2004/02/03 08:30:00 GMT+1
Dentro de los actuales espectáculos humorísticos de mayor arraigo figuran esos en los que se multiplican las promesas electorales de los hacedores de la risa. Vendedores ambulantes del humor recorren estos días calles, plazas y mercados regalando abrazos y soportando húmedos besos de la concurrencia más fanática. Zapatero y Rajoy, los dos humoristas de mayor calado, multiplican los panes, el vino y las viviendas en una orgía desenfrenada de delirantes promesas. Uno promete bajar los impuestos; el otro jura y perjura que se pagará menos al Estado. El hierático gallego se saca de la manga un manojo de dentistas de frenético altruismo para terminar con las caries de los españolitos; el Pepe sonrisas del socialismo español iguala la apuesta odontológica y emplaza, de paso, al contrincante a verse las caras en un debate televisivo. A Rajoy se le ponen los dientes largos, pero su nutrido grupo de asesores prefiere una ortodoncia política sin sobresaltos.
Unos cuantos millones de españoles se sientan diariamente frente a la pantalla del televisor complacientes con el espectáculo dispensado por ésta. Otros cuantos millones se echan las manos a la cabeza ante tan esperpéntico panorama. Zapatero y Rajoy buscan adeptos en los dos bandos. El sucesor de Aznar promete crear un consejo audiovisual para defender los intereses de los más pequeños. Conociendo sus gustos, igual le ofrece la presidencia del mismo a Jiménez de Parga, con las consabidas repercusiones que ello tendría, en especial en sus relaciones con el Tribunal Supremo. Claro que Zapatero igual se saca de la chistera a Ramoncín, intelectual de aúpa, pensador de primera fila, que de vez en cuando pisa la Tierra en un acto de incalculable modestia.
Los dos prometedores (Zapatero tiene más de eterna promesa que de prometedor) miran de reojo a la televisión, ese escaparate que procuran decorar a su gusto los gobiernos en cuanto se acomodan en los sillones del poder. Ahora toca rebañar votos en un zapeo nervioso, buscando cautivar a los millones de españoles que se muestran preocupados por los contenidos habituales de esta televisión tan nociva. Gane quien gane, además de incumplir las correspondientes promesas, aparte de seguir instrumentalizando la televisión pública a su antojo y en su propio beneficio, aportará su granito de arena, su empujoncito para seguir arrastrando a este medio de comunicación rumbo al averno.
Escrito por: Marat.2004/02/03 08:30:00 GMT+1
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2004/02/03 08:00:00 GMT+1
Nadie puede negarle al joven Carlos Latre que posee un talento natural para la imitación. Su voz se convierte en un preciso instrumento a la hora de parodiar a diferentes personajes y personajillos de esta España de pandereta, colgaos, fragas y alcaldes tocones.
Latre debutaba en solitario en Telecinco el pasado domingo con un programa llamado "Latrelevisión". Uno esperaba encontrarse con un producto televisivo fresco, innovador, ocurrente y divertido (soy así de ingenuo, para qué negarlo). Nada más lejos. El resultante fue un bodrio sin pies ni cabeza, un collage de desatinos, despropósitos y mezquindades infinitas. El guión (por llamarlo de alguna manera) parecía salido de una sesión de espiritismo psicodélico transiberiano. Poca imaginación, mínimo gusto ético y estético. Un fiasco.
Latre se cebó con El Fary, a quien se encargó de humillar con cuatro presuntas coñas sin gracia alguna realizadas con la ayuda de un croma de mínimas pretensiones. Muy primario todo. Redundó en recordarnos que El Fary es un señor bajito (lo imitó vestido de David el gnomo), destrozando la caricatura con una aberrante parodia carente de ironía, sarcasmo e inteligencia. No se puede alargar una historia tan ruda simplemente porque el personaje en cuestión sea de corta estatura.
El revuelto de imitaciones y gags fue de mal en peor. Las historias provocaban la incredulidad del espectador y no la risa. "Latrelevisión" dio la sensación de ser un remiendo escasamente preparado y sin la menor chispa creativa.
Y al finalizar tan mediocre espectáculo, lo que verdaderamente quedó claro fue que Carlos Latre era el único que no había dado la talla. Él verá lo que hace, pero, a veces, para crecer hay que renunciar a determinadas cosas.
Escrito por: Marat.2004/02/03 08:00:00 GMT+1
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2004/01/28 08:00:00 GMT+1
El poder de influencia de los medios de comunicación es un paraje repleto de espesa vegetación. La maleza crece desordenadamente, ocultando los peligros de las alimañas que acechan en busca de víctimas. En esta jungla, como sucede en la selva, el rey emite un rugido con la fiereza de quien no desea perder ni su rango ni su territorio.
Cada votante es, después de todo, un cazador cazado. Su conciencia disecada cuelga de las paredes, enmarcada en ese share sarnoso que todo lo justifica. Los gobiernos de turno conocen la tremenda influencia que pueden ejercer en los maltrechos espíritus de los moradores del censo cada cuatro años. Como si se tratase de un detergente celestial, los políticos de chistera recurren al control de los medios públicos tratando de limpiar el panorama de críticas. Nada lava más blanco que la televisión, ni siquiera el Real Madrid de Florentino y cía, un verdadero arroyo de mercadotecnia insípida.
