2003/04/23 09:00:00 GMT+2
"Póngame cuarto y mitad de entrevista, que llegan las elecciones y la cosa está mu malita", se oyó. TVEVB (*) preparó el interrogatorio con pleitesía y algo de servilismo. No podía esperarse gran cosa, resulta obvio, pero el baño de fragancias que se dio Aznar el lunes en la tele de todos fue la releche.
Empezó el show con una rápida visita guiada a Mesopotamia. "Después de esta intervención el mundo es más seguro", dijo el presidente con ese acento tejano que se reserva para los momentos trascendentales. Sí, el mundo será más seguro, pero 122 personas murieron en las "seguras" carreteras españolas durante la pasada Semana Santa. El mundo será más seguro, pero cada cuatro segundos un ser humano se convierte en cadáver por inanición. El mundo será más seguro, pero la criminalidad crece en la capital de España. El mundo será más seguro, pero nadie sabe dónde están Ben Laden y Sadam. El mundo será más seguro, pero la amenaza de ETA sigue estando presente. El mundo será más seguro, pero debe ser en casa de los Aznar.
"Nuestra seguridad ha sido salvaguardada. Los intereses de España han sido bien defendidos", prosigue Aznar. Las preguntas no le inquietan. Son caricias. Y si alguna no le gusta, pues no la responde, sin más.
"Ahora lo que hace falta es que la estabilidad en la zona (Irak) sea una estabilidad general", afirma. Sí, lo que verdaderamente hace falta es agua y alimentos. Irak vive cualquier cosa menos estabilidad. Los chiíes se manifiestan en contra de la ocupación estadounidense, y las mafias son las grandes beneficiadas en un mercado tan negro como el futuro de este Irak liberado.
"No puede haber estados que tengan vinculaciones con el terrorismo, como es el caso de Irak. (...) Estamos descubriendo muchas cosas en Irak. No se ha hecho más que empezar. Estamos absolutamente convencidos que (sic) esas armas, que existen, acabarán apareciendo", dijo Aznar. No vendría mal que el presidente del Gobierno nos aclarase a los españoles cuáles son esas vinculaciones y esas conexiones. Quizá los entrevistadores del banquete en TVEVB lo tengan muy claro, pero somos millones los que desconocemos esos datos. Bueno, para ser sincero, Baltasar Magro le dijo que esas vinculaciones no son tan patentes. Aznar salió por peteneras: "Lo que yo he insistido mucho (sic) es que el terrorismo en nuestra principal amenaza. Un país como España no puede ser insensible a eso". Y tan campante. Ni que decir tiene que el periodista no volvió a repetir la pregunta.
Después, lo previsible, el guión al pie de la letra: Arzalluz, Ibarretxe, los socialistas, los comunistas, las nubes negras del horizonte económico (Urdaci dixit)...
Lo mejor, el final. Épico, trascendente, noble, perspicaz, demoledor, rotundo, magnífico, sobrio. Urdaci le dice que cómo lleva ese proyecto de no presentarse -¿proyecto?- a las próximas Elecciones Generales, y Aznar responde: "Confío en España y confío en los españoles". ¡Toma ya! Sí, está claro que confía en los españoles. En todos, menos en los nacionalistas vascos, los nacionalistas catalanes, los socialistas, los comunistas...
Dicen que en La Moncloa están descolgando los cuadros de Carlos IV, Cánovas y Castelar, y que en su lugar están poniendo los de George Washington, Jefferson y Bush. ¿Acabaremos poniendo en los billetes de Euro "In God We Trust"?
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(*) TVEVB: siglas de Televisión Española Va Bien.
Escrito por: Marat.2003/04/23 09:00:00 GMT+2
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2003/04/23 08:30:00 GMT+2
La televisión se convierte en ocasiones en una pecera donde se mueven sin descanso llamativos peces de colores. Mientras el pasado sábado Zidane y Luis Enrique se decían en la oreja cuánto se querían el uno al otro, Makelele le tiraba de los pelos a Motta, Pujol se graduaba en arte dramático, y Gabri, Raúl, Bonano, Hierro y otros feriantes se comportaban como cualquiera de los extras de una peli de piratas. Todos completaban una versión libre del anuncio de Pepsi, con muchas burbujas y poca ficción. El Bernabéu se convirtió en el salvaje Oeste, con mucha mayor fidelidad ambiental que en el anuncio de la bebida gaseosa, y con un sheriff timorato, huidizo y desmemoriado, incapaz de reconocer tras la gresca quién fue quién y quién hizo qué.
