2004/09/15 08:00:00 GMT+2
Escuché el otro día cómo se debatía a la salida del cine acerca de la eutanasia, esa "muerte buena" (cuando menos, etimológicamente) llena de complejidad y contradicciones. Amenábar ha regenerado la controversia sobre tan fino y delicado asunto con su filme "Mar adentro". Quienes consideran la vida un regalo difícilmente pueden aceptar que alguien lo rechace. Son códigos del más allá, que algunos no sabemos interpretar sin la ayuda de un ángel celestial que traduzca el idioma divino. Y como el ángel no aparece, pues en ésas estamos, estableciendo humanamente, como no podría ser de otra forma, nuestros propios códigos vitales.
Ramón Sampedro no quería seguir postrado en esa cama más tiempo. 30 años eran para él suficientes. Bebió el veneno, como Sócrates, y cumplió la máxima del maestro de Platón conociéndose a sí mismo hasta el umbral de la muerte.
No se debate, sin embargo, ni en tertulias, ni a la salida de los toros, ni en el pleno el ayuntamiento, si resulta coherente, lógico y defendible seguir patrocinando y costeando esos absurdos encierros en los que los amantes del riesgo se juegan la vida corriendo delante de un toro. Algún capullo ha llegado a ponerse ante las astas portando a su hijo de corta edad en sus hombros. Lo de capullo es casi un halago para tipejos trogloditas que creen seguir viviendo en las cavernas oscuras. Estos artistas de la incoherencia y el embrutecimiento cuidan sus pinturas rupestres, siguen plasmando la creencia del más allá en esas manchas sangrientas que reposan para la eternidad en las paredes de un hábitat morboso y sanguinario.
En Cantabria acaban de morir dos hombres a causa de heridas provocadas por asta de toro. Vivían, protagonizaban las fiestas del pueblo y acabaron en un ataúd. Buscaban el riesgo y encontraron la muerte. Se tenían por valientes y épicos y su premio fue el silencio de la inexistencia. Todo ello regado por dinero público, auxiliado por los ayuntamientos de mil y una localidades que siguen organizando, consistiendo y animando este absurdo ruedo del terror. ¿Es ésta, acaso, una "muerte buena"?
A la salida del tanatorio nadie debatía esta cuestión.
Escrito por: Marat.2004/09/15 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
eutanasia
ramón_sampedro
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/09/10 08:00:00 GMT+2
Aznar, otra vez Aznar. Políticamente resultó ser muy pequeño. Su bagaje dejó muy satisfechos a los dueños del dinero, o sea, a los grandes. Sacó pecho y lo lució hasta que un buen día el pueblo le desinfló el wonderbra. La mejor de sus decisiones fue, sin duda, la de abandonar la presidencia tras ocho años de mandato. Ése fue un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la Humanidad. Salió por la puerta de atrás afligido, conmocionado y renqueante. Su rostro desencajado en la calle Génova tras el varapalo electoral lo decía casi todo. Creyó que se le añoraría, que le harían dar la vuelta al ruedo tras la faena, pero el pueblo decidió aquel 14 de marzo indultar al toro y menospreciar al novillero Rajoy. Aznar guardó las banderillas, hizo las maletas y se preparó para una nueva vida, lejos del ruedo parlamentario.
Apadrinado por universidades norteamericanas y foros de chiripitifláuticos reaccionarios, José María Aznar está llamado a protagonizar aún muchas jornadas de diversión mezquina y bochornoso espectáculo. Chemari tiene la gracia de los conejitos Duracell, que duran y duran, haciendo caso omiso de la consigna de Gracián que decía que "lo bueno, si breve, dos veces bueno". Aznar no sabe ni quién es Gracián, por mucho libro que le escriban desde las oscuridades editoriales. Aznar es un político breve, pero unos cuantos engolados y adinerados vejestorios nos lo quieren perpetuar. Estos conservadores impenitentes tratan de crionizar intelectualmente a nuestro Josemari, como si fuera el Walt Disney de las conferencias, con sus dibujitos animados bajo el brazo. Aznar es su propia caricatura a tamaño natural, y con ella va alegre, feriante, de mesa redonda en mesa redonda.
Aznar ha sido un político menor, algo topo, gris, de pensamiento enclenque, gobierno desmadejado y menguada pertinencia. Fue cocinero de menudencias infinitas con sus doctrinas filosóficas en escabeche y sus gallinejas en forma de receta léxica. No pasó del "España va bien". Ésa fue su mayor aportación metafísica. El cuco ex presidente creyó que lo dejaría todo atado y bien atado, pero su caudillaje tocó fondo con el circo de Acebes tras el 11-M. Chemari gritó mil y una veces el "pasen y vean" en la pista central, pero se olvidó de cerrar la jaula de los leones y la cosa acabó en carnicería electoral. Chispeante, atolondrado, medio náufrago, el leve Aznar se dejó llevar como si fuese una bola de acero en medio de una esas máquinas de pinball en las que se encienden y apagan luces mientras resuenan mil y una campanas. El jefe mequetrefe perdió la partida. Pero su infinito ego le impidió asimilar la derrota.
