2005/03/19 08:00:00 GMT+1
El franquismo, Franco mediante, dejó muchas heces repartidas por todos los sectores de la sociedad española. Resulta hartamente difícil desprenderse del recurso escatológico para sacar a la luz tanta mierda.
Los jardineros de la transición la aprovecharon para abonar el jardín de nuestra democracia, convertida hoy en rosaleda de orgullo patrio (al menos, de eso nos han obligado a presumir nuestros horticultores).
Retirando la última estatua que quedaba en Madrid del dictadorzuelo sanguinario Francisco Franco, no se ha hecho sino limpiar la acera. El ministerio de Fomento ha guardado la caquita, como si se tratase de la de un can, en una bolsita negra, por el bien de los viandantes.
Educación vial, sin más. Otra cosa es la nostalgia de los cropófagos. Ésos, que se vayan a la m...
Escrito por: Marat.2005/03/19 08:00:00 GMT+1
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2005/03/11 08:00:00 GMT+1
Es un Irreal Madrid, protegido por el pensamiento único del periodismo deportivo de la capital de España, que tiende al etnocentrismo más ramplón. La soberbia se somete a la ley del mercado futbolístico, y el tesón, la entrega y el pudor profesional le ganan la batalla al fariseísmo de las pasarelas mediáticas. Camoranesi, Zambrotta y Pesotto, cualquiera de los tres es il vincitore en la gran orgía carnavalesca de Turín. Su coraje les basta para imponerse a la aristocracia blanca. En medio de la noche, en plena mascarada de los madridistas, la necedad y el hastío brillan como luciérnagas. El Madrid es un castillo de naipes a la espera de ser derrumbado con el estornudo de cualquier rival resfriado. La palabra que define la gestión de su presidente es una grande y libre: fracaso.
Florentino Pérez gasta alegremente el dinero ajeno (con el consentimiento de los socios, es cierto), tratando de crear una torre de Babel que se le desmorona... Justo todo lo contrario de lo que le sucede a sus empresas. No es lo mismo un deportista metrosexual que un saco de cemento, claro está. El mandatario tiene mano, mucha mano. Ha logrado que la prensa se arrodille ante su presencia. La crítica brilla por su ausencia, y solamente en situaciones como la vivida en Turín, donde el Madrid fracasó estrepitosamente, se escuchan algunas voces discrepantes. A esas alturas, ya no tiene mérito el reproche.
Florentino Pérez ha sido un flautista de Hamelín con escasas dotes interpretativas y un pésimo oído musical. Amparado por el regusto en la mercadotecnia, el constructor del régimen aznariano se ha desenvuelto como pez en el agua en el mercado balompédico, restregando sus fichajes a medio mundo y tratando de convencer a los madridistas de que su futuro pasaba por el número de bufandas que se pudieran vender en el mercado asiático. El engaño está servido, aunque la escena recuerde en exceso a cualquiera de las obras pictóricas que representan una bandeja con la cabeza de San Juan Bautista.
Un equipo sin ambición, inmerso en una crisis de identidad, repleto de agasajos y acostumbrado al baboseo de una multitud aduladora, solventa sus envites con resignación, asimilando su privilegiado quehacer como si se tratara de una tortura, como si en lugar de multimillonarios futbolistas, ellos fuesen becarios contratados por compañías explotadoras a través de una empresa de trabajo temporal.
Hace tiempo que el fútbol perdió sus resquicios románticos. Florentino ha sumergido al club más famoso del mundo en una bañera de oro falso. Su preferencia ha sido siempre la estética por encima de la ética. Beckham no le hacía ninguna falta a este equipo. Puede que su imagen sea un reclamo sin igual, pero sin títulos no hay mucho de que hablar. Florentino quiere ser rey mago, pero no pasa de paje. Y Butragueño es el paje del paje, por mucho que su sueldo sea escandalosamente enorme.
El Buitre dijo que el presidente del Real Madrid era "un ser superior", una definición realmente acertada para definir a alguien que fija tu salario con ligereza sin igual. El Buitre vuela bajo, pero eso parece no importarle a una masa social anclada en la nostalgia. El ex delantero madridista es al fútbol español lo que Paquito Fernández Ochoa al esquí patrio. No sé si me explico.
Un club con un presupuesto anual de 300 millones de euros se desangra, se asfixia, se esfuma en una galaxia estéril, convertida en un agujero negro por la avaricia y la vanidad de unos personajes que han pasado de la clandestinidad del anonimato a las portadas de los diarios deportivos. Hace varios años escribí que Florentino podría ser el enterrador del Real Madrid; entonces me miraron como a un loco, como a un culé obsesionado por la ceguera y la envidia. Nada más lejos de la realidad (al menos, puedo garantizar que no soy culé). Lo innegable es que el Madrid ha vendido una parte muy importante de su patrimonio. Y visto lo visto en los dos últimos años, ha derrochado las monedas que obtuvo a cambio. Imaginemos que un padre de familia vende su casa para llevar a sus hijos a Disney World durante los meses de verano. ¿Qué les contará cuando regresen? Pero sobre todo, ¿dónde vivirán entonces?
