2003/07/02 08:00:00 GMT+2
Llegué a casa a toda prisa, con la lengua fuera, después de escaparme del trabajo, correr como una gacela, subirme al autobús casi en marcha, jugarme el tipo en un paso de cebra y arrasar a la vecina del bajo izquierda, caniche incluido. Llegaba tarde a la cita, la serie estaba a punto de comenzar. Pocas cosas logran hacerme sonreír, así que comprenderán la urgencia de llegar a tiempo para ver esta nueva serie de humor.
Desde los tiempos de George y Mildred, los Roper, no me sentía (que no sentaba) tan excitado ante la pantalla. Benny Hill y doña Croqueta desaparecieron de la parrilla hace tiempo, a Cheers se le pasó la gloria, y Ana y los siete se despidió hasta la próxima temporada. Pero ahora llegaba el turno de unos dignos sucesores. La risa estaba garantizada, el humor estaba a punto de inundar mi salón, me preparaba para cumplir con un rito muy saludable, estaba dispuesto a reírme con el resto de los vecinos, todos pendientes del televisor.
El ambiente era similar al de los partidos de España en el Mundial de fútbol. Ni un alma en la calle, ni un coche, tan sólo un gato abandonado se dejaba sentir bajo la terraza de mi casa, así que bajé la persiana, aun a riesgo de asfixiarme de calor, para que nada perturbara esa orgía de humor que se avecinaba. Y llegó el momento. Conexión en directo. Primeras risas. Asomaron unos rostros que provocaron el cosquilleo en ese músculo del gozo pleno. Nunca hubo tanto genio del humor junto en tan escaso espacio. Ahí estaban los protagonistas. Comencé a troncharme con las primeras actuaciones. No sé quiénes son los responsables del programa, pero deben ser tipos anticuados, porque a mí lo primero que se me ocurrió fue montar un concurso para elegir la mejor intervención. Una llamadita al 906, un mensajito corto del móvil, zas, un par de euros por cabeza, y a vivir, que son dos días. Hubiéramos votado en masa. Podíamos haber elegido el mejor chascarrillo, la mejor mueca, el gesto, qué sé yo. Esta serie me ha devuelto la ilusión por vivir, deberían recomendarla y dejarse de Lexatín ni vainas. Lo único malo es que dicen que van a cambiar el reparto. Se cargan lo mejor. Siempre igual.
Me reí todo lo que pude, pero de repente comencé a sentirme indispuesto, la gamba se metió por mal sitió, apenas podía respirar. No sé siquiera si fue cosa de la gamba -que me tragué sin pelar, absorto por la escena de humor surrealista que presenciaba- o del genial humorista que se ganaba el sueldo haciéndonos felices, alegrando nuestras existencias, divirtiéndonos sin cesar, mejorando nuestra salud, haciéndonos "sentir realizados", dando sentido a nuestras vidas. Los ojos lloraban como jamás lo habían hecho, me sentí por momentos un oriental más, con los ojos estirados sin poder evitar el escozor, con la mandíbula casi desencajándose, el pelo de punta, como pretendiendo escapar de mis carcajadas, y el pecho resentido de ese reiterativo ejercicio sin fin. El vecino de arriba golpeaba el suelo con sus botas camperas, la mujer utilizaba los puños cerrados, se notaba. La lámpara del salón, temblorosa, parecía contagiada del éxtasis colectivo. Mi vecino de al lado aplaudía, daba fuertes palmadas a cada genialidad del humorista. Mi bloque se convirtió en una especie de 13 rue del percebe, pero con viñetas vivientes.
Al cabo de unas horas todo terminó, los protagonistas recogieron sus aperos, hicieron las maletas y abandonaron la escena hasta el siguiente capítulo. Habían cumplido sobradamente con su deber, podían marcharse satisfechos, orgullosos diría yo. Estábamos y estaremos siempre en deuda con ellos.
Para mí, el mejor fue Eduardo Tamayo, capaz de provocar el delirio ajeno sin pestañear. ¡Qué bueno eso de "que te conozco Rafael Simancas, que te conozco"!
Gracias por existir, Edu. Gracias.
Escrito por: Marat.2003/07/02 08:00:00 GMT+2
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2003/06/25 08:00:00 GMT+2
«Fashion total»
La oferta televisiva sigue descendiendo a los infiernos. Allí se encontrará con otra oferta, la política. Famosetes y tránsfugas, vendedores de intimidades y rentistas de voluntades populares bailarán junto a la hoguera al compás que marque la chirigota.