Al minúsculo politiquillo lo invitaron la semana pasada a presidir una mesa redonda en el foro Ambrosetti. Qué curioso, en la Italia de su amigo Berlusconi, quien lleva camino de convertirse en la una nueva señorita Pepis, con tanto culto a la imagen, tanto estiramiento facial y esos injertos capilares de alta alcurnia. Ahora toca recoger, pensará Aznar. El caso es que nuestro exiguo ex presidente compartía mesa con el mismísimo John Ascroft, ese fiscal yanqui al que le da por ir tapando los pechos de las estatuas que representan a la Justicia. Pues con tipos como ése se encontraba Chemari cuando se supo de la matanza de Beslan. El futuro presidente de honor del PP se encendió, preparó su discurso de incongruencias y se puso a largar. Confieso, llegados a este punto, que es poco menos que imposible soltar más gilipolleces en menos tiempo (es fonética, léxica y materialmente imposible) y cuesta horrores decidirse por mostrar unas y descartar las otras. No voy a entrar a evaluar el cociente intelectual de Ansar; ni yo soy Martín Prieto, ni Aznar es Marina Castaño, aunque el caballero de la triste figura comparta con ella tantas inquietudes y amistades. Además, la cuestión no estriba en el cociente intelectual de Chemari, sino en cómo utiliza ese cociente. Y aquí tienen ustedes una prueba irrefutable, de antología, vamos. Dice el pequeño Josemari que estamos en guerra. ¡Pues primera noticia! ¿Y con quién? ¿Está España en guerra con Chechenia? ¿Acaso con Irak? ¿Quizá con los palestinos? ¿Con los hutus o con los tutsis? ¿Y por qué no nos cuenta cuál es el origen de esta guerra, qué motivos han llevado a esta guerra? Pero dejemos que se explique Aznar: resulta que es el terrorismo internacional el que le ha declarado la guerra a la sociedad occidental libre, próspera y predominantemente laica. ¡Toma ya! ¿Es o no es pequeño este tipo? ¡A la sociedad occidental! O sea, que ponen una bomba en Bali, Managua o Nueva Delhi y la cosa también es contra Occidente. Y habla de sociedad predominantemente laica. ¿Lo dirá por sus ministros del Opus Dei o por los miembros de su gabinete pertenecientes a los legionarios de Cristo? ¿Lo dirá por la enorme fe de su antiguo fiscal general del Estado o por la evangelización crónica de su presidente del Tribunal Constitucional?
Conclusión científica: la majadería discursiva de este saltimbanqui con bigote es inversamente proporcional a su tamaño como político. Aznar es, definitivamente, la mínima expresión de la coherencia política. Es el político átomo.
Otra perla del empequeñecido ex presidente: "Se está en guerra con toda una ideología totalitaria". Aznar luce una vez más su flaca memoria, una sorda atención y enarbola la bandera de la irreflexión. En 1936 se luchó contra una ideología totalitaria. Y en 1940, miles de españoles combatieron a Hitler, lo derrotaron cinco años después (algunos, más de 10.000, pagando con su propia vida) para encontrarse luego con la pasividad internacional, que permitió a Franco hacer a sus anchas. Y a Franco, cabeza hueca e icono de la ideología totalitaria apenas se le plantó guerra. ¿Es que ha olvidado Ansar sus raíces contemplativas y complacientes? ¿Acaso combatió Manuel Fraga, el papá pitufo de los populares, la ideología totalitaria? ¿No ha sido la fundación Francisco Franco mimada por el Gobierno Aznar con enormes aportaciones económicas?
Y sigue erre que erre, como los conejitos de las pilas alcalinas, ya lo avisaba: "El mundo terrorista y radical debe ver nítidamente que estamos en un único combate". A estas alturas ya no sabe uno si acudir a la antropología, a la ciencia marina o a la granja de Terelu. ¿Cómo se puede soltar tal memez y quedarse tan ancho? ¿Cuáles son los contendientes? Que responda este visionario de tres al cuarto de qué lado deben ponerse los españoles. ¿Acaso hay que estar con las fuerzas especiales rusas que han violado, torturado y masacrado a ciudadanos chechenos inocentes? ¿Qué crítica ha levantado el Gobierno de Aznar contra la deshonrosa actuación de Putin en Chechenia, denunciada una y mil veces por Amnistía Internacional y descrita con todo lujo de detalles por la periodista Anna Politkovskaya? El ex presidente del gobierno español ha mirado a otro lado, como Chirac, como Schröder y como tantos otros líderes políticos.
Lo más triste de todo es que a Aznar le paguen dinero, y mucho, por evacuar sus sandeces, por hacer sonar la flauta. Sus mecenas no tienen en cuenta que el pentagrama de Aznar es tétrico, está lleno de borrones y de notas discordantes. Su concierto es tan previsible como mohíno. Pero él venga que sopla y resopla y vuelta a resoplar. Se ha convertido, pese a su insignificancia política, en una atracción de feria, siempre dispuesto a hacer reír a neoliberales, listo para ser adorado por los reptiles del fondo.
Y Aznar, por mucho que quieran convertirlo en un ideólogo, por más que se empeñen en darle forma de teórico, aunque el susodicho se empeñe en crecerse, no pasará de ser la mínima expresión del raciocinio político. Siempre será el político átomo.
Escrito por: Marat.2004/09/10 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
josé_maría-aznar
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/09/02 08:00:00 GMT+2
Han concluido los Juegos Olímpicos de Atenas y se me antoja necesario lanzar alguna jabalina bienintencionada y algún que otro martillo inofensivo.
Medalla de oro
Contaba Indro Montanelli en su Historia de los griegos que en los Juegos de la Antigüedad «las ciudades mandaban pomposas embajadas de personalidades emperifolladas, que se dedicaban a observarse para ver quién llevaba el uniforme más hermoso, el cinto más fastuoso, los penachos más coloreados». Resulta curioso comprobar que muchos siglos después la cosa apenas ha cambiado. Me pregunto qué tiene que ver el espíritu olímpico con toda esa tropa de jetas del "todo gratis", con esa prole de aristócratas fantasmagóricos, acomodados en alcobas lujosas, dedicados a la contemplación de la escena desde la perspectiva regocijante y opulenta del "que pague el pueblo". Son la gente guapa del deporte, los mandamases, los dirigentes, llegados a la escena para entregar las medallas y las coronas de olivo. Nunca nadie saboreó tanto las mieles del éxito ajeno; jamás nadie logró tanto por menos. Entre tanto buitre carroñero y tanta polilla adiestrada, no cabe esperar nada de humanidad ni de espíritu olímpico. Y menos con los discípulos de Alí Babá. ¿Dónde están estos vividores cuando el gimnasta se cae de la barra? ¿Dónde cuando las fuerzas flaquean? ¿Dónde cuando no responden los brazos y se nubla la vista? ¿Dónde cuando se derrumba el atleta? ¿Dónde cuando se desmorona el trabajo de toda una vida? ¿Dónde cuando las lágrimas empañan la imagen del triunfo que no llegará ya más? ¿Dónde cuando suena la marcha fúnebre de la derrota? ¿Dónde cuando el deportista humilde concluye una prueba mucho después que el vencedor?