Mientras en un rebaño se acordaban de la ascendencia del azulgrana Luis Enrique, en la Ciudad Condal en más de un gallinero hacían los propio con la de Ronaldo y la de Figo. Cada afición mostraba sus colores; cada peña degustaba la tortilla y la empanada cocinadas para la ocasión. Otra peña, la que acude al palco del estadio madridista, envuelta en opulencia, beatitud e insolencia pasiva, degustaba los canapés y se prodigaba en tertulias de comisiones, bombones marbellíes y recomendaciones para los hijos de terceros. Una corte de pelotas persigue al presidente blanco con reverencias dogmáticas en busca de su favor. Fervor a cambio de favor.
Al tiempo, en un museo viviente de la rareza, se expone una peña única en su especie. Está formada por un nutrido grupo de idealistas, de conquistadores que aún buscan la Atlántida. Parecen salidos de un misterioso meteorito recién llegado a la Tierra. Están viendo el Madrid-Barça y no les importa demasiado qué equipo gane. No festejan especialmente el gol de Ronaldo, y permanecen impávidos ante el de Luis Enrique. Les da igual. Les importa un pito, nunca mejor dicho, porque ellos forman una peña, la peña del árbitro que sopla el pito para poner orden entre los millonarios del calzón corto. Cambian los gritos contra Luis Enrique o Figo por un "Tú, tranquilo, no te compliques" o un "Muy bien, muy bien, es fuera de juego, muy bien, acertaste, sigue así". Verlo para creerlo. Lo vemos y lo creemos porque nos lo muestra la televisión. Igual la cosa se extiende y dentro de unos meses nos podemos abonar a Teleárbitro. Por eso la tele es como una pecera, una pequeña muestra de los misterios del fondo del mar, una pequeña muestra de la naturaleza humana con todas sus extrañezas.
Escrito por: Marat.2003/04/23 08:30:00 GMT+2
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2003/04/23 08:00:00 GMT+2
En un ejercicio endógamo-antropofágico, las televisiones se han puesto de acuerdo en robarse las imágenes más llamativas, deslumbrantes, repugnantes e insidiosas; han convenido en tomar las unas de las otras todo aquello que resulte desagradable, sorprendente, insultante o desternillante. Se junta todo en un frasco, se remueve y se sirve en copa bajo un formato colorista, para goce de los adictos. Así, los espectadores más inquietos, aquellos que gustan del zapeo más rudimentario, pueden ver esas impactantes imágenes cinco o seis veces por semana. La mezcla es explosiva. Lo mismo da mostrar al niño iraquí sin brazos, seguido del beso de Tamara con un peluquero, que la reproducción de la rata congoleña en noches de luna llena en años bisiestos, seguida de dos niños mexicanos que bailan en un plató hasta marearse y dar con sus testas en el suelo. Se puede presenciar el último error de un presentador del telediario, o el gallinero de turno de cualquier seudo debate del paleolítico televisivo. Sí, uno se queda de piedra.
Este regusto por la reiteración es tan conformista como rentable. El programa cuesta dos duros -me niego a decir seis céntimos de euro-, y está hecho de retales de infamia, insultos, tirones de pelo, eructos, gansadas, Dinios, Pocholos, bidés, Yolas y chascarrillos. Imágenes morbosas sazonan este revuelto de calamidades ajenas y propias deparando un guiso que es devorado por los aduladores de esta prole convertida ya en secta religiosa. Los teleadictos aceleran el proceso de destrucción de sus neuronas. Las envían al frente, a primera línea de combate. No podrán decir que ellos no enviaron sus naves (neuronas) a luchar contra los elementos. El Réquiem propone una sintonía acorde para despedir a todas las que murieron en el combate a manos de los programadores, de los anuncios de perfumes, de las series indefinibles, de los telefilmes irreales basados en hechos reales...