En el centro de la pista ella domina la atmósfera, como antaño lo hiciera John Travolta. María Teresa Sáez, tránsfuga, transgresora y socialista transformista, es también una mujer translúcida, porque se adivina lo que se esconde tras ella. Doña Teresa se ha gastado los cuartos en la pelu y en unas gafas fashion total. Pasarse al grupo mixto es como ir a una boda. Es obligado estrenar vestidito y peinado.
Ahí están el señor Tamayo y la señora Sáez, emparedados, el jamón y el queso. Vamos, un mixto como mandan los cánones. Vuelta y vuelta. Un mixto, como el aseo de Ally McBeal. Y el PSOE, ante esto, duda entre tirar de la manta o tirar de la cadena.
Sonrisas y lágrimas
Concluyó la Liga. Ronaldo es el rey del tapete. Su contundencia no tiene parangón en este campeonato. Con ese flequillo indecente surca los mares de las defensas atónitas aplastando las esperanzas de los aspirantes. El Madrid lava más blanco. Que se lo digan a Hierro y Del Bosque. Valdano coge la brocha para dar otra manita de pintura en la fachada de ese club que se está convirtiendo en una empresa de empresas. Su frialdad es exquisita. Las cámaras no le perturban. Y al presidente Florentino Pérez no hay quien le tosa en todo el territorio. ¿Se lo imaginan volviendo a la política? Yo también.
Terelu Campos y Ana Rosa Quintana le dedican tiempo al título merengue. Desde otro ángulo, eso sí. Ellas se fijan en las mujeres de los jugadores, nos dicen quiénes son, qué guapas están. Los colaboradores discuten acerca de las camisetitas ajustadas que se marca Raúl. Luego dicen que si Beckham...
Terelu es la repera. Se conoce a todos los jugadores de la plantilla. Sobre todo a Solaris (sic), al que ha mineralizado y embotellado con un plural de antojo.
Y mientras, una aficionada del Atlético de Madrid se presenta ante las cámaras del programa que presenta Juan Ramón Lucas en Telemadrid. Se va a quejar de no sé qué historias. La buena señora se llama Lágrima.
"Quiero hablar con el alcalde"
La policía impidió a los jugadores madridistas subirse a La Cibeles. Raúl dice que nadie ha tratado al monumento con más cariño que ellos. Un policía le apunta que se trata de una orden del alcalde, y el crack madridista dice que si no se puede hablar con él. Esto es jauja. Viva la Pepa. "Que venga el alcalde". Eso, que se presente Gallardón con su batín, las pantuflas y dé la cara. O si no, Ana Botella, que esto sí que es un asunto social.
En ese lugar emblemático de Madrid terminó estampado un coche en el que viajaban Tony Genil y varios seres de otras especies. A la diosa algún salvaje en trance le arrancó la mano izquierda y se la llevó a casa. Así que si Raúl quiere emular a Tarzán en la piedra de Colmenar, que proponga a sus compañeros de equipo abrir una cuenta corriente, juntar fondos y realizar una copia de la fuente junto al Bernabéu, donde todos los aficionados puedan darse un bañito junto a sus ídolos. Que se paguen una ronda, aunque sea por variar.
Diagnósticos en plural
Votación en la verbena de la... perdón, en la Asamblea de Madrid. "57 sís", dice la señora Dancausa. "53 nos", añade la presidenta de la Asamblea de Madrid. Más plurales de cosecha propia. Sis es un sufijo que en medicina significa 'estado irregular' o 'enfermedad'. Así que, probablemente sin saberlo, la señora presidenta realizó un diagnóstico acertadísimo.
Flores malditas
53 españoles mueren en la carretera este fin de semana. Pero no es noticia. Fundamentalmente por dos motivos: no ha fallecido nadie famoso y no han muerto todos de golpe. El alcohol invita a un brindis por la muerte. Y no faltan, desgraciadamente, quienes cogen la copa. Para ellos no sonarán los acordes de "La muerte no es el final". Ni se retransmitirán los funerales. Si acaso, unas flores en el punto maldito de la carretera. Los arcenes acabarán siendo jardines. Jardines de la muerte.
Arma blanca
Un periodista de canal 33 hace un amago de pegarle con el micro al coche de uno de los tránsfugas de la Asamblea de Madrid. Luego dirá que necesita otro nuevo. El hombre estaba ahí, a la salida del edificio oficial con los nervios a flor de piel. De repente, fue aparecer el vehículo de los reencarnados en el Grupo Mixto, y se puso como un poseso. El medio media, que decía Gomis. Vaya que si media.