Medalla de plata
El sufrido y pesaroso viaje a Atenas que se han pegado Ruiz Gallardón, Manuel Cobo, Trinidad Jiménez y cía. Pobre gente. ¡Y todo por organizarnos a los madrileños unos Juegos! Tanto altruismo acabará pasando factura. Y vaya si la pasará.
Medalla de bronce
12.000 deportistas y 15.000 periodistas. Más que Juegos Olímpicos cabe hablar de Juegos Periodísticos. La retransmisión de TVE del sarao multicolor y multiétnico ha sido aceptable. El endeudadísimo ente ha contado para ello con el trabajo de 300 profesionales. Mejor no preguntar cuánto nos ha costado a los españoles la tan cacareada cobertura de los Juegos durante las 24 horas del día. Lo de la deuda de TVE no lo arregla ni Stephen Hawking, por mucho que se trate de un agujero negro.
Diploma olímpico
No pretendo parecer pesimista (bastante tengo ya con serlo), pero el asunto del dopaje está convirtiendo la práctica deportiva de alta competición en un bazar repleto de tramposos a los que resulta difícil desenmascarar. Menudo espíritu olímpico. Citius, Altius, Fortius, al precio que sea, tragando los brebajes que haga falta y batiendo récords de indecencia. Pócimas secretas para recaudaciones millonarias, elixires milagrosos elaborados por médicos que se pasan el juramento hipocrático por sus posaderas. Parece que se lucha contra el control antidoping y no contra el crono.
Igual hay que reclamar el regreso de Julián Lago con su máquina de la verdad. ¿Se lo imaginan a la entrada de meta?
Mención honorífica
Y qué me dicen de los jueces encargados de rifar las medallas en deportes como la gimnasia o la natación sincronizada (no voy a caer en el victimismo delirante con que nos gratificaron algunos medios de comunicación en el España-EEUU de baloncesto, por mucho que resultase sospechosa la designación de un árbitro mexicano para impartir justicia sobre la cancha). Las denominadas medallas subjetivas suelen responder muy a menudo al magnetismo de las grandes potencias. Son subjetivas porque su conquista depende del criterio de los jueces, a diferencia, por ejemplo, del atletismo, en el que los atletas luchan por ser más rápidos que sus rivales, o bien compiten unos con otros por saltar un centímetro más o lanzar un objeto un poco más lejos que el resto.
En la final del ejercicio de barra se armó la marimorena cuando los jueces encargados de la votación valoraron el ejercicio del otrora todopoderoso Alexei Nemov de una forma indecorosa. El público abochornado y enfurecido bramó contra la decisión de los jueces durante quince minutos. Los responsables del desaguisado levantaron un monumento al descaro y la desvergüenza, rectificando la nota inicial y mejorándola en algunas centésimas, lo cual no apaciguó los ánimos del respetable. ¡Ya hay que tener cara! Los engalanados sabelotodo no sabían dónde meterse, tragaban saliva ante la monumental bronca que les dispensaban los aficionados. Fue el propio Nemov el que tuvo que solicitar al público que guardase silencio para que continuara la competición. Nemov se quedó sin medalla, y los jueces salieron por la puerta de atrás, pensando quizá en cómo seguir conservando sus dietas.
Patada en el culo olímpica
A los dirigentes políticos que han vuelto a no respetar la Ekecheiria, la tregua sagrada que establecía el fin de las hostilidades entre ciudades hasta el fin de los Juegos. Las bombas de 250 kilos con el sello estadounidense han seguido cayendo sobre suelo iraquí mientras deportistas de ambos países competían en un mismo escenario. Una cosa es aceptar eso de que ojos que no ven, corazón que no siente, y otra más aberrante mirar a otro lado para no ver la realidad. Eso es, directamente, no tener corazón.
Escrito por: Marat.2004/09/02 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
juegos_olímpicos
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/08/25 08:00:00 GMT+2
Me dice un viejo amigo con muy mala baba -y no se llama Alfonso Guerra- que a Rajoy lo que le ha dolido es no haber aparecido en el reportaje gráfico con las ministras. Francamente, no creo que su tesis se sostenga en pie; además, tampoco tendría nada de malo un retrato mixto, populares y socialistas en una foto de familia aristocrática. Don Mariano tiene buen porte, un tonillo quijotesco, aunque le falta gracia, salero, marcha, no es tan danzarín como Aznar, y eso le resta glamour, si es que le quedaba algo después de hacer la Primera Comunión. Zapatero, sin embargo, mantiene ese aspecto de maniquí de rebajas, esa apariencia de muñeco acompañante de la Barbie, siempre con una sonrisa y ese gesto, más bien ejercicio, de reafirmación a lo González, siempre moviendo su brazo de arriba abajo, como cuando Felipe decía aquello de "por consiguiente".
Las ministras tampoco andan sobradas de glamour, el erotismo de ese reportaje brilla por su ausencia. Demonios, ¿dónde está la erótica del poder? Sí, puede que se diluyera en tiempos de Ana Palacio, con su alcachofo capilar y esos modelitos galdosianos, esos delirios y coqueteos con Colin Powell, y esa mística rumiante que la convirtieron en objeto de mofa.
De cualquier forma, demasiado polvo ha levantado el asunto de las señoras ministras, excesivo peaje en el recibo, sobre todo teniendo en cuenta que cuando se ponen a lo suyo, todas ellas dejan mucho que desear. En términos científicos, un agujero negro; en términos futbolpedánticos, no saben leer el partido. Recuerden, por ejemplo, la innovadora y platónica rebaja del IVA en libros y discos, anunciada con total ingenuidad y caída en el baúl de las carcajadas en menos de veinticuatro horas. O déjense llevar por la candidez de la ministra de medioambiente, a quien le pusieron la piel de gallina en las fotos sin que se diese cuenta. Es de esperar que tal zancadilla al menos sirva para que doña Cristina tome nota y sepa de qué rollo va lo de su ministerio.
Las fotos también han valido para comprobar cómo Cristina Alberdi -la Enrique Múgica de las féminas ¿socialistas?- le vendía el pescado a la periodista Curry Valenzuela, nuevo y flamante fichaje del Telemadrid de Soriano y Yanke. Alberdi, amiga entrañable de Esperanza Aguirre, se mostró muy enfadada con las ministras socialistas. Alberdi, Alberdi ella sí que es todo un modelo... a no seguir.