Estas moviolas del esperpento diario redundan en la desesperación de quienes aún confían en encontrar en el televisor historias formativas o educativas, tramas inteligentes, guiones verosímiles, interpretaciones decentes, debates sugerentes, historias creíbles. Lo que se constata es que el morbo nos devuelve a la caverna. Y no precisamente a la del mito platónico, sino a Atapuerca. ¡Y pensar que somos el Homo sapiens!
Escrito por: Marat.2003/04/23 08:00:00 GMT+2
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2003/04/16 08:00:00 GMT+2
(Semana I después de ver "Ana y los siete")
Ser crítico con esta televisión de pandereta y pachanga eterna me resulta tan imprescindible como respirar. Pero este ejercicio de masoquismo es voluntario. Nadie me obliga a sentarme ante el televisor y sufrir. Bueno, miento, nadie me obligaba. No tiene uno bastante con la exposición diaria ante el aparato, que en el Metro de Madrid han florecido cientos de pantallas con la excusa de entretener a los viajeros, pero con la vista empresarial puesta en los beneficios que procura la publicidad.
Cientos de miles de viajeros deambulan como zombis en el suburbano madrileño. La tensión se palpa en el ambiente cada mañana. También la tensión, y un hedor espontáneo que puede amargarle a uno el viaje cuando menos se lo espera. "Esto no me lo olía yo", te dices. ¡Pero vaya si lo hueles!
Broncas a diario, empujones, pisotones, apretones, andenes repletos de nómadas aún medio dormidos. Colecciones de personajes de novela; amigos que ríen con un ejército de decibelios asaltando la solemnidad del viajero; caballeros que giran el cuello, emulando a la niña del exorcista ante el paso raudo y veloz de una joven con un pantalón ajustado; la chica que pasa rauda y veloz con un pantalón ajustado imitando en su caminar las convulsiones de la niña del exorcista; la niña del exorcista que se queda mirando a los caballeros que giran el cuello y a la joven del pantalón ajustado... Y, por si fuera poco, la tele. Una tele que escupe imágenes y ruido, mucho ruido. Las noticias llevan música y subtítulos; a veces, una voz en off, pero no se ve a periodistas en ninguna imagen. Puede que se trate de un ensayo. Lo próximo será recrear el rostro de un presentador, sí, un periodista virtual, como muchos de los contratos de los jóvenes redactores recién aterrizados en esta vorágine.
Una empresa filial del grupo Dragados se encarga del negocio. ¡Tele gratis!, se dirán algunos. Sí, como esos periódicos que te regalan a la entrada de algunas estaciones. ¿Periódicos? Hojas de anuncios con teletipos, más bien. Tele gratis, periódicos gratuitos. ¡Qué bello es vivir! ¡Qué gozada dejarse caer por el Metro! "Es uno de los mejores del mundo", se tiraba el moco Ruiz Gallardón recientemente. ¡Claro, como para ponerse a comprobarlo!
Al viajero se lo toma como un homo spectator. La empresa de las pantallas ingresará por esa posibilidad de que cada usuario escuche o mire esa pantalla traicionera que llama la atención con música chirriante.
Se acercan las Elecciones Municipales y Autonómicas. Veremos en la tele del Metro los rostros de esos seres que nos suplican nuestro voto mintiéndonos como bellacos, prometiéndonos deducciones, diversiones, subvenciones, inversiones...
Aristóteles dijo que el hombre era un animal político, pero la tele nos devuelve otra versión: el político es un animal. Para comprobarlo basta con asistir a la verbena de cualquier pleno del Congreso, donde neftalíes, pujaltes, calderas y demás especies de la fauna racional dan piruetas sin descanso con una dialéctica suburbana, como el Metro de Gallardón. Estos figurines de la política han logrado parecerse cada día más al Club de la comedia. 5 políticos.com. Y Labordeta sería ese espectador airado, que en el andén del Metro se encara con la pantalla, le da dos voces consiguiendo llamar la atención del resto de los viajeros.
Cámaras de seguridad, máquinas expendedoras de billetes, cajeros de bancos, pantallas de televisión con programaciones en bucles inmortales; Orwell recorriendo los túneles del tiempo en los túneles del Metro.
Y Labordeta sería ese espectador airado: ¡A la mierda, joder!