Pérez se ha maquillado de regusto, figurando al lado de Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham y Owen, pero en menos de cinco años, le caduca la plantilla y la factura cuelga del refrigerador. El banquillo de su club quema. A Del Bosque lo trataron como a un guiñapo; Queiroz se abrasó en la cocina blanca; Camacho se fue por patas viendo por dónde iban los tiros (ése no era el club que él había conocido); y ahora echan mano de Vanderley Luxemburgo, después de que media Europa le diga cien veces no al experimento mercadotécnico de Florentino.
Ya veo venir un verano de fichajes sonados y un renacimiento de la esperanza blanca: Joaquín, Del Horno, Robinho, Gerard... Alguien debería coserle el bolsillo del pantalón a Florentino. Qué paradoja la del gran presidente galáctico: un constructor de éxito llevando al mejor club del mundo directamente a un penoso derribo.
Escrito por: Marat.2005/03/11 08:00:00 GMT+1
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2005/03/04 08:00:00 GMT+1
Quizá no sea más que un afrancesado inquieto, retorcido por una influencia volteriana y alentado por la vehemencia de la Marsellesa. Quizá comparta con Goya su afrancesamiento y sus problemas auditivos, aunque mi sordera la padezca el alma que se me escapa entre las grietas de la realidad. Quién me iba a decir que acabaría echando mano del platonismo para reflejar el hastío que me comporta vivir en esta caverna.
En medio de la tiniebla provocada por el germen de la estupidez, trato de hallar el interruptor de la luz o la fuerza iluminadora e inspiradora de una vela. Pero no, la oscuridad se ha cernido sobre el tiempo que me ha tocado vivir. Je suis français, sí. Un francés cualquiera, sí, uno cualquiera de los que se echarán a la calle el próximo 10 de marzo para plantarle en la cara una huelga al Gobierno francés. Raffarin pretende orinar encima de la ley Aubry, que impulsó la semana laboral de 35 horas en Francia. El político galo, mendrugón, con trazas de Algarrobo y espíritu de bandolero cobarde alimenta las ansias de una derecha dispuesta a traer de nuevo la peste negra a Europa.
Mientras, adornado por la fragilidad propia y la conmiseración ajena, Juan Pablo II se despacha a gusto con el comunismo y el nazismo en su libro "Memoria e identidad". La identidad del papa está clara, pero su memoria tiene algo de desmemoria consciente y vehemente. En cualquier caso, nadie le multará por exceso de velocidad dialéctica. El papamóvil tiene bula. Descartes, los ilustrados y Marx, entre otros, pagan los platos rotos, siempre en un festín ideológico que dormita aún junto a los ronquidos filosóficos de Santo Tomás de Aquino y su Suma Teológica.
"Une autre Europe est posible", gritaban recientemente unos manifestantes en el centro de París. Pensar en un mundo mejor (y distinto, naturalmente, al que plantea Wojtyla) se ha convertido, paradójicamente, en todo un dogma de fe. Quizá, quienes contemplamos tal deseo replegados tras la frustración y la desventura utópica, deberíamos fundar una nueva religión: la de los ilusos. O sea, que al final voy a ser un francés iluso, muy iluso.
Escrito por: Marat.2005/03/04 08:00:00 GMT+1
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2005/02/25 08:00:00 GMT+1
Si les digo que doña Cherie Booth cobra un mínimo de 10.000 euros por dar una charla, pensarán que debe tratarse de alguien importante con cosas muy interesantes que contar. En su reciente viaje por Australia y Nueva Zelanda, la señora Booth se ha embolsado alrededor de 200.000 euros en seis días. ¿Qué les dará la señora Booth? ¿Qué tendrá la señora Booth? ¿Qué venderá la señora Booth?
Si les digo que la señora Booth se metió en la buchaca más de 100.000 euros por una conferencia de media hora pronunciada en una cena benéfica celebrada en Auckland (Nueva Zelanda), donde los 800 comensales allí presentes pagaron entre 131 y 556 euros por cubierto, seguirán sospechando que algo muy sustancioso debieron obtener a cambio. ¿Sería acaso una charla sobre cómo alcanzar la inmortalidad? ¿Daría a conocer, por casualidad, una receta mágica para dejar de fumar? ¿Compartiría las claves para comprender el enigma Acebes? No, su presencia en esas tierras de Oceanía perseguía un fin parcial o doblemente benéfico, según se mire. Doña Cherie era la excusa o la persona -según se mire, también- elegida para recaudar fondos para el Instituto contra el cáncer infantil. Contribuía a un fin benéfico, doblemente benéfico, pues ella sacaba una amplia tajada del tinglado.