El director de informativos de TVE, por poner un ejemplo, es un puesto clave más importante, diría yo, que algún que otro ministerio. No voy a perder demasiado tiempo, de momento, en comentar hasta qué punto se está denigrando la profesión periodística. En buena medida este desgaste se produce debido a esos denigrantes periodistas dispuestos a someterse babeantes al poder a cambio de privilegios y salarios altos. La línea editorial de los medios sufre los apestosos vaivenes partidistas a los que ni la cláusula de conciencia puede poner fin en estos tiempos de canibalismo mediático. Cientos de ellos aguardan impacientes la incineración profesional de un colega objetor para ocupar su puesto. Las hipotecas y la letra del coche ejercen de virtuales guadañas frente al claudicante idealismo que agoniza a la vuelta de la esquina. El periodismo en esas fuentes del desprecio perdió hace tiempo no ya su vena romántica sino su decencia práctica.
Atocinar al populacho es el sueño despótico por excelencia. Sin ánimo de caer en apreciaciones escatológicas habré de reconocer que forman legión los que han decidido seguir al flautista de la demagogia y el mal gusto. Javier Sardá se está haciendo de oro; dicen quienes han indagando en las cuentas del programa que el jefazo de esas crónicas marcianas putrefactas se embolsa tres millones de las antiguas pesetas cada noche, lo que le supone amasar una fortuna que ronda los mil kilos al año. Sardá ha consentido que los contenidos de su programa hayan ido degenerando progresivamente hasta caer en la provocación más ruin. La esencia y la subsistencia de su programa se reducen a la chabacanería. La mínima dosis de talento esporádico que representa la presencia del imitador Carlos Latre se ve superada de forma abrumadora por la bazofia infinita de guiones rancios que deparan cada noche un frívola perversidad puesta en escena por jóvenes marionetas que actúan en el guiñol del éxito efímero.
Sardá y los suyos viven de esos personajes cuya vida es ya de por sí una parodia. El reto para el mandamás convertido en el mito de El Dorado televisivo es cazar a las presas de las dos dimensiones. Por un lado a la audiencia; por otro a esos personajes que no conocen el ridículo y que suelen, además, vivir ajenos a su excentricidad más insustancial. El padre de Julio Iglesias es uno de ellos. Rebosante de felicidad y de otras comodidades igualmente insolentes en los días que corren, el doctor Iglesias emite discursos ininteligibles incluso para mediums, fonetistas y otras especies varias. Hace algún tiempo, el citado señor Iglesias finalizó una de sus diatribas con una terna de "raros" que ha calado en buena parte de la sociedad española. Ese "raaarhho, raarhho, raaaarho" se ha convertido en una especie de canción del verano del intelecto invernal, en el lema de la macarrería ambulante, en el rezo ordinario de los militantes de la nadería. Ha bastado este simplista y absurdo sonsonete para cautivar a la audiencia más dócil y sumisa.
Este ejercicio de pensamiento único (con una benevolencia infinita lo califico de pensamiento, aunque su relación con el campo del discurrir sea casi inexistente) uniformiza al personal, lo atonta, y ahí van las pandillas por las calles con el "raaarhho, raarhho, raaaarho" a todas partes. En el colmo de la necedad te sacan los cuartos con tal gilipollez, invitándote a que te descargues en el móvil ese ejercicio de retórica en forma de archivo sonoro.. Y, rápidamente, semejante coña se convierte en una máquina de hacer dinero. La caja registradora se abre y se cierra sin descanso mientras Sardá se frota las manos.
El argumento de éste estriba en la buena acogida que recibe su producto. En el fondo, lo que este chico hábil y listo está haciendo es recoger la cosecha. Se siembra y se recoge. Lo triste es que con tan execrables semillas crezcan tales frutos, tan cotizados en el mercado central de abastos televisivos. Los halagos, por si fuera poco, lo rebozan en premios varios, algunos de ellos tan distinguidos como el TP de oro, una auténtica institución que está a punto de alcanzar en importancia y repercusión internacional al premio Nobel.
A mí, cada día me extrañan menos estas cosas. Ya me he acostumbrado a que nada me resulte raro.
Escrito por: Marat.2004/01/28 08:00:00 GMT+1
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2004/01/21 08:00:00 GMT+1
José María Aznar compareció el pasado lunes ante las cámaras de TVE y se expuso desafiante, osado, valiente y temerario al diabólico interrogatorio de Alfredo Urdaci, director de los servicios informativos de la cosa. Fue un combate a muerte... Bueno, me voy a poner serio, que ciertas cosas no cabe tomárselas a broma.
El chico estuvo bien, la verdad, tranquilo; llevaba el guión bien aprendido. No titubeó, se mostró firme, e incluso interrumpió en alguna ocasión a su interlocutor, mostrando a las claras quién era el rey de la pista. Reflejó, sin duda, aquello que pretendía reflejar; transmitió aquello que quería transmitir, esto es, la idea de una España en progreso. Vendió lo que debía vender, conocedor de la importancia del horario de emisión y de la cercanía inmediata de las elecciones.
Su labor artesanal se traducirá inevitablemente en un buen puñado de votos para el PP. Algún indeciso se habrá creído a pies juntillas ese repertorio de sandeces y tintes de cinismo que salieron de su boca como vómitos irrefrenables.
Alabó la acción del Gobierno, realizó un balance falso, completamente falso pero repleto de giros propagandísticos que quizá calen en algunos votantes tal y como ha sucedido hasta la fecha. Lo de siempre. Nadie, absolutamente nadie, esperaba otra cosa.
Él estuvo, insisto, templado, recio, sonriente, complaciente, entregado, permisivo, adoctrinado, contundente, cercano a la beatitud. No cabían las sorpresas, obviamente, pues el encuentro había sido pactado con un intercambio de preguntas que facilitaran el paseo victorioso por esa virtual alfombra roja.
Destacó nuestro gran protagonista la estabilidad política y económica; subrayó que se está más cerca del final de ETA; remarcó que se había creado más riqueza; y tuvo un amago poético al alabar esa "aventura económica marcada por el éxito".