Los hay que juegan en los despachos con la propaganda, controlando, evitando y eligiendo las noticias que se pueden y deben dar y las que no. Pero este buen hombre o reportero combativo-militante sale haciendo aspavientos con un arma arrojadiza en la mano, un arma blanca muy peligrosa llamada micrófono. Siguen siendo más listos los que lo colocan cuidadosamente en las bocas de los bienpensantes, que los que, como este vehemente reportero, lo utilizan como martillo. Por lo menos, le podía haber quitado la esponja.
Lamentable
Unos niños salen al plató de "A tu lado" (Telecinco). Su misión es interrogar a Dinio. Un inenarrable bodrio, vergonzoso, en el que el héroe de los confundidos fue tan zafio como siempre con quienes más deberían alejarse de este triste espectáculo. Los responsables del programa han tocado fondo al permitir que los niños saliesen a las pista central del circo cuando las fieras estaban sueltas. Lo de los padres es también de campeonato. El domador reía aro en mano. Pasen y vean, pasen y vean.
Escrito por: Marat.2003/06/25 08:00:00 GMT+2
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2003/06/18 08:00:00 GMT+2
Alabadas sean las vacaciones. Concluyó la serie de Ana Obregón. Ha sido una de las indiscutibles triunfadoras de la temporada televisiva. Más de seis millones de personas han acudido puntualmente a la cita cada lunes por la noche.
"Si hiciera un programa de biología me verían 100.000", dice Ana. Sí, como los Hijos de San Luis. ¿Es un cálculo optimista o pesimista? ¿Haría el programa con los mismos vestiditos de la señorita Pepis que ha lucido en la casa del señorito viudo? ¿Nos mostraría los misterios de la biología molecular con un picardías? Biología.
Es el juego de contradicciones de la... ¿actriz? Ella es bióloga, vamos, que le dio por lo del estudio de los seres vivos. Pero luego se asomó un día a al microscopio y le salió una bacteria con forma de telenovela indescriptible, una especie de Mary Poppins venida a menos, como de segunda mano, una institutriz de segunda regional. En el cultivo televisivo han ido apareciendo personajes no en busca de autor, sino en busca de aliento. La historia que se sacó de la manga Anita ha sido tan dulzona e inverosímil, como increíbles sus poses, los diálogos de los niños, las tramas, las caras de los actores... No ha habido por dónde cogerlo. ¿Por qué entonces seis millones de almas se han sentado ante la pantalla y han asistido a la función? Si lo supiera, iba a estar yo aquí.
Voy a asomarme al microscopio, a ver si se me ocurre otra historia de ciencia ficción que me catapulte al estrellato. Por ejemplo, una historia de la clase política sin granujas inmersos en tramas inmobiliarias, o una de inmobiliarias con pisos asequibles para bolsillos de periodistas mal remunerados, o una de periodistas mal remunerados que se sindican y reclaman sus derechos, o una de jueces que no salen por peteneras ante individuos con cuarenta y cinco antecedentes penales, o una de las penas que padecen Bush y Ansar ante la violación de los derechos más elementales de los presos de Guantánamo, o una de elementales medidas necesarias para encontrar una solución dialogada al problema del País Vasco...
Ya lo tengo, una historia de una... mmm... Vaya, eso ya lo ha hecho Ana Obregón.
¿Y si le propongo a Pedro Ruiz que grabe un disco de boleros?
Escrito por: Marat.2003/06/18 08:00:00 GMT+2
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ana_obregón
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2003/06/11 09:00:00 GMT+2
No me parece ni razonable ni justificable la inclusión de mensajes cortos enviados por los telespectadores desde los teléfonos móviles en la parte inferior de la pantalla del televisor. Es un práctica cada vez más habitual. Puede que constituya una importante fuente de ingresos para las cadenas, pero con ellos se permite el insulto de manera casi gratuita. Escribir una barbaridad y que aparezca ante millones de telespectadores apenas cuesta 1 euro. Además, el autor del seudomensaje se ampara en el anonimato.
Lo mínimo es exigir un filtro que elimine las descalificaciones y los mensajes más soeces.
Eso, si es que no hay ya un vigilante que mira a otro lado contando el dinero que entra en caja.