Tras su paso por caja, las arcas del Instituto se vieron reducidas en un tercio. Similar porcentaje se esfumaba en gastos de organización y tras satisfacer la mayúscula comisión de la agencia que organizaba y gestionaba la asistencia de mademoiselle Booth. O sea, que de uno ingresos totales de más de 300.000 euros, en el instituto no quedaban finalmente más que 100.000. El vampirismo no conoce límites. ¿Pero cómo resultaron sus cotizadísimas conferencias? "Esperaba algo más intelectual", confesó uno de los asistentes. Otro tildó la charla de la señora Booth de tremendamente aburrida. Y estos testimonios no pueden considerarse como aislados. Ciertamente, lo de menos eran las gambas, el cordero y el pastel de queso y pistachos que se metieron para el cuerpo. Eso no cuesta 556 euros. Un buen puñado de neocelandeses adinerados se sintió ampliamente defraudado por la vaciedad, nimiedad y superficialidad del discurso de Cherie Booth.
Pero, además, los supuestamente privilegiados asistentes tuvieron que tragar saliva cuando la eficaz recaudadora se refirió a ellos como australianos. Sí, el síndrome de Trillo es de expansión universal, aunque al menos en esta ocasión no hubo gritos, vivas ni jolgorio carnavalesco. Pero manda huevos que la esposa de un primer ministro tenga la desfachatez de utilizar el apellido de su marido para hacer caja, amasar una fortuna y poner el careto en cenas y discursos de presunto espíritu caritativo. Sí, porque Cherie Booth como tal no hubiera sido convocada a dar una charla ni en la semana fantástica de la FAES. Sin embargo, al presentarse como Cherie Blair, esposa de Tony Blair, las puertas se le suelen abrir por doquier, las alfombras rojas se desenrollan para ella, los cheques y dádivas afloran y el servilismo se contagia como por arte de magia, aunque ésta sea negra.
Tras el anuncio de la prensa británica de que Mrs Blair se iba a hacer de oro con sus peregrinaciones a Australia y Nueva Zelanda cobrándole más de 100.000 euros a una institución que ayuda a niños enfermos de cáncer a superar la enfermedad, Downing Street se apresuró a apuntar que se trataba de un viaje privado de una ciudadana privada. Pero lo cierto es que el tratamiento que recibió Cherie Blair tuvo mucho de oficial y de lujo. La primera ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark, acudió al aeropuerto a recibirla. Y les puedo asegurar que los hoteles en los que se alojó no tenían menos de cinco estrellas. Claro que ella no tenía que ocuparse de pagar la factura.
Un diario de Nueva Zelanda apuntaba con ironía: "La chica tiene que ganarse un dólar. ¿Qué hay de malo en eso?". Incluso algunos grupos locales cuestionaban la idoneidad de Cherie Blair para ser utilizada como reclamo aunque se tratase de un fin benéfico. El grupo neocelandés denominado "Anti privatización" protestaba por la decisión del Hospital infantil Starship de escoger a Cherie Blair para recaudar fondos: "Ella ha sido una de las principales animadoras públicas en favor de la invasión militar británica de Irak. No hay que olvidar que los 13 años anteriores de sanciones estadounidenses y británicas condujeron directamente a la muerte a más de medio millón de niños y bebés iraquíes. La salud de los niños de Nueva Zelanda es un asunto de política pública, no de caridad privada". Se puede decir más alto, pero no más claro, aunque lo triste es que, inevitablemente, los políticos hacen oídos sordos a tan descomunales verdades, en Nueva Zelanda, en España y en la Atlántida. Cherie Booth o Cherie Blair, se vista o se llame como prefiera, representa con su pueril actitud la cara más amarga de los mundos diferentes en los que vivimos los seres humanos. En Indonesia casi doscientas personas acaban de morir sepultadas por una masa gigante de basura. Hasta en los desperdicios se aprecian las diferencias de clase. Las víctimas encontraban en los desechos de los demás su sustento económico. Mirémoslo así, pues, y concluyamos que de la mierda egocéntrica de Cherie Blair alguien puede haber sacado algo de beneficio.