Escrito por: Marat.2004/08/25 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/08/19 08:00:00 GMT+2
La perio... dejémoslo en Lidia Lozano, a secas, marisabidilla ella, impregnada de su salsa de lozanía rumbera, reconocía recientemente haber dado rienda suelta a su pluma con algún que otro "montaje". Algunos de esos embustes de tinta y farándula tuvieron como protagonista estelar a la malograda Carmina Ordóñez, un cadáver exquisito para la prole de buitres carroñeros que se reparten ahora las tripas de la indecencia ante el amasijo de fieles espectadores boquiabiertos. Así, sin componentes aditivos, sólo con elementos naturales: la cara dura, el morro infinito y la soberana desvergüenza, una cohorte de avispados, papamoscas y vocingleros le realizan la autopsia al primer difunto que se encuentran en su camino.
Una famosa sigue dando de comer desde el más allá a estos informadores del desgarro y la raspa. Afloran sanguijuelas, se multiplican los parásitos, arrasando todo cuanto encuentran en su camino. Una cosa es devorar a tus hijos -como hizo Saturno-, y otra bien distinta hacer un programa gastronómico al estilo Arguiñano, retransmitiendo en directo la autopsia del fiambre y su preparación antes de servirlo en un plato frío.
El caso de Carmina Ordóñez muestra a las claras que nada puede estropear un buen titular, desvela que ni siquiera el fallecimiento de un personaje que genera pasta gansa puede frustrar las aspiraciones económicas de representantes venidos a menos, chulos de alcoba, secretarias indecentes y esquimales del vicio pueril más abyecto. ¿Dónde se encuentra el límite de la impostura? ¿Dónde el tope de la indecencia? ¿Por qué se tolera esta orgía de antropófagos? Estamos ante una inacabable cena de los idiotas, vivimos un maratón de obscenidades e impudencias. Y lo peor es que estos hechiceros, estos guisadores de falacias y patrañas viven un momento de esplendor, corriendo de una morgue a otra, dispuestos a rebañar su néctar vital de entre los cadáveres. Hacen caja, se lavan las manos, se enjuagan la boca, y a vivir, que son dos días. Comparado con ellos, Hannibal Lecter es más inofensivo que Zaplana en un concurso televisivo de cultura general. Otra comensal de este banquete sangriento y pantagruélico se limpiaba la dentadura tras la bacanal hace apenas unos días. Mientras se escarbaba entre las encías, reconocía que no había averiguado nada acerca de una noticia porque no había hablado con la protagonista de la misma. ¿Que por qué? Palabras textuales: "No la voy a llamar si no la conozco de nada". Tócate las narices. Toma nuevo periodismo de investigación.
A toda esta chusma del rumor estéril, a todo este ronroneo de necios y pazguatos le gusta retratarse como periodistas de carrera y rigor, pero luego no averiguan un dato porque resulta que no conocen de nada a la persona a la que en breve difamarán. Ahí es nada. Estos chancletas juguetean en el parvulario de la información, se divierten en los toboganes de la infamia, inventándose historias, y enarbolando el estandarte de los alcornoques. Alimentan sin descanso a sus mascotas en busca del trinque.
El asunto, aunque parezca inverosímil, tiene su lógica, la lógica del dinero. Así, detrás de estos chupasangres se encuentran varias agencias de información, expertas en transfusiones y en lograr que funcione la cadena de montaje, nunca mejor dicho. Desde hace ya unos años, en las cadenas de televisión estos saraos del despiece, estos talleres nauseabundos de historietas e histerias han levantado varias fortificaciones y cavado infinidad de trincheras. Se han formado dos grandes bandos. Uno de ellos cuenta con el cariño de Antena 3; el otro es el ojito derecho de Telecinco. Los enemigos se enfrentan con embustes e insultos. Tienen sus onces de gala, pero en verano salen del banquillo algunos pardillos a los que los más veteranos desvirgan en el arte del mamoneo y el chisme. Las sectas de la exclusiva adoran a sus mecenas. Las plegarias se confunden con los exabruptos. Visto el éxito de la fórmula y asegurada la paga de los mercenarios, miles de jóvenes sueñan con poder alistarse en este ejército de depredadores.
Llegada la hora del combate, las milicias se reúnen en corrillos, dispuestas a reproducir los rituales del culto y de la caza, prolegómenos del asalto. En el campo de batalla todo vale. Solamente María Teresa Campos y Javier Sardá, sumos sacerdotes del tinglado, son capaces de hacerse respetar; sólo ellos ponen orden en el gallinero. Lógico, son los encargados de firmar los cheques, la bestia sagrada del estercolero rosa, la razón de ser de estos buzos de las cloacas. Con tanto ajetreo pecuniario, con tanta epidemia de sacrificios, cualquier día se les olvidará enterrar al muerto.
Escrito por: Marat.2004/08/19 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/08/11 08:00:00 GMT+2
Qué injustos son siempre mis prejuicios, qué perversas las condenas ciegas de ira que voy repartiendo sin mirar siquiera a los ojos a quienes resultan ser finalmente inocentes criaturas. A él lo juzgué antes de tiempo, sin detenerme a comprenderlo, sin reparar en sus motivos, no observando la distancia que lo separaba de mi vulgar y mezquina condición de mortal. Quizá desde la atalaya de su impresionante superioridad doctrinal me haya contemplado con ese poso de incomprensión. Espero al menos que su revestimiento moral le haya permitido disculpar mi soberbia intromisión, mi ingratitud y mi descarado desconocimiento. Bien merecido me tendría, no obstante, su desprecio. Mas confío en su bondad. Aunque, bien pensado, quizá su colosal agenda justiciera no le haya hecho siquiera reparar en este humilde botarate. Quizá lo mejor sea eso, que ni siquiera haya sentido mi aliento ni mis irreverentes alharacas.