¿Y qué decir de la ortografía de los textos?
Hay una onomatopeya que viene muy bien al caso, pero les debo un respeto.
Escrito por: Marat.2003/06/11 09:00:00 GMT+2
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2003/06/11 08:00:00 GMT+2
Vaya, hombre, ahora resulta que aquí todo el mundo ve la tele. Habla Aznar sobre el invento, y aparece de repente una marabunta opinante dispuesta a analizar con lupa hasta la carta de ajuste. Sorprendente. Nadie ve la televisión, nadie conoce a Dinio, nadie sabe quién es Javito, pero llegado el momento todo columnista que se precie saca a relucir su doctorado en la materia. Durante la pasada semana el pelotón de los opinantes ha subido puertos, atravesado metas volantes y hasta hay quien se ha encaramado al podio con el jersey amarillo de líder. Y lo de siempre: en un lado le caían a Aznar por boquitas, y en el otro, aplauso reverencial por hacer frente a una realidad amarga con esa osadía característica del pequeño y bravo presidente.¿Acaso alguno de estos columnistas o analistas de la actualidad se ha tragado alguna vez en su vida un programa completo, -repito: completo- de Terelu Campos? ¿Acaso han programado el vídeo para grabar el resumen de Hotel Glam? ¿Acaso conocen de memoria los participantes de las ediciones de Gran Hermano? ¿Entonces por qué se suben al tiovivo?
Llevo aquí en mi triste humildad el sacrificio semanal de la exposición catódica con cierta dignidad. Por menos, han beatificado a más de uno. Y no, no pretendo protagonizar desde ningún paraíso ceremonia dogmática alguna, pero sí pido un respeto. Exijo un respeto, leñe. Que le dan a la pluma con mucha ligereza, caramba. Que yo sí he sufrido en silencio -amordazado, pero en silencio- ante la pantalla. He presenciado sin pestañear los monólogos de la comedia... de Carlos Dávila; he aguantado más de un minuto y medio el programa Mamma Mía de Telemadrid; he vivido sin anestesia y en directo los telediarios de Antena 3, sin paracetamol, lo aseguro. ¿Y de qué me ha servido todo esto? Ahora llegan los santones y los santeros, y hala, a largar de la tele. ¡Como si se dedicaran a verla!
¡Intrusos! Hay que pagarles con la misma moneda.
¡Polanco, Pedro J., quiero una columna!
Escrito por: Marat.2003/06/11 08:00:00 GMT+2
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2003/06/04 08:00:00 GMT+2
Arremete Aznar contra los empresarios y profesionales que hacen telebasura. Se mete en otro berenjenal, crecido por las circunstancias de su desembarco en la épica historia de la democracia española. Se crece el señor Presidente, ataviado de mariscal de campo a lomos de un caballo blanco, regalo de Bush. Tiene guasa el marido de la teniente-alcalde de Madrid, tiene su gracejo. Primero presume, en hora de máxima audiencia, de paquete -o paquete de medidas, como prefieran-; después saca el manual del perfecto anti-comunista e invita a la militancia popular -mucho más ruidosa, al menos con la papeleta electoral en la mano, que los que salimos a decir no a la guerra- a una nueva cruzada contra el rojerío estalinista, que lo mismo le da que se trate de veinteañeros que de monjas contrarias a la carnicería de Irak; más tarde protagoniza la apertura de los telediarios con su obsesión con el País Vasco, metiendo en la batidora a Batasuna, al PNV, a Izquierda Unida, al PSOE y al Coco de Barrio Sésamo. Todo lo que no suponga sumisión es un elemento perturbable, una especie de bastardo al que conviene mantener en la celda del olvido, como ese Borbón que aparece ahora cantando las alabanzas de Franco. A ver cuanto tarda en sumarse al protocolo que prohíbe manifestarse tan sinceramente ante el populacho.
Olvida el señor Presidente que TVE en sus dos canales sólo escucha la voz de su amo; desatiende el señor Presidente a la mezquina y triste realidad a la que responde Antena 3, convertida en un guateque de amigotes dispuestos a mantener sus contratos millonarios al precio que sea, aunque esto suponga hacer los telediarios que hacen; no repara el señor Presidente en que sus peones de las Comunidades de Madrid y Galicia controlan también los canales autonómicos, con las consabidas denuncias, muy especialmente en el caso del ex ministro franquista -que no ex franquista-, capaz de negar la existencia del chapapote. Quizá en Muxía le pongan el nombre de Fraga a una calle, pero la libertad de información, el libre ejercicio de informar reposa en la sala de cuidados intensivos de un hospital en el que las donaciones de sangre se han suplido por otras que no se meten en vena, sino en cuenta.