Escrito por: Marat.2005/02/25 08:00:00 GMT+1
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2005/02/19 09:00:00 GMT+1
Grandes ardores, mucosidad infinita, irritación de garganta, gases, lagrimeo, cefalea... No, no estoy en la FAES. He caído en combate, y la gripe se muestra implacable conmigo. Además, prefiero una gripe a la FAES. Al menos, la primera se cura con reposo y paracetamol. Lo otro no se cura ni en el infierno de Dante. Envuelto en un sinfín de ropajes, aprovecho para ver la tele por la mañana mientras acabo con el último de mis kleenex. Es la hora del duelo al sol, del OK Corral de la tele, con todo el arsenal del cacareo saliendo a escena en el gallinero matinal. Ana Rosa y María Teresa, María Teresa y Ana Rosa. Sus perfiles son distintos (y no me estoy refiriendo al volumen corporal), pero el patetismo que irradian sus productos es idéntico. La una lleva a una ministra al plató; la otra opta por la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vogue, a la misma hora. ¿Sincronización, casualidad, espionaje, contraprogramación? Vaya usted a saber. La Campos se pone seria para recibir a la escudera de Zapatero. La vicepresidenta vende talante, pero con esa cara de mala leche, no hay quien se lo trague. Su discurso es pobre, lleno de baches y parches. "El conjunto de los españoles ya ha dicho no al Plan Ibarretxe", asegura. Coño, pues yo no me he enterado. ¿Y cuándo?, ¿y cómo?, ¿y dónde? Resignación gripal, no queda otra. Total, a esa hora, pocos van a escarbar en el basurero de los mensajes políticos.
Un poco más tarde, debate sobre el tratado de la Constitución Europea. Los cuatro invitados a la mesa de mamá Campos piden el sí en el referéndum. ¿Dónde está el debate? El director de ABC, un eurodiputado del PP (periodista de fragua y capilla), y dos miembros del PSOE. ¿Y quién representa la opción del no al Tratado? Esos desgraciados, que pinten graffitis en sus catacumbas, ¿no? Y sobre todo, que no salgan de ellas. ¿Qué se está maquinando en Europa para que Rubalcaba, Acebes y Fraga vayan de la mano?
"Hay que votar sí. Bush está temblando ante la unión de los europeos", señala una televidente opinante. Grandes ardores, mucosidad infinita, irritación de la garganta, gases, lagrimeo, cefalea... Vaya, esto no va ser cosa de la gripe, es más bien el virus de una España que no comprendo.
Escrito por: Marat.2005/02/19 09:00:00 GMT+1
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2005/02/19 08:00:00 GMT+1
Madrid, un día cualquiera de la era de los dinosaurios. Cuatro bomberos se juegan la vida subiendo hasta la planta 28 de lo que queda del edificio Windsor. La torre de oficinas de 36 plantas fue devorada por las llamas hace tan sólo unos días. Protegidos por un casco y la fortuna del azar comienzan a abrirse paso entre los restos mortales del otrora reluciente símbolo comercial de la capital de España. Se puede venir abajo en cualquier momento; si lo hace ahora, los cuatro bomberos morirán. Correr ese riesgo va incluido en su sueldo y ellos lo aceptan.
Es la gran paradoja del heroísmo. Es el heroísmo de la subsistencia. Hay que poner en riesgo la vida para sobrevivir. Alguien está escribiendo en renglones torcidos, sí. Los cuatro miembros del Cuerpo de Bomberos han salido de sus casas siendo conscientes de que podría ser la última vez que ven a sus familiares. No es demagogia, es una realidad como un rascacielos de grande. Se la juegan.
Paralelamente, a muy pocos kilómetros de ahí, se inaugura el nuevo Palacio de Deportes de Madrid. Sonrisas, engalanamiento, medidas especiales de seguridad... Felipe de Borbón y Leticia Ortiz han acudido al acto. Tampoco faltan a la cita Gallardón y Esperanza Aguirre. Se trata de otra supervivencia. Aquí el heroísmo reside en leyes universalmente aceptadas con distintos grados de resignación y vasallaje. Los guardaespaldas y los asesores de imagen también son buenos apagafuegos. Más bien, previenen los incendios.
La nueva instalación deportiva sufragada con el dinero de todos los madrileños viene a sustituir al viejo pabellón que murió también a causa de un incendio. El coste final de la obra ha superado en más de un 100% el presupuesto inicial. El Colegio de Arquitectos de Madrid recurrió en su día el proceso de adjudicación de las obras de construcción. Su decano dice que el edificio es "malo" y que las adjudicaciones "se realizaron a dedo". ¿Formará parte todo ello del espíritu olímpico? Ésta sería una buena pregunta para otro referéndum.
¿Está predestinada esta nueva instalación a la privatización? Se agolpan las incógnitas finitas. Su finitud reside en el acierto del diagnóstico. La especulación y el descaro llenan la vasija. Lo dice Myriam Fernández de Heredia, de Standard & Poor's, en el diario Expansión: "Si a la concesión de los Juegos Olímpicos se suma que el Ayuntamiento no toma medidas para recortar los gastos, los madrileños acabarán pagando más impuestos". Da igual, los madrileños le decimos a Gallardón: "Estamos preparados para ti". "El mundo está enfermo", dice un pensador envuelto en lágrimas que no se ven. "Será un enfermo imaginario", replica el señor de corbata que le hace sombra a los príncipes en la fiesta de apertura. Se retuerce para acercarse lo máximo a la realeza y luego sacar pecho en el club náutico. El muy imbécil echa mano de Molière, pensando aún que éste es un ciclista o un ex amante de Estefanía de Mónaco. Qué más da.