Escrito por: Marat.2003/04/16 08:00:00 GMT+2
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2003/04/10 09:00:00 GMT+2
Esta agonía va a alargarse. TVE no es puntual. El periódico dice que la serie de Ana Obregón (joder, en la que me estoy metiendo) empieza a las 22 horas. Ya son las malditas 22 horas, y están echando anuncios. Me venden la película de Harry Potter, unas pizzas (gracias, pero ya he cenado); ropa deportiva (esto debe ser publicidad selectiva, porque conocen mi sedentarismo rampante); me invitan a irme a Asturias en un anuncio en el que han matado de cansancio a un perro con el dichoso palito, lanzándoselo de un lado a otro como posesos. Vale, ahora lavadoras (¿y qué hago con la que tengo?); gotas para los ojos, pañales (espero no volver a llevarlos nunca); galletas con chocolate (una desconcertante acidez ataca mis tripas, no sé si es el anuncio de las galletas o los nervios de la cita). Ahora caramelos, libros de bolsillo, yogures con bífidus activo; más yogures; un coche, un disco patrocinado por una petrolera... ¡Y la información meteorológica! ¡Ahora el del tiempo! ¡Toma isobaras para la espera!
Me preparo otra tila.
Se acabó, llegó el momento... ¡Más anuncios! ¡Más anuncios! Otra vez el disco patrocinado por la empresa de carburantes. Ahora crema y productos dermocapilares.
Ya está, ya está. "Ana y los siete". Diez minutos de serie y vuelta a los "consejos publicitarios". Esta vez me ofrecen una guía de carreteras (tendré que sacarme el carné de conducir); una revista del corazón; una hipoteca (ahora sólo me falta el piso); un concurso de mensajitos del móvil; gafas de sol (todos los años cambian la moda, ¡serán capullos!); cremas antiarrugas (sus mu...); cerveza (vaya, ahora que me había levantado a por el yogur con bífidus activo); crema para la piel; una crema para la vagina; pasta precocinada; arroz (vuelta a la acidez); otro coche; más pizza; ¡otro coche! Ahora, nada, una montaña rusa de un parque de atracciones... ¡Qué cosita más mona! Una colección de piedras preciosas con su correspondiente fascículo, que termina en culo, como todo el mundo sabe. ¡Más yogures! (¿es una tomadura de pelo?); un musical. De nuevo las gafas de sol y antes de volver a ver a Ana... ¿Lo adivináis? Y-o-g-u-r-e-s. Sí.
La tila se me ha enfriado. ¿Y la serie? Iba a decir que la idea, el concepto, el argumento, la escenificación, todo, absolutamente todo es infantil. Pero seamos justos, ¿qué culpa tendrán los niños?
Y encima el yogur me ha sentado como un rayo. Serán los bífidus y la madre que los parió.
Escrito por: Marat.2003/04/10 09:00:00 GMT+2
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2003/04/10 08:00:00 GMT+2
La cita es a las 22 horas. Es un reto más que una cita. Un momento cumbre en la vida de un crítico. Como diría Jesulín: "No sé, es como un toro, ¿no?". Así es. Los nervios se funden con la fría intranquilidad; una sonrisa de angustia decora mi rostro desajustado; la indecisión devora lo cotidiano de cada noche. Ahora o nunca, pienso. Estoy hecho un flan. Me preparo una tila, no quiero saber nada de otros medios o métodos para decelerar esta arritmia cobarde. Estoy presa del pánico. Comienzo a sudar. No es para tanto, procuro tranquilizarme con monólogos rebozados en falsedades. Sé que me enfrento a un elemento peligroso, a algo duro, difícil. No hay piedad, parece decirme el maldito eco de lo desconocido. ¿Quién me manda a mí?, me repito una y otra vez. ¿Y si mañana le escribo a Javier y le digo que se me estropeó el televisor? Claro que, viviendo al lado de mis suegros no hay excusa. ¿Pero conocerá Javier este detalle? Tengo una responsabilidad con los lectores. Con los lectores. Sí, lectores, ¿qué pasa? Bueno, mi madre no se pierde ninguna de mis críticas... casi nunca. ¿Y si me tomo una valeriana? ¡Joder, que no es el fin del mundo! ¡Que hay mucha gente que vive con ello! Incluso hay masoquistas. Tiene sus adeptos. Que sí. ¡Y fans!