Descansó y retomó fuerzas ayudado por el avituallamiento energético que otorgan los casos del Prestige -ya olvidado- , de la vivienda -una herencia indeseable de la época socialista-, y de la incuestionable ayuda de los EEUU - ejemplaridad celestial del trasiego democrático-.
Lo bordó, estuvo sensacional; las cosas como son. Hay que valer para salir al ruedo así, delante de todo quisque, y recoger tantos votos. Esa serenidad vale su peso en oro, electoralmente hablando.
No resulta nada sencillo dominar de forma tan holgada la situación; es un reto superado el echarle tanta cara al asunto y acudir al día siguiente al desayuno delante de tanta gente sin cobijarse en el primer agujero oscuro. Hay que estar muy seguro de sí mismo para soltar tanta mentira y caminar erguido, con la mirada rebosante de orgullo y esa soberbia inmaculada desprendiendo osadía. Pero claro, él es el jefe. ¿Quién le va a toser? ¿Quién se atreverá a lanzar la primera piedra en el paraíso de los pecados?
Si el fin justifica los medios, este tipo ha alcanzado la plenitud pragmática. Concluyó el encuentro de enormes confianzas mutuas y se sintió reconfortado. Sabía que lo había hecho bien, era consciente de que había estado sembrado. Aunque pareciera imposible, estaba claro que había ganado más puntos.
Este hombre es, definitivamente, una bestia televisiva. Es insaciable. Es el número uno, el indiscutible rey.
¡Ah!, se me olvidaba: Aznar tampoco estuvo mal.
Escrito por: Marat.2004/01/21 08:00:00 GMT+1
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2004/01/14 08:00:00 GMT+1
El pasado viernes regresó a la programación de TVE el popular Un, dos, tres de Narciso Ibáñez Serrador, ese eminente director que vive adosado a una bufanda. No me atrevo a poner en duda que Chicho -como se le conoce en el mundillo catódico- sea un maestro de la tele, pero me niego en redondo a comprarle la moto que nos quiere vender con el cuento de la literatura.
El programa presume de ser, en su renovado formato, una invitación al hábito de la lectura. De ahí lo de "Un, dos, tres... ¡A leer esta vez!". Para concursar se precisa -amén de ser seleccionado por los responsables del tinglado- haber leído previamente un libro, de venta en los kioscos desde una semana antes de la grabación del programa. La primera obra escogida por Ibáñez Serrador fue una selección de Las mil y una noches.
Desde luego, Chicho sabe bien lo que se trae entre manos; acude a la cita a piñón fijo, con la misma cadencia que hace tres décadas, con un esquema televisivo sin arritmias, y el eterno retorno como lema único e inequívoco. A pesar de los esfuerzos de decoradores, encargados de vestuario, actores y bailarinas, uno tenía la sensación de estar en la España de los Alcántara, y no en la antigua Persia.
Lo cierto es que el pragmático mundo de las cifras dictó sentencia: un pico de más de once millones de telespectadores, y una audiencia media de más de seis, repartidos a lo largo de casi 200 minutos de programa, suponen darle a la competencia en las mismísimas narices. Las alabanzas, además, le han llovido al progenitor de doña Ruperta desde ese firmamento celestial del pensamiento único. En ese paraje vitalista y florido de la prensa del "España va bien" existe un enorme foso repleto de hipotecas y tipos de interés variable, muy variable. Entre tanto candil victorioso ha habido quien, incluso, ha definido a Chicho como el exterminador de la programación basura. Vamos, una especie de don Limpio - Mr. Proper antes de la llegada de Aznar al Gobierno-, pero con bufanda, insisto, capaz de hacer brillar los suelos de TVE y los gemelos de quienes han apostado por él desde los puestos directivos.
Don Narciso se había jartao, en los insalvables días de promoción previa de su criatura televisiva, de pregonar que se trataba de conseguir que la juventud leyera y no sé cuántas engañifas más. Desde luego, si a alguien le da por leer como consecuencia de haber visto el primer programa del nuevo Un, dos, tres, habrá que creer en los milagros. La invitación a la lectura brilla por su ausencia. Ni siquiera es necesario que cada concursante lea el libro completo para acudir al sarao; la pareja competidora se puede repartir la tarea de la lectura fifty-fifty.
Si cabe felicitar a Chicho por su innegable pragmatismo y eficiencia. También es menester señalarle con el dedo y aportar algunas referencias que muestran a las claras qué lejos está de optimizar esa pretendida inducción a la lectura a través de su criatura mediática. Ésta no es más que un pretexto, una excusa, un camelo, un cubileteo interesado, un chanchullo. Para empezar: durante la emisión del programa hubo varios intermedios en los que se sucedieron más de 150 anuncios, de los que muy pocos invitaban precisamente a leer. Para continuar: a lo largo del vía crucis rupertiano desfilaron promociones de un banco, de una empresa eléctrica, de un fabricante de productos para el desayuno, de un complejo hotelero, de una empresa de herramientas y de un fabricante de colchones. ¡Ah!, y se promocionó una película producida por Santiago Segura.
Se mire, pues, por donde se mire, este déjà vu pretencioso no es más que un gigantesco anuncio, un maratoniano spot multiusos, un publirreportaje guisado con prestancia, pero anodino e insípido.
El programa avanza y no se atisba ningún fomento literario; tan sólo se captan las invitaciones a consumir, consumir y consumir. Gastar, comprar, hacerse con, lograr, rentabilidad, bienestar, placer, confort, ventajas... Términos, todos estos, muy lejanos a la magia, a la ensoñación, a la creatividad y al viaje quimérico que se desprenden de la lectura.