Aún me escuece recodar cómo en un principio me indigné con él. Menos mal que tras una justa y tardía reflexión, quizá imbuido de una celestial ayuda, supe que este hombre era un genio, un absoluto incomprendido. Quizá proceda de otra galaxia. Lo cierto es que se sitúa a años luz de los humoristas que parlotean tontamente en horario de máxima audiencia. Él no lo buscaba, pero le gratificaron con decenas de titulares, lo auparon a los telediarios, lo colocaron en las portadas, le invitaron a café, copa y puro en las cintas sonoras de los informativos radiofónicos.
Su rostro aviva con pulcritud la llama del encanto. Es un trapecista de la ironía, un malabarista del sarcasmo, un domador de los incordios. Además, como suele decirse, se come la cámara, estableciendo un insaciable cortejo con la perfecta fotogenia. Ahora me pongo el vídeo una y otra vez. Su vídeo. Este tío -permítaseme la familiaridad- es un genio, un azote para el vulgo que padece televisionitis, un colosal ejemplo a seguir para las masas ebrias de emisiones altisonantes y discordantes. Ya se puede asegurar que es el indiscutible personaje del verano. Georgie Dann está que trina, y las piltrafas bufonescas de Gran Hermano hacen rechinar sus dientes, amargados por el plano que les ha robado, cegados por el amplio espectro de luces que despide desde su trono en el prime time.
El rigor del pesimismo me había impuesto el aburrimiento, pero su aparición me devolvió al reino de los hombres que saben reír. No me divertía tanto frente al televisor desde aquel día en que Umbral fue a hablar de su libro al programa de Mercedes Milá.
El corral parlamenteril se ha excitado injustamente con él, protagonizando una rebelión en la granja con más tintes calderonianos que orwellianos. Si en Argentina ha surgido una Iglesia maradoniana, qué menos que dedicarle aquí una edificación asistida, procediendo rigurosamente con el almacenamiento in vitro de querencias, almas descarriadas y ensoñaciones espirituales, de manera que su rostro y su evangelio se multipliquen por nuestra geografía, marcada hasta ahora por realmadrides, alonsos, induraines y tamaras.
Él no lee la prensa, no escucha los informativos de la radio ni ve la tele, a excepción, claro está, de los documentales de la BBC. Debe ser -supone uno desde su necedad incontrolable- que todos estos medios de desinformación y papanatismo a ultranza quedan fuera de su jurisdicción consumible. Hace bien don Eduardo, pero que muy bien. Se cura en salud y evita entrar en contacto con toda esa chusma informativa. ¡Menudo regusto debe dar no saber quién demonios es Urdaci! Eso es mejor que el bífidus activo y el l-casei inmunitas de los yogures.
Así las cosas, seguro que al señor Fungairiño le trae al fresco quién gana el concurso Gran Hermano, qué modelitos luce Terelu Campos, qué colección de tangas exhibe cada noche Boris, cuántos libros escribe Ana Rosa Quintana imbuida por Zeus, los goles que mete Beckham dentro y fuera del campo o el número de bucles que adornan la cabeza de doña Cayetana de Alba. Tampoco verá don Eduardo los Juegos Olímpicos, ni sabrá cuántas medallas se cuelgan los políticos españoles, que como todo el mundo sabe, son quienes más disfrutan de la cosecha recogida por los atletas. Nada, don Eduardo pasa olímpicamente de estos vulgares entretenimientos. El suyo es, si acaso, un lanzamiento de jabalina con total apego al desaire tremebundo hacia las puerilidades del vulgo, un triple salto intelectual sin tapujos ni diplomacia mal entendida. Él no está aquí para perder su tiempo dorado con cretinos audiovisuales, panfletistas libertarios y envenenadores de las ondas, qué va; él no tiene tiempo. Es una cuestión de pulcritud espiritual y de falta de tiempo, por mucho que ante su presencia al diputado Labordeta le bailen sus velludas cejas, que parecen mechones revueltos por la desconfianza y la incredulidad. Se le atolondra el pelaje de las díscolas cejas al aragonés. Esos adornos de los arcos orbitarios se le arquean una barbaridad al diputado de la Chunta, se le revolucionan. Más le valdría a su señoría Labordeta cambiar de facha. No, no es una alusión a don Eduardo, me refiero a un cambio de fachada, de imagen, que no le vendría mal adecentar su mermada cabellera y confiar más en la palabra del bienaventurado Fungairiño, discípulo inmaculado del fiscal Cardenal. Sí, en pareado, que ahora está de moda, como ése que dice "Labordeta no se traga lo de la furgoneta". Versos ramplones que acaban en "eta", como muchas de las fantasías erótico-judiciales de los que aún deben estar abriendo vías de investigación por lo del 11-M. El señor Fungairiño no va a estar pendiente de una furgoneta, habiendo como hay ferraris, bemeuves y porsches. ¡Diantres, una vulgar furgoneta! Esa horripilante máquina es más propia de repartidores, mensajeros, pintores, chapuzas y otras especies del pueblo llano que ni siquiera aparecen en los documentales de la BBC.
A don Eduardo no le perdonan su desnuda sinceridad. No quiso maquillar su intervención ante la Comisión, y sus señorías lo castigan con cruda maledicencia. Los jueces progresistas se echaron las manos a la cabeza. ¡Hombres de poca fe! Ahora resulta que también quiere meter baza en esta película el fiscal general del Estado, el atrevido Pumpido. Pues nada, que siga la caza furtiva, que ya llegarán los guardas de la razón y la justicia. Mucho me temo que estamos ante otro mártir.
A mí, con tanto sufrimiento me cuesta conciliar el sueño. Fungairiño, como lo ha hecho ya Jiménez de Parga, se me presenta cada noche en una nebulosa, atrincherado en medio de una pesadilla, viviendo el mismo trágico destino que San Sebastián. Lo extraño de estas apariciones es que las armas que lo incordian y atraviesan no son flechas, sino miles de cejas. Son las cejas de Labordeta, que no se traga lo de la furgoneta.
Escrito por: Marat.2004/08/11 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
fungairiño
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/08/07 08:00:00 GMT+2
Confieso cargado de resignación que me aburre soberanamente la contemplación del desparpajo televisivo, agridulce penitencia que adereza mi regreso al pupitre de tortura tras unas vacaciones que pasaron a la velocidad y temperatura del rayo.