Y olvida también el señor Presidente, que en un alarde de originalidad su amigote Berlusconi aterriza en Telecinco para poner punto y final a uno de los escasos reductos de la corriente crítica con este Gobierno que ahora saca pecho, como si de una presentadora de reality cualquiera se tratase. No olvidemos que este Gobierno la silicona se la ha encontrado en las urnas.
Pues sí, señor Presidente, en este país se hace telebasura, pero pasa como en política: la gente asiste embobada a la función.
Escrito por: Marat.2003/06/04 08:00:00 GMT+2
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2003/05/28 08:00:00 GMT+2
Este tío es un genio. Se adelanta a los hechos, narra con un léxico romántico sin parangón en las ondas de la telecutre nacional, vive el espectáculo, se apasiona, se empapa de tensión, vaticina, pronostica, adivina, se adentra en los parajes del futuro desvelándolo para los mortales, pone al telespectador en antecedentes, disfruta, goza, se enfada, se reconcilia, sufre, suda, se desgañita. "Lo sabía", "se lo dije", "¡qué les decía!", "ja,ja,jaaaa, era evidente", "claro, ¿lo ven?"... Este tío es un genio.
Uribarri es un especialista. Lo sabe todo sobre el festival de Eurovisión. Uno tiene la sensación de que este clásico de la cita eurovisiva sabe quién va a ganar antes incluso de que dé comienzo el jolgorio de cancioncillas horteras. Ni Rappel con la mejor de sus túnicas cortineras es capaz de hacerle sombra. Uribarri debería poner un 906 de estos y dedicarse al arte de la adivinación. Uribarri es el Darwin de Eurovisión. Nadie como él conoce el origen de las especies.
Durante tres minutos los intérpretes que se suben al colorista escenario del festival tienen el deber de seducir al jurado, a los votantes de media Europa. La voz de Uribarri forma ya parte de las retransmisiones en TVE, va indisolublemente asociada a esa doble jornada de reflexión y resaca festivalera en la que millones de españoles se sienten incomprendidos porque "nuestra" canción es injustamente tratada. "Todo es politiqueo", dicen compungidos y decepcionados muchos de ellos tras comprobar que una edición más, un año más España no sitúa su candidatura en cabeza.
Valorar las canciones de un Festival de Eurovisión es una tarea complicada: los adjetivos se agotan. Los exorcistas se frotaban las manos cuando el representante austriaco salió al escenario. Con los ojos saltones, una gorra colocada al revés y saltando como si un espíritu maligno rondara sus intestinos, el sujeto se hizo acompañar por dos exóticas señoras al coro. Surrealismo del bueno, y una canción que hubiera provocado incidentes en la plaza de cualquier pueblo español. En las fiestas de un pueblo lo sacan a palos del escenario y al concejal de cultura le cuesta el cargo.
Dos adolescentes rusas polemistas y polémicas habían amenazado con no sé qué escándalo, y habían asegurado que si ganaban, se casaban. Su actuación también fue un halo de esperanza para el gremio de los exorcistas. Las rusas corrían de aquí para allá dando gritos, arrodillándose, cogiéndose la mano... y vuelta a correr. Era como la banda sonora de Carros de Fuego, pero pasada por la turmix.
Y así se fueron sucediendo las actuaciones de diferentes países con canciones tan pegadizas como vacías. Cabellos rubios, letras en inglés, coreografías pretenciosas y sonrisas de candidato a la alcaldía fueron la tónica. Y en esas, apareció la española Beth junto a sus enemigas. Sí, el coro de Beth fue una opa hostil, una zancadilla, una esponja de vinagre sobre las llagas de la joven española. Contagiada por el desajuste coral, la pequeña barcelonesa incurrió también en descalabros vocales, que no percibió Uribarri, que será un genio, pero anda teniente.
Acabado el desfile, llegó el turno de la votación. Entonces comenzó el show de Uribarri. "Seguro que los doce puntos se los dan a... Claro, estaba claro...", "Nos votaron en el 67 y desde entonces no nos han votado, vamos, vamos, vamooooooss, pues no, no ha habido suerte". "Yo", "Es que yo...", "Son países vecinos y está claro, ya se sabe". Este tío es un genio. Es el protagonista de la noche. Mucho más que Beth, a la que conocemos por Operación Triunfo, que si no, pasaría desapercibida, porque el protagonismo lo ocupa Uribarri y luego se blinda dentro y no hay quien lo saque.