De los humoristas -supuestos humoristas, pues su humor debe suponerse; es un acto de fe en toda regla- poco cabe decir. Se pasaron todo el programa tirando guarrerías al respetable. Las risas enlatadas y los aplausos pregrabados también afloraron. Y eso que el jovencísimo público asistente a la larguísima jornada de grabación aguantó estoicamente todo lo que le echaron.
Pero hay más: una de las anunciadas preguntas de cultura general era la siguiente: ¿Qué artículos se pueden encontrar habitualmente en una maleta de viaje? ¡Toma dosis de cultura general! Otra grande: la pareja que finalmente concursó por el premio final tuvo que hacer frente a una pregunta endiablada, vengativa, dolorosa, hecha con saña, impostura y una tacita de mala leche. Tenían que citar en un tiempo de 45 segundos los nombres de autores literarios que hubieran escrito sus obras en italiano o francés. En ese tiempo no acertaron a decir más que uno, un tal "Antoine Dallan", al que no tengo el gusto de conocer, ni del que nunca he oído hablar. Fueron 45 segundos de mutismo, un vacío atroz y después tinieblas. Ni Proust, ni Balzac, ni Hugo, ni Malraux, ni Sartre, ni Verne, ni Voltaire, ni Zola ni Molière merecieron el honor de aparecer en el gran desfile literario puesto en marcha por Chicho a bombo y platillo. Y comprenderán que eso escueza lo suyo en el espíritu de un crítico afrancesado. Claro, que la infeliz pareja que desmereció a Maquiavelo y Flaubert tuvo su merecido: su premio consistió en 1.000 botellas de purgante.
Quién sabe. Después de todo, quizá sí estemos ante un programa que fomenta la lectura. ¿No fue Groucho Marx quien dijo que cada vez que alguien encendía el televisor a él le entraban unas ganas enormes de leer un buen libro?
Escrito por: Marat.2004/01/14 08:00:00 GMT+1
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2004/01/07 08:00:00 GMT+1
Mal acabó el año 2003 y mal empezó 2004. Una programación televisiva burda, mezquina y pestilente amargó las fiestas a un montón de españoles. Una amargura que sirve como antesala a la desesperación: si las cadenas continúan faltándole el respeto a la audiencia, terminarán con otra tradición, la de tomar las uvas. Qué bochorno, qué ramplonería, qué esperpento, qué soez. Se trata de un problema con nombres y apellidos. Huele a falta de imaginación, a escasez de recursos creativos. Y no es que no haya gente capaz aquí, no; es que se prefiere al personal sumiso, biempensante, servil, acrítico, dócil, moldeable...
Una indecencia que pagamos todos
Que una televisión pública como Telemadrid se convierta en un ente púbico el día 31 de diciembre debe producirle congoja y cabreo al contribuyente. Dos presentadores gritones con devaneos en parajes del histerismo y ademanes espasmódicos incesantes no deben servir en ningún caso para despedir el año, ni siquiera para entretener a espermatozoides de laboratorio. La cosa resultó atroz, espeluznante, carente de ingenio y sensibilidad.
La descarada pareja del infumable "Mamma Mía" va por la tele con una flor en el culo -sin connotaciones sexuales, por favor-, paseando por los pasillos una suerte infinita. Si ese engendro se vende a una televisión pública, no es de extrañar que madame Obregón publique un libro, o que se considere a sí misma una actriz. La tele de Esperanza les da barra libre, y poco importa si es garrafón lo que curte los intestinos. La borrachera audiovisual nos devuelve a las cavernas, donde algunos ya mostraron más ingenio creativo con las pinturas rupestres, capillas sixtinas comparadas con la bazofia a granel que derrocha la pareja de presentadores impresentables en lienzos.
Una receta desacertada
Telecinco no le fue a la zaga en mal gusto. Poco cabe esperar de Vázquez y Alcayde. Poco no: nada. Nunca fue más imprescindible un guión. Ni siquiera Bertín Osborne fue capaz en sus mejores tiempos de improvisar tanto y tan mal.
El mejunje erótico-festivo de "Aquí hay tomate" le daba al paladar un sabor agrio, como de gazpacho aguado y antiguo. Ese descalabro intempestivo consigue buenos resultados a diario, así que para qué estrujarse el cerebro. Se le añade una pizca de periodismo jurásico con María Teresa Campos y apañados todos en el redil. Lo raro fue que no confiaran en la prole de Gran Hermano para tan señalada ocasión. Aunque resulta fácil imaginar que las nueva horda de intelectuales españoles amamantados por la Milá estaría pasando la Nochevieja en cualquier albergue con gente necesitada, pues de todos es conocido su altruismo, sacrificio honroso que les lleva en algunas ocasiones a desnudarse ante Interviú con tal de recolectar y recaudar unas monedillas para el prójimo.
Toma, Moreno
Antena 3 le dio a la zambomba del Moreno, dicho sea con el mayor de los respetos y sin gustosas segundas intenciones. Quiero decir que estiró el cable del éxito de la serie "Aquí no hay quien viva", un serial que arrancó mal, pero que freno su anunciado suicidio hasta desembocar en guiones de mayor ingenio. La audiencia les ha premiado, pero últimamente parecen volver a las andadas, al precipicio siniestro del adiós. José Luis Moreno, ya sin sus muñecos, se presenta con sus muñecas como un encantador de serpientes en una verbena dominguera, en un guateque chispero de gramola y Georgie Dann. El resultado final fue indescriptible; esta vieja mente no da para tanto, quizá algún genio lo logre, pero yo no doy más de sí. Eso sí, la halitosis audiovisual que desprenden los productos de Moreno echa para atrás a una hiena. El coronel Trautman dijo que Rambo era capaz de comer alimentos que harían vomitar a una cabra. Pues bien, no hay cabra, ni macho cabrío que aguante la verbena del Moreno en Antena 3. Esta antropofagia cultural representa una amenaza a tener en cuenta. Tal diarrea televisiva decora el jardín de las necedades en que se ha convertido la programación de fin de año. Que tiren de la cadena, al acabar. Qué menos.