Los bomberos están en la planta 28. Constatan que el riesgo de derrumbe es alto. Tras una primera evaluación, bajan y salen de las ruinas con dirección a la tranquilidad. En breve, algunos de sus compañeros deberán ejercer de lazarillos para la Policía científica. Qué curioso, serán héroes anónimos. Sobre el contaminado cielo madrileño sobrevuelan las aves carroñeras. Se prepara una reyerta para ver quién paga el pato.
El populacho saca a relucir su gracejo. Al Windsor lo llaman el "pebetero olímpico" y a Gallardón se le arruga el gesto. En verano los madrileños se quedaron a oscuras por varios incendios en subestaciones eléctricas. En invierno, Madrid vive unas fallas que alumbran la noche. Es la hoguera de las vanidades. Son nuestros políticos, que nunca se cansan de jugar con fuego.
Escrito por: Marat.2005/02/19 08:00:00 GMT+1
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2005/02/12 09:00:00 GMT+1
Me acuesto en esta cama, campo de batalla de la eterna rendición, cuadrilátero de combates, esperanzas, amores y entregas apasionadas. Es la morada donde claudico a diario, derrotado tras el paseo por la tierra prometida. Ya engulló buena parte de mi vida. A cambio, no me regaló sino pesadillas y algún sueñillo tan alegre como efímero, del que no podía recordar nada al despertar. Sé que reí en sueños, aunque siempre dominaron las lágrimas del temor. De entre las peores pesadillas, la que más se repitió fue esa que me devolvía a mi etapa universitaria. De repente, me daba cuenta de que no había terminado la carrera y de que debía enfrentarme a un examen de física. Demonios, ¿desde cuándo se estudia física para ser titulado en periodismo? Creo que ni Freud podría ayudarme.
Esta cama parece formar parte del sistema, del engranaje capitalista; juraría que su compra ha sido subvencionada por mi patrón, interesado en que cada mañana recupere la diligencia, el aliento y la lucidez.
Quizá sea un eslabón necesario para que se cumpla la alienación nuestra de cada día. Pero no siempre que utilizo esta cama es para descansar y huir de la fatiga. A veces, me reconforta tumbarme al delirio o a la placidez de la lectura. En cierta forma, es otra forma de huir. Es una carrera laberíntica en la que te puedes permitir el lujo de cerrar los ojos porque conoces el recorrido. La necedad de la televisión, invento satanizado, ayuda, empuja al consumo de las letras. Ya lo dijo Groucho Marx. ¿O fue Woody Allen? Lo mismo da, ambos tuvieron sus minutos de gloria en el diván, una especie de camastro ennoblecido en el tratamiento balsámico de la psique.
En esta cama he devorado obras de Groucho y Woody. También historias de dictaduras, guerras, dioses, vidas ilustres, miedos, venganzas, celos y milagros. La gran lámpara de mi mesilla alumbró los escritos de Shakespeare, Flaubert, Steinbeck, Valle Inclán, Poe, Orwell y tantos otros. Con calma absoluta pude completar sobre mi cama la lectura de obras maestras de la literatura. Sufrí, eso sí, cientos de derrotas: ¡cuántas veces tuve que apagar la luz sin haber recorrido los capítulos previstos! Algunos libros se resistían. Recuerdo el caso del Zaratustra de Nietzsche. Cada noche, al volver a abrir el libro, no era capaz de recordar nada de lo leído el día anterior. Cuando esto se producía, me frustraba y recurría a lecturas más ligeras y entendibles para una sesera derrotada tras la puesta de sol.
Byron, Hugo, Goethe, Marx, Joyce y Plutarco han pasado por mi cama.
Déjenme matizar esto. No creo en reencarnaciones ni en presencias ni visitas de espíritus; me refiero a que también obras de estos autores se pasearon en ediciones sencillas, escasamente lujosas, por este dormitorio, alumbrado lo suficiente como para desgranar las reflexiones de hombres de otros tiempos, pero de idénticas preocupaciones. Tengo por costumbre empezar varios libros al mismo tiempo; leo según mi estado de ánimo, aunque a veces, mi ánimo cambia según lo que leo. Llevo tiempo, la verdad, sin leer obras de felicidad, gozo y éxtasis. Al contrario, las dudas razonables acerca de la presunta bondad del hombre me empujan a reclamar escritos encharcados de crítica, pesar y penar.