¿Pueden imaginarse la retransmisión de un partido de fútbol con un locutor como el que sigue?: "Claro, seguro que ahora, Figo abre a la banda y... ¿lo ven? Y ahora, seguro que Salgado se la pasa a Ronaldo... ja, ja, estaba claro. Y ahora Ronaldo seguro que marca y se abraza a sus compañeros, porque ya lo hizo en las jornadas 16,17,18 y 34. Gooooool de Ronaldo. ¿Qué les decía? Ahí le tienen abrazándose a Figo, a Zidane...".
Si lo que pretende Uribarri es demostrar que conoce lo que va a pasar, que sabe cómo funciona el voto , pues muy bien, pero resulta una agonía insufrible escucharle durante la votación de veintitantos países. ¿Por qué no se limita a narrar, a describir, y no a dárselas de visionario adivinalotodo? Es un martilleo, un castigo, una penitencia - mucho peor que el desasosiego de los jaquecosos vecinos del cantante austriaco-. Resulta insoportable desde que empieza hasta que acaba. Eso, sin contar con que es como Antoñete, o mejor dicho, como Jesulín. Que me voy, que no me voy, que lo dejo, que regreso, que me corto la coleta, que me dejo perilla rumbera. TVE podría innovar. ¡Qué se yo! Por ejemplo darle la alternativa a Ana Palacio. Menudo mosqueo se habría pillado con la victoria turca.
Bueno, al menos este año no mandamos al mundo a tomar por... ni escuchamos el ¡Arriba España! del año pasado desde una academia. Al menos no se vivió con tanto pesar la claudicación ante el gusto de los demás. No salió a relucir lo de "campeones morales" ni el "Somos los mejores", que ya es un avance.
Eso sí, parece que el año que viene volveremos a vivir la canciones horteras, los exorcistas volverán a hacer las maletas y Uribarri volverá a ser el protagonista absoluto de la noche de Eurovisión. Ni el representante español, ni la canción ganadora, ni la presentadora española inventándose las reglas, no. El protagonismo será siempre el de Uribarri.
Un genio. ¡Menudo genio!
Escrito por: Marat.2003/05/28 08:00:00 GMT+2
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2003/05/21 08:00:00 GMT+2
La luz roja se enciende y avisa así al orador de que la televisión acaba de conectar en directo. Entonces el vendedor ambulante de promesas que nunca se cumplirán saca a relucir el tema estrella. Un tono de misticismo, un poco de retórica a la vinagreta, unos cuantos exabruptos contra los rivales, una descarada mentira, y el cóctel está servido. Las banderas ondean, los feligreses disfrutan, viven en su edén particular. El charlatán de discurso mediocre está hoy en una isla, pero habla sobre el País Vasco. Juega con los términos, se instala en la demagogia, explota el cuento, recurre al victimismo como imán, como doctrina. Las víctimas son precisamente las que no pueden hacerse oír. La luz roja se apaga, el feriante levanta el pie del acelerador, respira y vuelve a aburrir al personal, que comienza a digerir ya el bocadillo recibido y devorado casi a un mismo tiempo. Dos pegatinas y una chapita para la solapa hacen las delicias de estos militantes con fecha de caducidad. Los que logran una gorra sonríen orgullosos frente a los fracasados. Los que abrazan, acosan o devoran a besos al candidato o al jefe de filas guardan en el archivo de su memoria esa instantánea.
Esa luz roja que pone alerta al político recaudador es una señal de alarma, indica el peligro y la oportunidad a un tiempo. Es el aviso para los carroñeros, es la señal esperada por el cazador de votos y esperanzas, es la última llamada para el embarque al pasaje del terror, es el mensaje en clave para el adoctrinamiento. La luz roja domina en ese momento la atmósfera vital del embaucador, de la misma manera que el rojo se cuela por las sensaciones más irrefrenables en esos escaparates de sexo, billetes e incomprensión. El comercio del voto y el comercio del sexo establecen su reclamo tras el rojo, ese mismo color que estropea algunas fotos al inundar los iris de los protagonistas. En campaña no hay fotos que estropear, no caben disensiones, no hay espacio para el diálogo o para la objeción. La crítica es apagada con extintores de autoritarismo acaudillado; las preguntas irreverentes se guardan en el baúl de los recuerdos. Uno sólo puede ir a un mitin a aplaudir, a reverenciar, a postrarse de rodillas ante un altar pagano que apesta a mentira. Si alguno de los invitados a la fiesta de las apariencias osa objetar, cuestionar o criticar, se llevará lo suyo en forma de empujones, insultos, puñetazos y tirones de pelo. Ésa es la democracia que nos venden. Ésa es la democracia que consumimos.