Los platós se han llenado de cantamañanas, vividores, lechuzos siniestros e integrales gilipollas. Urge que el protocolo de Kyoto tenga en cuenta la salud medioambiental de los televidentes. Cada verano el fuego de la memez impulsiva y colectiva arrasa miles de hectáreas neuronales. La televisión aviva las llamas, en una nueva y absurda muestra de decadencia. La profesión periodística se abrasa. Lo dice Saramago, pero no le hacen caso ni los dioses menores del politeísmo trasnochado de las cadenas. Sardá inventa, registra las patentes del bochorno, de los subtítulos en la traducción alternativa de la barbarie, pero el resto de catedráticos del medio recicla los conceptos y los vómitos, y los vuelve a poner en antena sin mayores pretensiones que las de hacer caja. Esta temporada, como en las anteriores, se llevan en la pasarela los tonos zafios y el culto a la mentecatez. No sé cómo acabará todo esto, pero lo intuyo. Me tapo la nariz y lo intuyo.
Esta televisión se está condenando ella sola. En realidad, algo tienen que ver los directivos y esos seudo profesionales calabaceros que se llenan los bolsillos mientras los becarios persiguen sudando la gota gorda y haciendo el panoli, micrófono en ristre, a esa gente considerada famosa de la noche a la mañana. Se crean dioses como churros, con estúpida docilidad y una perversión sin límites; se adoran becerros de estropajo y cartón; se encumbra a chulos, iletrados, palurdos, golfillas en conserva y lameculos, de los que resulta ciertamente dudoso pensar que sean Homo Sapiens (es posible que ni siquiera pasen por Australopitecus).
Mi charcutero está a un paso de convertirse en concursante de la sexta edición de Gran Hermano, ese espacio del que chupan la sangre la mitad de los programas de Telecinco, incluido el del sumo pontífice sardiano. Expectante y algo encorajinado asegura que con un poquito de suerte, en breve, puede que la mortadela la tenga que cortar el señor padre del encargado del súper. "Crónicas marcianas, un par de escándalos y ¡zas!, la vida solucionada", se sincera con la clientela, mientras mueve un gran cuchillo con esas trazas de D´Artagnan en prácticas. Menudo cambio le espera: dejar la charcutería por la casquería amoral, detrás de otro mostrador en el que se apiñan cefalópodos y crustáceos cuyo único mérito consiste en aceptar los montajes y disparates que les ofrecen las revistas y programas de turno.
"Me ponga cuarto y mitad de chopped", reclama una señora sudorosa tras el mostrador. Puede que sean las últimas rodajas que sirve este charcutero. Con una pizca de fortuna y el visto bueno de los parasicólogos encargados del cásting, no tardará en codearse con Antonio David Flores, Lecquio y otros ensoberbecidos nuevos ricos. Todo parece indicar que tienen todavía muchos millones que ganar: no es previsible que nadie tire de la cadena.
Escrito por: Marat.2004/08/07 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/06/25 08:00:00 GMT+2
Voy a aparcar durante un tiempo estas tibias e inocentes críticas del engendro televisivo. Me olvidaré durante una temporada de Terelu, Ana Rosa, Chicho, el abuelo de Chechu que sale en UPA Dance, la chacha de Ana y los siete, el chucho de los Simpson y el portero chachi de Aquí no hay quien viva. ¡Menudo chocho!, con perdón.
Aunque parezca mentira, la puñetera hipoteca, una úlcera sangrante provocada por la necedad política de los desalmados que nos gobiernan, me deja aún un resquicio para precipitarme al descanso veraniego. Cada vez que pienso lo que tendré que devolverle al banco durante los próximos treinta años, se me pone una mala leche infinita. Para colmo, las apariciones televisivas del pijolín pijolero de Miguel Sebastián no ayudan, no. Ni lo más mínimo. Cuando conocí al actual insensible asesor del sensibilísimo Zapatero, ya paseaba su figurín de profesor guay por la Facultad de Empresariales a bordo de un BMW. Entonces era mi profesor de Introducción a la Economía. Hoy, casi 15 años después, siento que este elemento me saca a hostias de la Teoría Económica en la que trató de introducirme. Para el amigo Sebastián esto del sufrimiento humano motivado por la falta de guita se arregla cogiendo cuarto y mitad de un par de variables macroeconómicas, agitándolas y presentándolas finalmente en un cóctel elemental. La cosa es cuestión de fórmulas, de decir en voz alta "abracadabra" mientras se corrigen unos desajustes con la teoría personal de este liberal vestidito de cordero. Más vale que Zapatero no le haga mucho caso, porque de lo contrario, igual éste es mi último verano lejos de casa.
Mis sueños de estío son poco pretenciosos; me conformaré con llevarme bajo el brazo alguna obra de Saramago, y pasaré las horas muertas escuchando el leve oleaje moribundo. Supongo que también a los niños plomizos de turno corriendo y chapoteando encima de mis narices, llenándome la toalla de tierra, agua, rastrillos y conchas, y edificando el castillo más grande del mundo justo a mi lado. No me quedan fuerzas para el turismo de museo, caminata y plegaria, así que salgo escopetado, directo al cobijo que me ofrece una sombrilla. Entre baño y baño procuraré prestar atención a los libros que se agolpaban en el debe de mi conciencia. Me llevaré una biografía de Herodes. Por si las moscas.
Creo que pasaré buena parte de mis vacaciones sin contemplar las denigrantes escenas que se han convertido ya en pestilente rutina en nuestra televisión. Si acaso, me vestiré de aficionado envidioso y contemplaré el juego de las mejores selecciones europeas. Ver jugar a Zidane, Nedved, Van Nistelrooy, Ibrahimovic, Henry, Figo y Carvalho es una delicia. Joder, nos van a hacer más internacionalistas a fuerza de disgustos futboleros patrios. Ahora ya no queda otra que decantarse por otras selecciones. La Marsellesa suena bien, o sea, que Francia tiene su cosa, pero uno tiene por costumbre desear la victoria del más débil, así que, ¿por qué no apostar por Chequia o Dinamarca?