Sobre mi mesilla de corte colonial dejé descansar, cuando los ojos ya no soportaban el empuje de los párpados, al pescador avejentado por la pluma de Hemingway, al pobre Cándido, ese personaje al que un insaciable Voltaire hizo conocer todas las desventuras imaginables, a Jean Valjean, un héroe de las oportunidades aprovechadas, prisionero de la mente de Victor Hugo y de la sed del inspector Javert...
Aun así, en este dormitorio existe una pizarra de ensoñaciones, un encerado imaginario en el que se agolpan los débitos. Miles de acreedores me reclaman: ahí están Thomas Mann, Platón, Hegel y Clarín.
Más allá, Benedetti, Cortázar y Fuentes. Oigo también las demandas de Jardiel Poncela, Malraux, Gide, Rilke, Quevedo y Virgilio. Se mueven los aires internos de este cuarto, haciendo revivir con el eco los reclamos de Lorca, Tolstoi, Spinoza, Lope de Vega, Fiztgerald y Dickens.
Cada tarde, al volver a casa, sabré que curaré las heridas de cada derrota con el bálsamo de los hombres inteligentes. Es una buena forma.
Sólo falta que mi patrón subvencione también la compra de estos medicamentos encuadernados. Pero no, me temo que para eso debería estudiar física y aprobar el examen de mi peor pesadilla.
Escrito por: Marat.2005/02/12 09:00:00 GMT+1
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2005/02/12 08:00:00 GMT+1
Me asomo a la ventana de este cuarto perfumado con libros de todos los olores y contemplo el discurrir de un mundo enfermo. Miles de alas negras se deslizan entre lo cotidiano. Caen entre los pasajeros de la realidad, mueren reposando su existencia con levedad, agitadas por corrientes de aire que bien podrían ser los estornudos de los dioses sordos y ciegos.
Ahí va una señora, perseguida por una bolsa errante, enloquecida. Allá arranca el motor de su coche un cerrajero que hace caja estos días de verano y huida colectiva. Pertenece al gremio de los espabilados, con su característico frotar de manos y el hilillo de saliva salvaje que se separa de la comisura de sus labios resecos cuando extiende la factura.
Se le escapa tan rápido como la insaciabilidad. Dos palomas vuelan hasta la ventana de mi salón, ocupando una propiedad ajena; se ríen de mí, se mofan de la propiedad privada, de mi amargura, de mi malestar. Permanecen presas de su destino, como yo, pero ellas tienen las alas de la libertad, ésas que a uno le cortan cuando nace. Mientras Miles Davis dibuja el perfil imaginario de un pensamiento musical, reparo en los segundos que se escapan, en los gramos de tiempo que han huido dejándome vendido ante la eterna pregunta sin respuesta. He bebido ya hoy largos tragos de desesperanza. La fiebre de la insatisfacción remarca, como de costumbre, mis ojeras, y las huellas del infortunio y de la motivación crítica me convierten en un anciano sobre el que reposan las manchas del olvido. En esta tercera edad de la melancolía se arruga el alma y se encoge la razón, se atrofian los eternos deseos, se consumen los planes y las revoluciones vitales, palidecen las ilusiones de conquista.
Debajo de una rama de este árbol que con su presencia casi engulle la ventana de mi cuarto de libros de fragancias, se ocultan unos pajarillos. Son menos osados que las palomas, o sea, más respetuosos. Quizá su distanciamiento se deba al miedo. En cierta forma, los entiendo: yo me he hecho viejo por el miedo.
Escrito por: Marat.2005/02/12 08:00:00 GMT+1
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2005/02/05 08:00:00 GMT+1
Ibarretxe lleva su plan al Congreso debajo del brazo, y a Zapatero le da por agarrar el micro y cantarle al optimismo antropológico. "Francisco Alegre y olé", le zumban los querubines socialistas desde sus escaños, formando un ejército coral bajo la batuta de Rubalcaba.
El talante ya no es el único hijo de este Gobierno. Iluminado en primera instancia por el influjo inicial de Rousseau, ZP degenera y cae, quizá sin saberlo, en el pecado original del liberalismo económico, que pregonaba, en boca de Adam Smith, aquello de "Laissez-faire", o sea, eso de que el mercado es de una bondad natural de aúpa.
Tiene guasa eso de la riqueza de las naciones, sí señor. ZP, recién llegado a la causa, se ha colocado un bigote postizo y ha mascullado el "España va bien" de Aznar, pero en plan finolis, muy cursi él. Igual, un día de éstos le llama por teléfono George W. Bush, al que sus asesores le meten "El Príncipe" en vena, pero el chico sigue creyendo que Maquiavelo es un restaurante italiano.