La televisión muestra las agresiones. En el mitin del color rojo no se puede vestir de azul; en el mitin de los azules, no se te ocurra sacar a flote el rojo. No puedes mostrarte en contra de una exposición. Desde el estrado nace un monólogo, un libro sagrado, un ejercicio de dietética racional. No se puede ni toser cuando el engañabobos está recitando sus poemas preferidos. Da igual que se atribuya El Quijote, nadie puede discutirle nada en ese instante de clímax. Es como sacar la bandera rival en el fondo sur de un estadio de fútbol. Eso parece un mitin: un estadio de fútbol. Y la luz roja es la señal de que han marcado un gol. Todos levantan los brazos y lo festejan con algarabía.
Poco importa que haya sido en su propia portería.
Escrito por: Marat.2003/05/21 08:00:00 GMT+2
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2003/05/14 08:00:00 GMT+2
He disfrutado mucho en Praga y Budapest. Una semana de relax viene bien al menos una vez a la semana. A pesar de todo, en los hoteles de turno disponía del correspondiente televisor con decenas de canales, lo que me ha facilitado esa labor masoquista que llevo ya algún tiempo desarrollando para perjucio de mi salud. Desde la versión centroeuropea de Gran Hermano hasta los programas de la RAI de los que se nutrió José Luis Moreno para mostrarlos a los entusiasmados directivos de TVE y a los fabricantes de ropa interior, pasando por canales dedicados íntegramente al deporte (en España todo lo que no sea fútbol importa un carajo). Mientras la BBC se detenía en un análisis de la situación que atraviesa Irak, el canal internacional de TVE nos invitaba a la añoranza más cutre con una peli de Lina Morgan y Ozores. Después, por la noche, Carlos Dávila y Zaplana en otra película, también de ciencia ficción.
Ya en casa contemplo con desolación un panorama televisivo tomado definitivamente por los famosetes. Ese Hotel Glam de espectros y esperpentos no sólo es una jaula de grillos, sino que además comienza a parecerse a un experimento biológico. ¿Se imaginan que la señal de ese programa llega a una nave extraterrestre? No, si como sistema de defensa, mejor que el invento estadounidense de las galaxias y esas paranoias. Y qué decir de esa "Isla de los famosos", que parece más bien la "Isla de la Silicona" (¿Qué más requisitos les ponen, por favor?).
Tendré tiempo para digerir esta campaña rancia y estéril de los politicastros más lamentables de los últimos años, pero no me resisto a recordar las palabras de Aznar, que los tiene bien puestos (querrá decir a Agag y Anita, digo yo, vamos, bien "colocaos"): "El mundo es ahora más seguro". Sí, semejante chorrada se la soltó a Urdaci y sus amigos en esa entrevista a la carta. Pues nada, que se lo cuente a los diez ciudadanos occidentales que residían en Arabia Saudí antes de que tres explosiones acabasen con sus vidas, o que se lo explique a las decenas de víctimas de otro atentado en Chechenia, o a los palestinos que sufren esa particular ley del Israel amigo de Bush y las campañas electorales de republicanos y demócratas. Evidencias, pruebas, testimonios, casos para pillar a los malabaristas de la política existen más que de sobra, pero parecen muchos los que no quieren darse cuenta. Pan para hoy, hambre para mañana.
Otra de frasecitas: "El PNV es el brazo político de ETA". Vaya, ya no es Batasuna, ahora resulta que el sustento político de los terroristas es el partido más votado en el País Vasco. Pues entonces, no son cuatro gatos. La sentencia se dejó caer en la tertulia de María Teresa Campos, que lo mismo le da al costurero de los cotilleos, que se pone seria y se mete en camisas de once varas solucionando los problemas de la humanidad y presentando en sociedad un nuevo libro de Isabel San Sebastián, cómo no, sobre el terrorismo.