Se acerca la hora. Ser o no ser. ¿Y mi cerebro? ¿Y mi salud mental? ¿Y mi futuro? ¿Y mi credibilidad? No me atrevo. Ya está, no me atrevo. Mañana le digo a Javier que hubo un apagón en el barrio. Vaya, pero si vive aquí al lado. No colará. ¿Y si plagio? ¿O le entrego algo de lo que escribí el año pasado para mi colección particular de inéditos? ¿Y si me declaro en rebeldía? ¿Una baja psicológica? ¿De maternidad? ¡Qué digo de maternidad!
No sé si habrá alguien allá arriba. Mejor dicho, sé que no hay nada ahí arriba. ¿A quién me encomiendo? Quedan tres minutos. No puedo. No. Se acabó. No pienso hacerlo. No me van a dar el Pulitzer. Ni siquiera me felicitarán. ¿Acaso alguien apreciará este acto valiente? ¿Por qué? No quiero. No puedo ni quiero. Soy un cobarde. Conozco a decenas de personas que lo han hecho. Pero es que... La salud, la salud. La salud es lo que importa. ¿Por qué hacer algo que perjudique mi salud? ¿Qué gano yo? Y encima en la página de Javier Ortiz, que ni siquiera me felicitó esta Navidad. Ya está, como no me felicitó en Navidad, no lo hago. No. ¿Pero qué narices tiene que ver el tocino con la velocidad? Hmm... Pues sí, pues sí, eh, una carrera de cerdos. Sí, una carrera de cerdos, el tocino con la velocidad, y ya está, no lo hago. De ninguna manera. Mira cómo sudo. ¿Merece la pena arriesgarse?
Un minuto, me va a dar algo. Puñetero televisor. Mira qué desafiante, ahí con esa pantalla llena de polvo, apagada, reflejando una figura deforme que tirita. Me invade el pánico. Ha llegado la hora. No te lo pienses, Marat. ¡Marat!, pero si es que hasta el nombre es estúpido. ¡Un respeto, que estás hablando de ti mismo! No sé lo que digo. Diez segundos, nueve, ocho, siete...
Lo prometí, un día lo prometí, y mi palabra tiene el valor que le den mis acciones. He de ser consecuente, ha llegado la hora. La hora de ver "Ana y los siete".
Adiós mundo cruel.
Escrito por: Marat.2003/04/10 08:00:00 GMT+2
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2003/04/03 08:30:00 GMT+2
Tiempo de contrastes. Profesionalidad contra chabacanería. Formación, ilustración, capacidad y valía frente a irresponsabilidad, carencia, incultura y mediocridad. Hay periodistas que no suelen recibir premios, esas distinciones que sirven en los últimos años para compensar y recompensar los favores prestados y premiar la fidelidad al discurso políticamente correcto. Hay periodistas que no ganan el TP de oro ni otras mandangas. No. Pero se trata de periodistas que, pese a no contar con el reconocimiento multitudinario, demuestran día a día que se puede hacer periodismo televisivo de calidad, con decencia. Vicente Vallés (Telecinco), Almudena Ariza y Ángeles Rodicio (ambas de TVE) son algunos de los periodistas que están cubriendo la información de esta guerra en Irak que puede cambiar tantas cosas. Ellos dignifican una profesión tan maltrecha y desecha en tiempos de guerra como en tiempos de paz. No buscan el protagonismo, conscientes de que ellos no son la noticia, sino que están frente a la cámara para contarla. Informan, explican, detallan, diseccionan, mostrándonos a los telespectadores esa parte de la realidad que han visto con sus propios ojos o que ha llegado hasta sus oídos. Ponen en cuarentena aquello que no lograron contrastar, advirtiendo de que se puede tratar de la propaganda de uno u otro lado.
El contraste a este ejercicio cabal del periodismo lo ponen los merodeadores de los tablaos de la llamada prensa rosa. Nos venden vísceras, embarazos psicológicos, insultos de gelatina y otras materias viscosas, artes adivinatorias, orgías coloristas, lenguas de fuego, sexo barato, desvergüenza atroz. Todo ello sin contrastar, sin medir las consecuencias de una falsedad pasada por el altavoz de cualquiera de los programas
ignominiosos que plagan esta televisión agonizante. Están tomando la televisión sin reparos. Repiten una y otra vez el desfile de necios que han saltado a la palestra en un infarto múltiple. Unos gramos de silicona, un rumor bien extendido gracias a la metástasis irracional o un par de poses junto a viejas glorias de la España franquista bastan para hacerse familiar en este circo de desmentidos y arcadas orquestadas.