Que se vaya con sus ovejitas
El "surrealismo españó" tuvo en Carmen Sevilla a su musa impertérrita. Ataviada de Drag Queen de secta ultrarreligiosa, la señora de las ovejas cantó a dúo con el majete de Ramón García las doce campanadas. (García, por cierto, puede estrenar una capa diaria con la pasta que gana al año en TVE). Antes, los simpáticos presentadores habían saludado a sus familiares respectivos aprovechando la ocasión, como si fuera la primera vez que veían una cámara. Carmen Sevilla sugirió la posibilidad de dar la campanada y tomarse las uvas en Irak. Genial idea. Lo que no dijo es si sería conveniente tomárselas en la habitación del hotel Palestina donde mataron a José Couso o si sería más apropiado hacerlo desde cualquiera de esos hospitales de Bagdad que carecen de las más mínimas infraestructuras. Quizá se pudiera hacer desde un tanque de las tropas invasoras. Incluso se podría cambiar de escenario y acudir con el racimo y una botellita de sidra a Afganistán, Colombia o Chechenia. Aunque, claro, lo de Chechenia igual le suena a doña Carmen a raza de chucho.
La señora Sevilla vive en una moviola bucólica permanente, y ahora vuelve a anunciar Coca-Cola, cincuenta años después de convertirse en el rostro español elegido para darle un poquito de la chispa de la vida a la Hispania franquista. Los de la pócima secreta con burbujas deben estar buscando clientela en los geriátricos o quizá es que ya no saben qué hacer para frenar el avance de Meca-Cola.
Y por si fuera poco, Carmen Sevilla se instala en TVE en pleno Cine de Barrio, después de que al Parada le provocasen una parada cardiaca -televisivamente hablando, si se puede-. De Parada a parado, una paradoja en el paredón de la tele de Urdaci, el Señor de los Premillos. Jodepe, ¿es que alguien duda que Urdaci sea el mejor periodista audiovisual de los últimos veinte años? Bueno, sí, el segundo, el segundo mejor. Ortiz es mejor. O eso dice Urdaci. Irreal como la vida misma.
Lo dicho, a este paso tomaremos las uvas con el televisor apagado y dejándonos llevar por la magia de la radio. ¿Se imaginan a Jiménez Losantos vestidito de burbuja Freixenet? ¿Ven como la radio tiene su encanto?
Escrito por: Marat.2004/01/07 08:00:00 GMT+1
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2003/12/31 08:00:00 GMT+1
Ni estrellas, ni sol, ni luna*
Hay un portal en este mismo sitio web -más parece un terrain vague-, que ocupa un espacio inmerecido en la red de redes. Se trata, ya lo habrán adivinado, de la infecta sección que Belentxo Martos satura incomprensiblemente, semana tras semana, con presuntas reflexiones personales, llenas de caos y de información adulterada, de exposiciones gratuitas de querencias de la autora, y de literatura trasnochada, al lado de la cual los peores momentos de Manolito Gafotas son parte de lo más florido de las letras mundiales. He creído mi deber dar al traste, de una vez por todas, con la posibilidad de que la Martos influya de alguna manera en las cándidas mentes de los inocentes y descuidados lectores. Alguien tenía que hacerlo, y este humilde Amigo del Pueblo, desde su bañera, no ha sido nunca enemigo de las acciones temerarias.
Crean mis bienamados seguidores -son legión- que no es plato de mi gusto el dedicarle más de la atención estrictamente necesaria, a tal personaje. Pero nunca he sentido desapego hacia el deber social. He aquí mis fundadas críticas al Portal de Belén, en el que, a pesar de su festivo nombre, nunca he encontrado cuerpo astral alguno. Ni estrellas, ni sol, ni luna. Algún meteorito pseudoliterario ha dejado caer la autora sobre el prodigio de las humanidades, que ha causado daños probablemente irreparables en el panorama cultural que nos rodea.
Martos y trece
Comenzaré discrepando con Javier Ortiz, a quien por lo demás respeto y alabo el gusto de contar conmigo entre los colaboradores de su página, cuando afirma, en la presentación de la funesta sección y de su autora, que Martos está "siempre presta a la coña y al juego de palabras divertido". Ignoro a qué se debe tal falta a la verdad, pero sé de buena tinta que Belén no habita precisamente en la casa de la guasa. De hecho, al recabar información en los tugurios barriobajeros que frecuenta (espero que este esfuerzo ímprobo merezca recompensa), he escuchado expresiones como "es de un triste que se te descompone el cuerpo"; "tiene menos gracia que Rajoy bailando el mambo"; "siempre cuenta los mismos chistes, da grima oírla"; o "da la impresión constante de venir del funeral del único hombre que le ha hecho caso". Por otra parte, no es difícil darse cuenta, si a alguien se le ocurre dar un repaso por sus escritos -lo cual recomiendo encarecidamente no hacer-, de que los chascarrillos con los que salpica aquí y allá sus octavillas y pastiches adolecen del mismo fino sentido del humor que los berridos de Los Morancos de Triana o los monólogos de Chiquito de la Calzada, con el agravante de que Martos pretende, encima, hacerse pasar por una intelectual.
Si no sabes, ¿para qué te empeñas?