Y ya que estamos con la citología, o la ciencia de las citas, que suena menos sangrante, una de Malena Gracia: "¿De qué vas, Bitter Kas?" Esta chica no es la misma desde que decubrió a Hegel. Por cierto, que la señorita de los implantes y los desplantes tiene un club de fans que cuenta con 126 socios. ¿Muchos? Pues más tiene Terelu Campos.
¿Es que el Ministerio de Sanidad no piensa hacer nada?
Escrito por: Marat.2003/05/14 08:00:00 GMT+2
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2003/04/30 08:00:00 GMT+2
Unos señores vestidos a rayas sacan a pasear una bandera de 1.500 metros de largo por las calles de Madrid. Son miles. Ahí está Telemadrid para contárnoslo. Después, descansan en una pradera y se comen un plato de paella por cabeza, aunque el perímetro de la misma no determina el tamaño de la ración. Hay quienes incluso repiten. Son miles. Para culminar tan curiosa celebración -los antropólogos tienen materia con las cosas estas de los centenarios- se dirigen a un estadio donde tratan de rendir culto a una presunta fiesta de fútbol. Su equipo, el Atlético de Madrid, cumple cien años.
Se ha escrito un himno para la ocasión, pero por motivos pecuniarios el instrumento desafinado no sale a escena. Un atlético ocurrente juega con las palabras: "Es el rapto de las Sabinas". El coro de la grada, no obstante, tiene repertorio en el pentagrama imaginario de la animación altruista. Cánticos y exabruptos hacia los vecinos ricos de la calle Concha Espina se suceden, mientras un hilillo amargo comienza a subir desde las tripas de los aficionados atléticos hasta el cogote mismo. Los jugadores han soplado las velas, pero aún no han abierto el regalo. Su presidente, que ha sido quien ha encargado el pastel con la dedicatoria en chocolate negro, comienza a arrugar el gesto. No le gusta el juego de sus vasallos.
En el palco un príncipe asiste con media sonrisa al comienzo del bochorno; se nubla el cielo. De las loas se pasa al recuerdo de las madres de algunos malabaristas del balón, a los que las piernas y la cabeza no les dan para más. Al narrador radiofónico le gusta desgañitarse en la cabina a cada gol, pero el empate a cero impone la ley del silencio y la frustración se apodera del desconsolado periodista. Claro que para desconsuelo, el de esos seguidores ataviados de rojo y blanco. Bufandas, pañuelos, gorras, sombreros, viseras, camisetas, chaquetas, todo el estadio es un mosaico viviente de fervor rojiblanco.
El calvario comienza cuando el rival se encarga de aguarles la fiesta. Es su sino. El gol lo marcan los rojillos, para mayor dolor y pena de los portadores de símbolos fascistas. Un clamor de gestos y lamentos convierte a la marabunta festiva en largas hileras de sufridores. La cara de la tragedia se asoma y decide establecerse en el Vicente Calderón. Los más pequeños lloran, los mayores se preparan para ello. El destino parece estar escrito. El mandamás del club, un personaje de triste ópera bufa en la escena española, comienza a escribir su discurso. Luego, una vez acabado el martirio, tendrá que rendir cuentas ante los plumillas, y no ante los socios, curiosa paradoja de la religión balompédica.
Los colchoneros se resignan. Son miles. La televisión recoge sin escrúpulos el fiasco de una afición castigada por los sinsabores, adormecida por las promesas y el oleaje que la arrastra en estas aguas salvajes del fútbol. Gil emula a Woody Allen: "Toma el dinero y corre", le dice a su delantero estrella. Pero Gil no tiene más en común con el pequeño genio neoyorquino. Si acaso, con De Niro en "Los intocables de Eliot Ness". Puede que el hombre multiusos de la cosmética política española se aficionara a los trajes de rayas en el pasado. El realizador ordena a uno de los camarógrafos que busque la cara del presidente. No sabe dónde meterse. No está Imperioso para consultarle. Después del ajetreo llega el vómito de Gil y Gil: "Algunos jugadores no merecen vivir". Olvida el mecenas del insulto que, en caso de aplicarse la ley del Talión , a él lo hubieran sepultado en vida bajo una montaña de escombros.
El árbitro sopla; el partido muere, y con él las ilusiones de los rojiblancos, que llevaron la bandera más grande del mundo, se comieron las mejores paellas del mundo, cantaron las canciones más bellas del mundo y se llevaron un gran chasco. Pero ellos soportan los grandes chascos como nadie en el mundo.
Escrito por: Marat.2003/04/30 08:00:00 GMT+2
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