La televisión se deifica, para regocijo de los fieles. La televisión los crea y Hotel Glamour los junta. Este becerro de oro es el nuevo dios.
Yo me quedo con los periodistas que hoy se refugian en las catacumbas. Malos tiempos para la lírica..
Escrito por: Marat.2003/04/03 08:30:00 GMT+2
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2003/04/03 08:00:00 GMT+2
Primero se decide bombardear una zona. Miles de toneladas buscan hacer añicos lo que supuso años de esfuerzo levantar. Los daños colaterales representan ese bazar en el que es posible hallar cualquier cosa, por extraño que resulte, incluso justificaciones y excusas. Muerte, horror y desolación. Primero esto; después ayuda humanitaria.
Un ciudadano iraquí se preguntaba qué clase de ayuda es ésta: "Antes no nos faltaban ni el agua ni los alimentos". Una muchedumbre se lanza sobre las cajas de esta limosna, reclamo suficiente para que la imagen de los invasores no siga cayendo enteros día tras día. Los más necesitados no tienen ni estatura ni fuerza suficiente para alcanzar siquiera una botella de agua. Hay que sobrevivir primero a las bombas, después al acto canalla de la misericordia inmisericorde: "Ahí tenéis, arreglaos como podáis con esas migajas".
La locura es el estandarte que se alza en ambos lados. En Irak, los ojos de los niños heridos reflejan la incredulidad y la extrañeza de cuanto acontece, se sienten protagonistas de algo que no logran comprender, ellos que jugaban al fútbol cuando un objeto creado para destruir -paradojas- intenta configurar un nuevo orden mundial sesgando vidas.
Al otro lado unos marines defienden los postulados de los halcones que revolotean en la ultraderecha estadounidense. "Sadam es un dictador sanguinario", nos repiten sin descanso. ¡Como si no lo supiéramos! ¿No fue sanguinario aquel dictador que mutiló España durante 40 años? ¿Acaso vino Eisenhower con bombas racimo? ¡Dictador sanguinario! ¿Ha existido algún dictador capaz de manejar a su pueblo con poemas?
Se han empeñado en crear un nuevo libro de los muertos. De momento van por buen camino. Están escribiéndolo con sangre, mientras los gobernantes de medio mundo mienten como bellacos, contándonos un cuento para el que no encuentran un final.
El plano muestra a un niño iraquí gritando. Le están cosiendo la cabeza. No importa, en breve llegará la ayuda humanitaria. Quizá un gorro de Mickey Mouse le cubra entonces las heridas.
Escrito por: Marat.2003/04/03 08:00:00 GMT+2
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2003/03/26 09:00:00 GMT+1
La enviada especial a la ceremonia de los Oscar aseguró que la Academia preveía que cerca de un "billón" de personas vería la gala a través del televisor.
¿Hay tantos televisores? Snif....
Escrito por: Marat.2003/03/26 09:00:00 GMT+1
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2003/03/26 08:30:00 GMT+1
No sé si, como dicen, una imagen vale más que mil palabras. La brutal actuación de las llamadas fuerzas del orden en algunas manifestaciones acontecidas en España a favor de la paz y en contra de esta guerra miserable puede aclarar, ciertamente, mi duda. Porque conviene no olvidar que la orden para regresar a toda prisa a la escena del monolito del 2001 de Kubrick parte de alguien en concreto, un amigo de las odiseas que quizá se crea un dios preparando el juicio final. "Al carajo con el purgatorio", parece escucharse. "O están conmigo o están contra mí".
Algunas televisiones emitieron el pasado lunes una escena repugnante grabada por un videoaficionado. Repugnante, pero muy aclaradora. En pleno centro de Madrid un policía agrede injustificada y brutalmente a una ciudadana. Una imagen vale en este caso más que mil palabras, pero es más que probable que una sola palabra nos procure estos días mil imágenes como ésta.
Millán Astray gritó un día "Muera la inteligencia". Aquel cerril general jamás hubiera imaginado un cadáver tan exquisito ni un entierro tan concurrido.
Escrito por: Marat.2003/03/26 08:30:00 GMT+1
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