Lo cual me lleva a la otra cara de este oscuro asunto: ¿Desde cuándo, oh Diosa Razón, cuyo sueño produce este tipo de monstruos, alguien de tan escasa y descuidada formación, que se permite opinar sobre artistas consagrados a los que no debería hacer otra cosa que rendirles silenciosa pleitesía, encuentra acogida en un espacio en el que publican gentes de tan valiosa categoría como la de este humilde crítico polivalente? Martos deja al descubierto constante y bochornoso sus lagunas culturales, con la desvergüenza y la osadía propias de la ignorancia, cuando cita a autores que todo el mundo conoce, como si con ello ascendiera en la escala de la sabiduría. Y lo que provoca en el paciente lector no es sino una sonrisa de compasión, cuando no una molesta caries que nace por culpa de la presión de sus pobres mandíbulas, presas de patas en él. Presas de la ira, esto es. (Empieza a afectarme, y pido disculpas por ello, el releer las cosas de Martos; lo que no he tenido más remedio que hacer, en pro de la exactitud de la crítica que me ocupa.)
Cierto es que en lo que respecta a sus opiniones políticas -si es que son propias y no fruto del plagio, detestable costumbre en la autora-, aunque salvando ciertos matices sin importancia, este jacobino con dermatitis coincide básicamente. La cuestión es que nada tiene de extraño tal sincronía opinatriz, si se tiene en cuenta que lo que Martos expone, plena de convicción de que cuenta pensamientos originales, no son sino obviedades y lugares comunes que cualquier persona sensata corroboraría.
El vicio que afea los escritos de la autora es, sin embargo, tan desagradable que provoca en el que los lee la necesidad de distanciarse del contenido de lo leído. Y ese sucio hábito no es otro que el uso de palabras y expresiones malsonantes, verbi gratia: "bestia parda" (refiriéndose a Álvarez Cascos); "los odio" (a los miembros del Gobierno); "pelma" (su sufrido jefe); "digo yo que ya hemos tenido bastante con tantas generaciones de hijoputas"; "joder"; "coño"; "hostias"; etc. Esta exhibición de lo profundo de su extracción social sólo produce disgusto en el que incautamente cae en las redes del Portal de Belén.
Ojalá este artículo abra los ojos de los que alguna vez han sentido algún aprecio hacia los escritos de Belentxo Martos. Si así no fuera, permítanme entonar a pulmón lleno la obra maestra de los inconmensurables Scorpions: "Beware of the alien nation / beware of the truth that they seek". O tal vez el castizo éxito de moda, emulando a Simancas: "Vale, que a lo mejor me lo merezco, bueno". País.
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* Dedico este texto a la memoria del gran Antonio Rivero Crespo, (a) "El Peíto", también conocido como el "cuñao" del "Risitas", ambos colaboradores insignes del programa "Los Ratones Coloraos", de Jesús Quintero. Crespo falleció el lunes 29 en Sevilla. Desde la bañera, mi admiración y mi respeto. D.E.P.
Escrito por: Marat.2003/12/31 08:00:00 GMT+1
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2003/12/24 09:00:00 GMT+1
Julio Iglesias se define a sí mismo como el cantante latino más importante del siglo. Imaginamos que se refiere al pasado, porque hoy su hijo vende más discos que él, y además, con gorrito de nieve incorporado, llueva, caigan copos de nieve a mansalva, luzca el sol, o sufra una soflama de un par de narices. Su vástago lleva gorro de nieve hasta en la cama. Quizá sea su amuleto o chorradas de este marketing capaz de lavar cerebros en listas de éxitos contaminadas.
En sus apariciones públicas, en los espantosos playbacks con que castiga a los esporádicos telespectadores -esos que caen por casualidad en las garras de sus actuaciones- siempre se sitúa ante las cámaras dando, mostrando, regalando su perfil bueno. Obsesionado con mostrar únicamente éste -el derecho, curiosidades de la vida-, el cantante Julio Iglesias protagoniza un monográfico en TVE enfundado en un reluciente, veraniego y pulcro blanco sin igual. Cuando comienza a sonar su voz lleva el micrófono a la altura de la caderas. Qué más da, Julito no tiene el menor reparo en no ocultar que lo suyo es la presencia, y lo de menos si cuela la actuación o no. Sabe que su nombre es lo que vende. Es una marca registrada.
Cualquier artista que se precie debería demostrar que es un número uno o el mejor del siglo, como él mismo dice, cantando en directo, sin miedos, sin trucos, sin posturitas, sin devaneos contorsionistas ni espasmos inclasificables. Ahora, a Julio Iglesias le ha dado por hacer cosas raras con las manos. Bueno, para ser exacto, cosas más raras aún que de costumbre. Cómo es capaz de sujetar así el micro es un misterio insondable e indescifrable, un ejercicio esotérico. Somete a las articulaciones de su mano izquierda a devaneos constantes, a ritmos futuristas, retorciéndolas al son de la música. Pero lo que más llama la atención de sus últimas intervenciones televisivas es la enorme expresividad de su rostro, techado por un pelo panocha imperturbable al paso de los años. Ese rostro me recuerda a un Ecce Homo; es un auténtico catálogo del sufrimiento humano. Cierra los ojos y realiza muecas que transmiten pena, dolor, como si sufriera la criatura. Y uno es consciente de que nada más lejos de la realidad, pero es lo que se percibe, qué quieren que les diga.
Va camino de los 80 discos, todo un récord de constancia, perseverancia... y suerte. Ha cantado sin inmutarse a Gwendoline, ha insistido diciendo que la vida sigue igual, nos ha mascado con cierta autoestima que es un quijote, ha sometido a una operación de cirugía al mítico tema Ne me quite pas y se ha atrevido con el O Sole mio, el bamboleo, las rancheras y.....
