiosamente televisará la cadena del cinco. 

Y eso que Piqueras se iba a limitar a dar noticias. Ya escribí hace algunos días que, más bien,  en estos tiempos que corren para el periodismo, el secreto del éxito  residía en no darlas. Y eso en Telecinco lo bordan. Aunque ni siquiera en eso son originales.

Hace muchos años que me niego a acudir a Marbella en verano. Ante cada propuesta -y no han sido pocas en los últimos años-  mi respuesta ha sido siempre la misma: "No, que me voy a poner de mala h...".

Desde los tiempos infames de Gil hasta hoy (y probablemente desde mucho antes) algo olía a podrido en Marbella. Han abundado en esta localidad malagueña las actitudes chulescas de algunos polis con complejo de Rambo. Ha brotado con naturalidad allí el clasismo frenético de la chusma que chorrea dinero y glamour. Se han convertido en una tradición local  las visitas de los jeques, o lo que demonios sean esos tiparracos que vomitan pasta en los platos y en las panderetas de algunos del lugar. Por el circo marbellí han desfilado chulos de la política y del folclore patrio, mercenarios de la política, trepas, mafiosos, sicarios  del urbanismo, toda clase de depredadores capitalistas.  

 Ya cuesta creer que hubiera alguien allí que no se oliera esto. Puede que la explicación la tenga el "mal del Guerra", patología que padeciera en su día el que fuera vicepresidente del gobierno socialista de los ochenta, aquella serpiente venenosa -dialécticamente hablando; toma redundancia- que supo por la prensa del repentino enriquecimiento de su "enmano", un señor calvete, de nutrida y esponjosa barba y gafas oscuras.

Lo peor de todo es tener la sospecha de que Marbella no es una excepción. Lo pésimo, saber que tarde o temprano dejarán de tirar de la manta por temor a "llegar demasiado alto".

Algunas almas en pena sacamos a pasear nuestras críticas en la red, en las páginas de los periódicos o a través de las ondas. Nuestra salud casi nunca lo agradece. Luchamos contra la realidad y contra el conformismo inmortal, representado masiva y poderosamente en los últimos tramos de la pirámide. Abundan los que se alegran de haberse conocido a sí mismos o bien de figurar en la foto junto a la folclórica de turno o al concejal "gominas", de porte chulesco y maneras soberbias. Aplauden al paso de las comitivas, gimen, deliran por una mirada, por una palmadita, por  un saludo.

Ahora todos ponen cara de sorpresa. "Joder,  la que tenían preparada en  Marbella", dicen aparentemente compungidos.  Que vayan con el cuento a otra parte. A lo mejor a Saramago le da por escribir un ensayo sobre la sordera que lo explique todo. Pero mientras tanto, el que tenga oídos, que oiga.

Lo peor de un tonto es que no sabe que es tonto.

En Telemadrid juegan al forofismo barato antes del Barça-Madrid. El presentador de la previa se despide dando paso a la transmisión del encuentro con una estupidez de órdago: "Yo no les digo nada, pero hay que estar mal de la cabeza para perderse el clásico".

Cuestiones básicas (sin resolver hasta la fecha):

1. ¿De dónde los saca Telemadrid?

2. ¿Lo fichará la COPE?

3. ¿No hay nadie que le ponga  a este tío a contar estrellitas de mar en el Océano Pacífico?

4. ¿Verá este presentador el clásico?

Descafeinada -como no podía ser de otra forma- entrevista de Pedro Piqueras a Rodríguez Zapatero. El director de Informativos Telecinco no dio muestras de padecer el  síndrome Urdaci, pero aun así  hubo pasteleo del bueno. Es el precio  que hay que pagar por este tipo de entrevistas. Allá con quien quiera aceptar el peaje.

El vals se cerró con el entrevistador pidiéndole al presidente del Gobierno que transmitiese un mensaje a los españoles ante al largo proceso que se espera antes del definitivo cese de la lucha  armada de ETA. ZP pronunció una de las frases más impactantes que le recuerdo -lo que tampoco dice mucho, así , sin más, acostumbrado como estoy a aspavientos dialécticos sin ton ni son por parte del presi-. Pero en esa frase iba resumida la historia  de España desde 1975 hasta nuestros días. Confieso que nunca antes un político había sido tan certero como preciso.

"Hay que tener confianza. Esta democracia ha ganado todos los retos desde que nos han dejado ser libres".

Aún sigo dándole vueltas.  

Acabo de recibir unos cuantos correos electrónicos recriminándome  el trasfondo de un artículo que escribí hace más de un año y en el que arremetía contra la legión de pelotas que acuden a jugar al pádel para deleite de sus jefes. Algunos aficionados a este deporte se han exaltado conmigo. Creo que se saltaron esta frase: "Una prole de aspirantes y trepas de guante blanco y aliento sucio se confunden con los verdaderos deportistas aficionados a este deporte..."

Parece que en un foro de padeleros están que trinan por el artículo de marras. Algunos han considerado que el  pobre Javier Ortiz es el autor de la cosa y  lo están poniendo a parir sin quererlo ni beberlo. Han puesto una foto suya y le dedican  todo tipo de carantoñas. "No tiene pinta de deportista", dice alguien seguramente con facultades de fisonomista.  

En las  misivas que me llegan  me tachan de "amargado", "racista", "neurótico cultural" y un largo rosario de lindezas, encajadas todas con asombro y resignación. No es nada nuevo, estoy acostumbrado a que me llamen fascista, rojo de mierda, arrogante, cultureta, prepotente, facha, etarra, sociata capullo...

   Confieso que no entiendo absolutamente nada, aunque acepto sin pestañear que soy un amargado, eso sí. Por eso me han venido bien estos agresivos correos; exactamente igual que esos calificativos con que me adornan quienes no comparten mis criterios, mis ideas o mis exposiciones. Digo que me han venido bien porque me  endulzan  los días. Se trata de una mera cuestión antropológica.   

He contestado amablemente, con tanto decoro como sarcasmo cada impulsivo correo. Pero no creo que deba seguir restando esos agresivos servicios.  Estoy por anunciar una tregua, pero eso no suele funcionar con quien tiene ganas de guerra. No sé si me explico.