El Congreso recibía con expectación, desencanto y hastío el discurso de un lehendakari criminalizado por la tribu periodística. El líder del servicio de propaganda es un marinerito liberal que se ha dejado radicalizar por las circunstancias y las pagas extras y se ha emborrachado dándole a la botella del odio y del resentimiento. En ese Parlamento multicolor se impartió un master de comunicación no verbal. Sus señorías escenificaron un verdadero baile de vampiros y Acebes se asustó porque no se veía reflejado en el espejo. El ex ministro del Interior tiene pesadillas en las que aparecen furgonetas y se ve en sueños abriendo líneas de investigación sin parar. El sargento de hierro del aznarismo residual se ha adueñado de la "mirada del tigre", pero sin la pegada de Rocky Balboa. El boxeador de Filadelfia tenía mejores maneras y un discurso más entero que el nuevo "miraditas" del Congreso. Zaplana hacía pucheros mientras se adecentaba su corbata italiana. Y Rajoy, héroe del columnismo pragmático, parecía un espontáneo en la tierra prometida de la intransigencia. Su señoría puso en práctica toda la variedad de las chirigotas populares. ¿Será Rajoy también un defensor del optimismo antropológico? De momento, bastante tiene con escribir cien veces en el encerado de la oposición su máxima política: "Jodido, pero contento". El jefe de la oposición arrastra mejor su defensa beligerante del cinismo antropológico, que logra poner cachondo al mismísimo Martínez Pujalte.
Y no podía faltar Bono, resarcido ya de la avalancha de una masa ataviada de camisas nuevas bordadas en rojo (casi antes de ayer). El ministro de defensa razona con la misma entereza que la cabra de la Legión y se convierte en una mascota exaltada para insultar a Ibarretxe llamándolo botarate (Santa Isabel San Sebastián, dixit).
Pese a este panorama, y lo que te rondaré morena, ZP se presenta como un optimista antropológico, dando por bueno el dicho español de "pan para hoy, hambre para mañana". Zapatero no ha leído la Historia del S. XX de Hobsbawn, ni ha reparado en Vietnam, Hiroshima, Nagasaki, Afganistán, Bosnia o Irak. El presi vende sonrisas y se olvida del fascismo, del nazismo, del GULAG, de Pol Pot, y de Francisco Franco. ZP tampoco lee a Kundera, que se ha hartado de decir que el optimismo antropológico es el opio del pueblo. O si lo lee, no le hace ni puto caso.
No sé si formo parte de un ejército de pesimistas, ni siquiera sé si hay dos uniformes iguales en la enorme estepa de la defensa de mis ideas, pero me entristece irremediablemente comprobar el ascenso imparable de la resignación antropológica y del conformismo antropológico. Zapatero tiene motivos para estar feliz, ya lo creo, pero haría bien en no confundir el triunfo personal con el triunfo social; podría marcharse como un gran derrotado. Tampoco debería olvidar el presidente del Gobierno que, aunque silenciados o despreciados por la ignorancia, somos muchos los que vivimos angustiados comprobando la triste vigencia del pesimismo antropológico de Hobbes y su "Homo homini lupus".
Aunque ha sido José Saramago quien nos ha dado otra ración de lucidez. El portugués enciende las luces en medio de la fantasmagórica penumbra de nuestras democracias festivas: "Yo no soy pesimista, es el mundo el que es pésimo. Yo digo que los pesimistas son los que están interesados en cambiar el mundo. Los optimistas no están interesados en cambiar nada, pues se sienten bien con lo que hay. El pesimismo no está orientado a la resignación: es el motor que lleva a la gente a querer intentar cambiar todas las cosas. Es bueno".
Yo, que no le llego a Saramago a los tobillos de la certeza, me aferro a otra frase volcánica: "Sólo soy optimista en el porvenir del pesimismo".