Terminan los cuatro minutos de rituales, concluye la autopromoción auspiciada con el beneplácito de la televisión pública española. Julio sigue girado, insiste en cultivar su perfil favorito, sonríe, y al fin sabemos que concluyó su vía crucis. Uno echa de menos su característico e inseparable "Graaaaias, ssspaña". Otra vez será. Puede que venga vestido de blanco o no; quizá cante en español, quizá en inglés; pero de lo que no cabe la menor duda es de que seguirá obsesionado con mostrarnos tan sólo su lado bueno. Seguirá actuando así en TVE, por la cara, por su cara bonita.
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Nota del autor.- Desde que cambié mi cuenta de correo, hace algunos meses, no he recibido ni un solo correo de lector alguno. Avisado de mi supuesta falta de pleitesía por unos amigos que me acusaban de actuar como el servicio de reclamaciones de Telefónica, o sea, pasotismo y silencio sepulcral, he advertido que debido a algún problema que no acierto a comprender se han perdido los correos que se me hayan enviado en las últimas semanas. Pido disculpas por ello y cambio mi cuenta de correo con el fin de seguir intercambiando impresiones con quien esté dispuesto a ello. Feliz Navidad. O felicidad, en cualquier caso, para todos.
Escrito por: Marat.2003/12/24 09:00:00 GMT+1
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2003/12/24 08:00:00 GMT+1
El día de su despedida parlamentaria, el endiosado José María Aznar volvió a participar en un guirigay de aúpa, enfrascado en una discusión con Zapatero y otros miembros de la oposición. Su capacidad de diálogo ha estado en consonancia con su capacidad expresiva o dialéctica.
Se fue el tío Aznar con sus rebajas y nos dejó decenas de instantes bochornosos, muletillas chusqueras, sonrisas esperpénticas y actitudes vanidosas varias. Mascó el chicle del terrorismo hasta la saciedad, inmerso en su burbuja de aislamiento, como si alguien le hubiera entregado en mano unas tablas con una única ley o mandamiento: la eliminación del terrorismo. Semejante sueño delirante parece haber marcado la senda de Aznar en los últimos años.
Para el mandatario de sonrisa quevedesca, bigote charlotiano y andares de spaghetti-western, el terrorismo es el principal problema al que se enfrenta el mundo en la actualidad. Curiosa apreciación la de este personaje de la triste figura, más Sancho que Quijano y más manco de ideas que Cervantes, lo cual no es demérito si no se hace acompañar de otras execrables carencias, de las que el señor presidente puede presumir en exceso. Carencias que incluyen la de la percepción objetiva de la realidad que nos rodea. A este humilde crítico le parece que el hambre es mayor problema para la Humanidad que el terrorismo. (No tengo demasiadas ganas ni fuerzas para filosofar, pues de lo contrario diría que el mayor problema del hombre es el hombre). El hambre causa más muertes y más estragos que el terrorismo. Mientras escribo estas palabras, varios seres humanos han fallecido de inanición. Los accidentes de tráfico provocan casi 6.000 muertes en las carreteras españolas cada año. ¿Pueden imaginar qué diría Aznar si el terrorismo causase idéntica cifra de "bajas" en la sociedad española en idéntico plazo? ¿Qué iniciativas ha tomado su gobierno aparte de las pifias de turno del hipnotizador Acebes? Y más, ¿no es un problema mayor para el mundo el aumento incesante de las desigualdades sociales y económicas? ¿No le preocupa a Aznar que cada vez menos tengan en sus manos más? ¿No es peligroso, inmoral e injusto que existan familias con miles de millones de dólares o de euros mientras hay gente durmiendo en la calle? ¿No resulta bochornoso comprobar cómo cada noche en las grandes ciudades del primer mundo decenas de indigentes registran meticulosamente los contenedores y cubos de basura en busca de los despojos de otros? ¿No le preocupa a José María Aznar el goteo continuo de muertes en las aguas del Estrecho? ¿Qué dice de quienes han perdido la vida tras naufragar sus pateras repletas de ilusiones y asfixiados, ahogados por las incomprensiones y la pasividad de los gobiernos? ¿Y qué dice Aznar sobre las tres muertes diarias que se producen en España como consecuencia de los accidentes laborales? ¿Alguien puede imaginar qué diría si todos los días hubiese tres atentados mortales en España?
En la raíz de estas comparaciones o asociaciones está la clave de los graves problemas que nos acechan. Esa clave que no ha sabido encontrar Aznar, pues las diferencias económicas, las desigualdades sociales, la falta de esperanza de vida, la ausencia de recursos y la falta de diálogo desembocan en el terrorismo que tanto le preocupa al propio Aznar.
Se marcha este presidente del Gobierno. Deja tras de sí un campo abonado por los incumplimientos. Prometió acabar con ETA. No lo ha conseguido. ¿Qué se puede esperar de un estudiante que ha suspendido la asignatura a la que más tiempo ha dedicado?
Escrito por: Marat.2003/12/24 08:00:00 GMT+1
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2003/12/17 08:00:00 GMT+1
Detienen a Sadam Husein y nos lo muestran con una tremebunda barba, el cabello de las sienes encrespado y unas ojeras tenebrosas, todo ello impropio de quien se pretendía un ser superior. Mientras toda Europa asiste al impacto audiovisual de su captura, en España estamos en plena operación triunfal con el "lerele lerele" más propio del franquismo, pero en versión adaptada, eso sí, a las necesidades estéticas del momento y en formato enlatado. Panem et circenses hasta la muerte.
Seiscientos soldados estadounidenses han participado en la culminación de esta operación de caza y captura. Estos centenares de fornidos muchachotes reciben alimentos en mal estado procedentes de las empresas filiales del sabueso Cheney. No importa, los que regresen a casa, que no serán todos, tienen garantizado el consumo de cheeseburger. Se repondrán.