En fin, ustedes me disculparán este periodo de abstinencia. Se quedan sin la crónica televisiva semanal de este humilde jacobino. Bueno, no nos engañemos, no creo que me echen de menos: ustedes forman parte de ese grupo de personas que no acostumbra a ver la televisión. Vamos, como yo.
Escrito por: Marat.2004/06/25 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/06/16 08:00:00 GMT+2
Le han preguntado a la mexicana Chavela Vargas si va a editar su próximo disco en España y ella ha respondido que no, que no quiere saber nada de las discográficas porque en ellas "son todos una manada de ladrones y gente con mal gusto". No es una mujer que se ande por las ramas, la verdad, pero su contundente respuesta no ha sido un simple exabrupto marginal nacido del rencor o de la frustración personal. No es la única que tiene en mente esa sentencia condenatoria. Constituyen una legión los que no tienen dudas a la hora de mostrarse críticos con quienes manejan casi todos los hilos de la industria musical. La veterana cantante no ocupará un puesto en la lista de éxitos aquí, pero, probablemente, eso ya constituya de por sí todo un signo distintivo, un marchamo, una garantía de calidad. Resulta harto complicado que un trabajo musical que no se adapte al canon establecido por el gusto "oficial" o por el consumismo más impulsivo logre encaramarse al top de discos más vendidos. Cada día resulta más evidente la artificialidad de los artistas que copan el ranking de superventas. En el rebaño de estrellas musicales abundan quienes responden al perfil impuesto por la mercadotecnia: acostumbran a cantar lo que les dicen, a vestir lo que les compran, a peinarse como les indican; a mover los labios sin decir ni pío mediante el detestable ejercicio del playback, toda una estafa consentida, un engañabobos indecente. Así las cosas, artistas como Enrique Iglesias, Jennifer López o Paulina Rubio, por poner algunos ejemplos que sonarán familiares, se convierten en estrellas mediáticas, muy bien llevadas por las discográficas, independientemente de si son capaces de grabar buenos discos o de cantar en directo sin artificios, coros poderosos y trucos de sonido. Su voz vende porque su imagen vende, pero no estoy muy seguro de que su imagen venda porque su voz venda.
En España padecemos desde hace tres temporadas los efectos de un concurso cursi y empalagoso que ha generado toda una línea de cantantes a los que podríamos calificar musicalmente como estreñidos, pues cuando los observamos cantar parece que estuviéramos ante personas con problemas de vientre. El inefable "Operación Triunfo" se convirtió rápidamente en un fenómeno televisivo sin precedentes: varios jóvenes concursantes se recluían en una academia, donde aprendían todo tipo de materias relacionadas con la música. El programa seguía día a día los progresos de los concursantes, quienes una vez por semana mostraban sus avances con una actuación en directo. Uno de ellos era eliminado cada siete días. De allí han salido jóvenes con menos cualidades musicales que un oso de peluche, pero ello no ha impedido que grabaran su disco gracias al tirón que ejercían sus apariciones televisivas. Y no sólo eso, sino que han sido capaces de venderlo como roscas. Tampoco significa esto que los consumidores hayan malgastado su dinero, no del todo: siempre se le puede sacar provecho a un CD utilizándolo como posavasos. De aquella primera edición del concurso salió el ahora todopoderoso David Bisbal, un chico almeriense con buena voz, al que su productor, Kike Santander, se ha empeñado en convertir en un gritón descalabrado, en un saltarín descamisado. Su Bulería es la gallina de los huevos de oro; su Corazón Latino es una máquina tragaperras que siempre da premio. Bisbal convierte en oro todo lo que toca, sin embargo, sus cancioncillas no pasan de mediocres. ¿Importa eso? Para las discográficas, no. ¿Significa eso que lo principal y primordial es lo que más dinero da? Sin duda. Ante tal máxima del capitalismo a ultranza, ¿qué se puede esperar de la música que llega a las tiendas? Pues poco, salvo honradas excepciones. En España es habitual contemplar a espléndidos músicos de jazz tocar ante audiencias reducidas, y cuando decimos reducidas nos estamos refiriendo a diez, veinte o treinta personas. Editar un disco se convierte para muchos jóvenes músicos talentosos en toda una odisea, cuando no en una utopía. Por el contrario, los artistas dóciles dispuestos a pasar por el aro acaban recibiendo sus discos de platino, envueltos en glamour, rodeados por cámaras, y reclamados como iconos sexuales. Ante tal panorama, es perfectamente comprensible que Chavela Vargas arremeta contra quienes exprimen este fruto prohibido, prolongando la agonía del talento en beneficio de la mediocridad pomposa, artificial y estéril. El señor dinero le gana la partida al señor ingenio. Los buenos músicos guardan respetuosa y resignadamente un minuto de silencio, y eso es lo peor que puede hacer un músico, callar. Por eso quizás Chavela, cercana a cumplir los 85 años, ya no tiene que morderse la lengua cuando la entrevistan. Bien pensado, no parece que nunca se la haya mordido.
Pese a dominar el mercado de la música en todo el mundo, las discográficas han comenzado a padecer su propia necedad. La piratería callejera e Internet se han convertido en sus grandes enemigos. Los magnates de las fábricas especializadas en producir bodrios superventas lloran desconsolados y se muestran ante las autoridades como indefensos ante los millones de consumidores del "top manta" (así se llama en España a la práctica que llevan a cabo los vendedores ambulantes de CD piratas) y de internautas que intercambian sus archivos musicales. "Eso nos perjudica porque cada disco que se baja de Internet o se compra en el top manta es un disco que se deja de vender en la tienda", argumentan las grandes empresas del disco. Y este argumento es rotundamente falso. Desde hace 20 años tengo la costumbre de comprar los vinilos, Cds o casetes que edita el grupo alemán Scorpions. Como no podía ser de otra forma, he adquirido recientemente su último trabajo por unos 20 dólares. Si hubiera decidido bajármelo de Internet, el precio final hubiera sido, ciertamente, mucho más bajo; si lo hubiera comprado en el mercado pirata, me hubiera costado algo menos de tres dólares. Todavía, aunque no sé por cuánto tiempo, tengo la fortuna de disponer de algo de dinero para comprar discos, sin embargo, ¿es lógico que un CD salga a la calle con un precio tan alto? ¿Qué pasa con quienes no se pueden permitir ese lujo? ¿Deben renunciar a él, pudiendo comprarlo en el "top manta"? ¿No sería aconsejable que las discográficas estudiaran una rebaja de los precios que incentivara el consumo de música? ¿No serán las discográficas el principal enemigo de las discográficas?