Escrito por: Marat.2005/02/05 08:00:00 GMT+1
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2005/01/27 08:00:00 GMT+1
Hoy estoy especialmente irritado, les advierto. Aunque se preguntarán ustedes, y con toda lógica, cuándo no lo he estado. Nací cabreado, tuve una infancia malhumorada, una juventud de indignación permanente y en estos tiempos que ahora me toca sufrir me ahogo en un malestar fulgurante, que pica, que jode, en una palabra. Me revuelve las tripas ver cómo se las gasta el nuevo facherío con el rosario en una mano y el palo en la otra. Los nietos adoptivos del caudillo aclaman a Acebes y la emprenden a golpes -cuando menos dialécticos- con un señor de derechas apellidado Bono. No les gustan las medias tintas. Ya lo dijo Vázquez Montalbán: "No olvidemos que el franquismo ganó la Guerra Civil, ganó la posguerra civil y todo indica que ha ganado la segunda transición y los franquistas, día a día, van siendo más conscientes de que en el siglo XXI aún puede irles mucho mejor". Y como el fin justifica los medios en su doctrina de águilas imperiales, esvásticas, churros y merinas de xenofobia, racismo y homofobia desatada, pues leña al mono, al moro, al sociata desnaturalizado y a los "maricones" a base de mamporros, lindezas de toda índole y escupitajos intelectuales a la sombra de un collage de aforismos de Ramiro de Maeztu, Aznar, Onésimo Redondo y Escrivá de Balaguer (que ni era Escrivá ni de Balaguer). La gangrena reaccionaria sacude que da gusto desde su atalaya de pan de oro. Los profetas, los pastores y los reptiles del fondo vociferan las consignas del capitalismo redentor. Los neoliberales ganan terreno en las columnas de los periódicos y aplauden el canibalismo de un mercado supuestamente inteligente. (Algún día escribiré "El Manual de supervivencia del puto becario", grandes damnificados del esperpento laboral, pero aún es pronto)
Tan inteligente es el mercado, que prima espiritual y pecuniariamente la orquestación de estos proxenetas de la indecencia. La ética, su ética, acude de camastro en camastro en busca de un revolcón que sacie los instintos primarios del personal, del votante, del currito, del obrero mondo y lirondo, del populacho, del vulgo, de la sombra chinesca del proletariado esfumado y revenido. La prostitución existe porque tú pagas, nos berrean luego desde un púlpito putrefacto. ¿Y qué nos dicen de la prostitución moral?
Esta noche tengo la posibilidad de elegir entre una entrevista a Ana Botella o la película "El Acorazado Potemkin". Mi vena sadomasoquista me predispone para lo peor. Busco emociones fuertes y abro bien los ojos ante la sonrisa de pose de la señora del patético Aznar. La laca ha causado estragos. El tenor Plácido Domingo aparece al lado de doña Ana. Es un convidado de piedra, la cosa de la tele ni le va ni le viene, va a pasar página cuanto antes, se le nota despreocupado y zascandil con el medio. Julia Otero, la entrevistadora, va conformando una entrevista estéril, complaciente, cursi y pelota. Es el perfil del talante PSOE tatuado en las formas y en fondo de un periodismo marchito.
"Me enamoro de lo que hago en cada momento", suelta Ana Botella. Pues qué divertido tiene que ser para ella vaciar el vientre. ¡Qué aroma de pasión y entrega a la causa! ¡Qué enamoramiento orteguiano! Doña Ana, al defecar, es ella y su circunstancia. (Esto me está quedando muy escatológico, pero espero que el ejemplo sea revelador de las gilipolleces que se sueltan en la tele.). Ana se enamora de su circunstancia en cada momento. ¿Qué coño significa eso de enamorarse de lo que uno hace en cada momento?
Cada frase de la concejala de malestar social del Ayuntamiento de Madrid tiene como colofón una sonrisa olímpica, como de 2.012 kilates. "La libertad es algo interior", dice convencida, en un arranque metafísico de toma pan y moja. O sea, que los grises podían estar dándote de hostias, pero interiormente eras libre. Y así, con esa profundidad argumental, llegó la condescendiente Julia Otero (sus cerezas están en el cementerio, como las de Gabriel Miró) al asunto de la tensión Gobierno-Iglesia. Y ahí despertó el tenor, desgraciadamente, para desafinar, para hacer sonar la flauta mágica de una ortodoxia casposa. Ana Botella, envalentonada y arropada, se comportó como una soprano irreverente y la ópera bufa del dúo dejó encantada a una aséptica e inoperante presentadora venida a menos con los años. El discurso de la pareja de invitados resultó desesperadamente rancio. Cuando le preguntaron a Anita Botella por los matrimonios entre homosexuales, sacó a relucir otra aportación filosófica: "No son lo mismo dos peras o dos manzanas, que una pera y una manzana". ¿Pero qué tiene que decir Mrs. Bottle de las manzanas podridas? Espejito, espejito.
Lo dejo por imposible, ahora necesito una infusión para adecentar mis maltrechas tripas. Viajo hasta el cine inmortal de Eisentein. En el acorazado Potemkin un grupo de marineros se rebela contra sus mandos. Les quieren obligar a comer carne podrida. Los rebeldes van a ser fusilados, pero los marineros se unen al grito de "camaradas" y protagonizan un motín que encontrará la solidaridad del pueblo de Odessa. Espíritu de revolución, aromas de inconformismo, apoteosis histórica, emociones y sensibilidad estética, genialidad artística, exaltación del ensayo revolucionario, inconformismo, rebeldía, decencia, dignidad... El filme soviético sigue siendo, pese a las mil y una caídas de los muros y los telones de acero, un hito de la cinematografía. ¡Qué ensoñación! ¡Qué utopía!
Ya no nos rebelamos cuando nos dan de comer carne podrida.
Escrito por: Marat.2005/01/27 08:00:00 GMT+1
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ana_botella
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