Dicen que Sadam estaba armado, que no mostró resistencia. No ha faltado entre sus antiguos vasallos quien le reproche el no haberse pegado un tiro antes de ser capturado. A mí me huele a botín de delaciones este macabro hallazgo del dictador en un zulo. Se escondía en un agujero que contaba con un ventilador, que hasta en el fango ha conocido cierto lujo el muy energúmeno.
Quizá no valiera con él lo de "vivo o muerto". Vivito y coleando Sadam resulta más rentable, produce un mayor efecto desconsolador entre sus fieles. O al menos eso pretenden las cabezas pensantes de la CIA, cada día más cercanas a las de la TÍA, por mucho que lo de Kennedy aún plantee alguna duda entre los menos despiertos.
La bestia ya está en la jaula. Bremer, administrador civil estadounidense en Irak, dice: "Lo tenemos". Vítores y gritos, más propios de un partido de la NBA, dan la bienvenida a la noticia. Sí, es cierto, lo tienen. Pero, permítanme el ejemplo: si el franquismo no murió con Franco, no pretenderán ahora que, una vez capturado Sadam -otro tirano- los iraquíes canten el Himno a la Alegría. El rey de la selva lo es tanto por el miedo que infunde en unos como por el apoyo que recibe de otros. Ningún tirano tiene poderes sobrenaturales, ni sangre azul que valga, ni representa a ningún dios (espero que esta afirmación no me cueste la excomunión). Tampoco los presidentes endiosados en los pasillos de la democracia. Tampoco. Ahora Sadam podría emular a Pinochet, hacerse el tarumba, anidar en una silla de ruedas y terminar en una residencia de lujo en Los Ángeles. Aunque parece poco probable, porque a éste no lo reclama Garzón, con lo que ello supone de garantía exculpatoria en muchos casos, claro.
La mirada de Sadam, al que le colocan una doble d (Saddam) para que suene a Satán, refleja desconcierto. Ha sido derrotado. Lleva el 666 en esa barba mugrienta y de mil tonos grises. El número de la Bestia. A sus hijos los destrozaron con una violencia sin paliativos, sin medias tintas ni armas cortas. Sus cuerpos reconstruidos en la morgue reflejaban la crudeza y la efectividad con que se habían empleado los marines asaltantes. Esa efectividad que se echó de menos en el hotel Palestina de Bagdad, cuando un torpe soldado cumplió unas órdenes miserables y terminó con la vida de José Couso y la de otro periodista ucranio. Sus ojos eran los ojos de una audiencia amplia. Se cerraron para siempre y un fundido en negro vino a tapiar las imágenes de la Libertad. De Igualdad y Fraternidad, mejor ni hablo.
El desconcierto que refleja la mirada de Sadam es la etiqueta de un ser mortal. Esta bestia es mortal. Sadam no es ese ser pretendidamente superior, endiosado, vanagloriado y orgulloso. Ya no. Él no es más que un ángel renegado, un Lucifer hecho a medida del reclamo estadounidense. Su ego se reboza ahora en el estercolero de los vulnerables. Un médico del ejército de Bush comprueba su estado de salud. Con estas imágenes dañarán la moral de la denominada resistencia iraquí, de la que este cobarde se desliga apenas se le interroga. Pero quizá un animal herido se torna aún más peligroso. Sadam fue un buen día el aliado de los americanos; de ellos recibía las armas y la invitación con barra libre para liquidar a los vecinos iraníes y kurdos con armas químicas. Los yankees le regalaron la versión satánica del Quiminova.
Ahora, el atocinamiento, el desconocimiento y la perversidad separan la verdad de la bazofia comunicada en densos y constantes ejercicios propagandísticos.
Sadam es un ser necio, despreciable, un acicate para la Humanidad, pero, por encima de todo, un peligro flotante para el pueblo de Irak. Pero no nos engañemos, si éste no contase con petróleo, si su ubicación geográfica no fuese la que es, las cabezas de inocentes seguirían rodando en la interminable partida de bolos que juegan los mandamases de la Casa Blanca en una bolera repleta de negocios sucios.
Paradojas de la moral: una placa sobre la Casa de Correos de la madrileña Puerta del Sol rinde homenaje a los madrileños que se alzaron contra los invasores franceses. Han pasado tres siglos, y ahora los patriotas que pretenden expulsar de su propio país a los invasores son denominados terroristas. Hoy, el asesinato de unos espías en un país invadido por potencias extranjeras recibe la consideración de atentado terrorista. En caso de que TVE repusiera la serie Curro Jiménez, el personaje interpretado por Sancho Gracia sería un terrorista de toma pan y moja, y sus ataques, trabuco en mano, nos mostrarían el modus operandi del terrorismo ibérico.
Y en medio de esta absurda ceguera se define como accidente el asesinato de niños en Afganistán. Da igual si son seis, siete o veinte; nunca conoceremos sus nombres, ni las televisiones del pensamiento único darán una cobertura pormenorizada de esos daños colaterales. Masacran a los desheredados, destrozan al pueblo afgano, de ínfima calidad y peor esperanza de vida.
Guantánamo es otro insulto más a los derechos del Hombre. El poder americano se ríe con la complicidad de peleles y payasos vestidos de mil colores. Peleles que ocupan jefaturas de estado, dicho sea de paso, un dato importante y a tener en cuenta, especialmente por los millones de seres humanos que los eligen con sus votos.
Mientras compruebo cómo se cuentan por millones quienes complacientes cierran los ojos y tapan sus oídos, me sigo preguntando dónde está Bin Laden. Y, por encima de todo, ¿quién le abrió las puertas del infierno a Sadam?
Escrito por: Marat.2003/12/17 08:00:00 GMT+1
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