En los últimos años Internet se ha convertido en un arsenal musical impresionante. Millones de canciones son intercambiadas cada día por millones de internautas. Las empresas discográficas han emprendido ya acciones legales contra algunos desdichados "piratillas", tratando de que sirviera como escarmiento, buscando asustar al resto de la manada, pero no lo han conseguido. Algunos empresarios han ofrecido la posibilidad de vender sus canciones a través de la Red, pero las iniciativas no cuajan debido a que las casas de discos pretenden cobrar precios altísimos.
La guerra está declarada. Se trata de una contienda bélica en la que hay varios frentes abiertos. "Hay que asegurarse de que las discográficas desaparezcan", dijo hace algunos días Richard Stallman, presidente dela Fundación Software Libre. La solución que propuso fue que se pagara directamente a los músicos por las descargas. Mientras, en EE.UU. en 2003 se vendieron 200 millones menos de CDs que en el año 2000. En España los datos no son mucho mejores: las ventas cayeron un 6% el año pasado. Uno de cada cuatro discos vendidos en España durante al año pasado procede del "top manta". Si se quiere evitar que la crisis se instale de forma definitiva en el sector, conviene que las discográficas abandonen sus posturas prepotentes, rebajen los precios, presten más atención a los mercados minoritarios y vean en Internet un mercado de grandes posibilidades al que se podrían adaptar con humildad y sin la soberbia de la que han hecho gala en el mercado tradicional. No pueden pretender hacer cantar al oso de peluche.
No puedo asegurar que en las discográficas haya muchos ladrones (para denunciar este extremo me hacen falta pruebas y no sólo intuiciones), pero sí afirmaré con convencimiento absoluto que en la mayoría de ellas hay gente con muy mal gusto, y eso también repercute en su sonado fracaso. ¿O vamos a ser Chavela y yo los únicos en pensarlo?
Escrito por: Marat.2004/06/16 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
chavela_vargas
discográficas
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
2004/06/09 08:00:00 GMT+2
Háblame del mar
El concurso televisivo "El rival más débil" mide, supuestamente, la cultura media de sus participantes. En su presentación los aspirantes a "cultureta del día" eligen dos o tres datos personales para darse a conocer mínima y formalmente a los telespectadores. Me llamó la atención esa concursante que eligió una terna de datos curiosamente relacionados: "Hola, me llamo Mar, soy licenciada en Ciencias del Mar, y soy Piscis". La concursante fue la mar de salada, la verdad, sin embargo, la pobre hizo aguas y no llegó a buen puerto. No se llevó ni un duro. Y ni siquiera pudo desahogarse diciendo "cago en la mar".
La sopa boba
Un programa matinal de Antena 3 reúne a diferentes personas que han protagonizado casos de violencia doméstica, tanto maltratados como maltratadores. Desfilaron por el plató toda clase de elementos. Sin embargo, el momento más crudo tuvo lugar con el último testimonio: un padre que fue a contar que su hija murió a manos de su marido. En menos de cinco minutos despacharon al pobre hombre con un frasco de compasión y caras de circunstancias del presentador (e imagino que del regidor). No hubo consejos sobre dónde acudir en caso de padecer maltratos, no se facilitaron teléfonos ni direcciones a las que dirigirse en situaciones de peligro, simplemente se pretendió irradiar morbo, como de costumbre. Y obtenido el clímax, en menos de un segundo el conductor del programa cambió de gesto y recomendó a la audiencia que no se perdiera el capítulo del día de la nueva serie "La sopa boba". Cree este humilde crítico que ninguna cadena debería apropiarse de tan contundente nombre, pues la mayor parte de la programación responde a él. De primero, sopa boba; de segundo sopa boba; y de postre, más sopa boba. Ése es el menú degustación de la tele nuestra de cada día.
Homo zapping
Los chicos de El Terrat construyen cada semana en Antena 3 un programa hilarante, en el que devoran a los personajes de la televisión. Con unas imitaciones en ocasiones fantásticas desnudan a los héroes de la audiencia, despojándolos de todo divismo y aires de grandeza, lo cual es mucho desvestir. Hay que apuntar que suelen cebarse con los profesionales de la competencia y que no vendría mal reírse un poco más de sí mismos, o sea, de la cadena que pone la pasta para las parodias (Antena 3 ofrece un extenso catálogo de presentadores que ya de por sí constituyen toda una parodia), pero lo cierto es que, a pesar de esta comprensible línea de protección endógena, los argumentos que emplea El Terrat son de lo más divertido de la televisión. La imitación de María Teresa Campos merece una distinción especial, no sólo porque la actriz que la parodia logre reproducir sus vaivenes y movimientos múltiples con maestría absoluta, sino porque detrás de ese ejercicio de mimetismo se esconde una logradísima introspección psicológica del personaje.
Veinte días y veinte noches
Lo de los anuncios es muy fuerte, que diría Belén Esteban. Me deja perplejo ése en el que sale un señor diciéndole a su pareja que hace veinte días que no... Para poner fin a tan tremendo pesar, al menda no se le ocurre otra cosa que cocinar unas tagliatelle ai funghi (o algo así), de ésas que vienen congeladas en una bolsita y que se preparan en un par de minutos, calentándolas en una sartén con una chispa de aceite. Leñe, parece que la pasta en cuestión debe tener efectos afrodisíacos. Quizá sea verdad, y no es que a mí me preocupe, ejem... Lo malo es que en el súper, cada vez que te vean coger de los ultracongelados la bolsita de tagliatelle, ya darán por hecho que llevas veinte días sin mojar.
Escrito por: Marat.2004/06/09 08:00:00 GMT+2
Etiquetas:
| Permalink
| Comentarios (0)
| Referencias (0)
Siguientes entradas
Entradas anteriores