Tremendo Hernando, colosal indisposición, sublime decisión, con un par. Excelentísimo, eso sí. La excelencia, que no falte.Y en superlativo. Pleitesías y loas al gran Hernando, excelentísimo. El ariete de la Constitución. Alabado sea Hernando. ¡Alabado! Oh, ser supremo, excelentísimo.
Y apocalíptico, que el excelentísimo ya ha dicho que estamos ante la III guerra mundial. El defensor de las sevillanas (al baile me refiero). El sostenedor impoluto de la independencia del Poder Judicial en España. No tengamos en cuenta quién decide el nombramiento de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, y limemos asperezas. Dejemos al margen esa pura o puñeterísima casualidad o coincidencia traviesa que hace coincidir los miramientos del excelentísimo con los del Partido Popular. Las quejas o quiejíos del rojerío son injustas. Virgen, inocente excelentísima queda la independencia del Poder Judicial. Y un arcángel le dicta los comunicados.
¿Independencia he dicho? Perdón, mejor, hablemos del MI-NE-RA-LIS-MO.
Y brindemos otra vez. Montesquieu ya se está descojonando de la risa... Toma, Charles, ¡por el excelentísimo!
PD: (Esta vez si que lo dejo)
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