No me pregunten cómo, pero los mediocres se han hecho con el poder. Igual estoy soltando aquí una obviedad de no te menees y quedando como un simplón de media misa y carnaval. Harto difícil me resultaría fechar o situar en la serpiente de cronos esta desgracia-la de la llegada al poder de los mediocres, no la de mi simpleza-, pero probablemente sea un mal tan longevo como la maldad humana.
En la televisión se han instalado definitivamente los golfos y los vividores, formando una especie de bidé repleto de chusma, flemas y otros desperdicios nasales. El mediocre se desenvuelve en este hábitat con absoluta soltura, feliz de haberse conocido a sí mismo y siempre errante, de alcoba en alcoba, arrodillándose éticamente cada vez que la cuenta corriente así lo exige. El mediocre es un camaleón de los sentimientos, un maestro de la sumisión, de la indecencia y del sometimiento. Es capaz de ejercer de chivato, de trepa miserable, de jeta, de pringao, de besaculos o de adulador obsesivo, mequetrefe amoral y traidor a cualquier causa, dependiendo de las exigencias del guión.
Fuera de la televisión la cosa no mejora demasiado. En los organigramas de las empresas privadas se prima con asiduidad al mediocre y se castiga al trabajador honesto, humano, comprensivo, ético, creativo... Decir siempre sí es la garantía del ascenso. Y fingir, tragar, no pestañear cuando te falten al respeto, ejercer de discípulo, enterrar dos metros bajo tierra las críticas, los peros, las preguntas difíciles. La genuflexión está a la orden del día, es el estandarte, el sello, el rito, la contraseña. El mediocre sacrifica su vida familiar, su dignidad. Cualquier sacrificio es bueno por un ascenso o por la gratificación de la empresa. Los galones se compran a precio de oro. El mediocre empeña todas sus posesiones; las físicas y las éticas. Con la entrada en el escalafón de los selectos se le va a exigir que sea consciente de las nuevas diferencias que existen para él respecto a las ahora castas inferiores, o sea, los curritos, el despreciable mundo de los trabajadores sin cargo. Ya nada será igual.
En determinados ámbitos de la vida política se produce una concentración de mediocres, una especie de plaga de langostas. De cuando en cuando, el mediocre se hace con una cartera ministerial, y entonces se produce el ascenso vertiginoso de cuantos mediocres han compartido con él o ella esa necedad infinita, alimentada con desparpajo, bilis y sangre. Mediocres han sido -y son- reyes, príncipes, princesas, primeros ministros, generales de división, presidentes del Gobierno, alcaldes, directores de banca, magistrados, directores de periódico, entrenadores de fútbol, cantantes, dictadores ... Y, curiosamente, algunos han pasado a la Historia como brillantes e ilustres, recibiendo el aplauso, el beso, el abrazo, el calor, el reconocimiento, el prestigio... de los mediocres. Es muy probable que un mediocre entrenador de fútbol alabe públicamente la obra de un dictadorzuelo mediocre, por poner un ejemplo. Caben millones, que conste.
Y en la empresa pública. En la empresa pública... Eso lo dejo para otro día. Ya es dosis suficiente de pesimismo realista por hoy. Aunque nadie podrá quitarme jamás de la cabeza que el conformismo es el sustento vital de los mediocres.
Comentarios
me cae casi como anillo al dedo tu descripcion de los mediocres.
en mi caso estoy denunciando a uno que de tantas cosa que hace hasta capaz que coincide con tu artículo. si te interesa mi blog es http://mfcarcache.blogspot.com
voy a hacer un link de tu artículo en mi blog.
saludos
manu y la resistencia planetaria
Escrito por: manuel carcache.2006/10/25 23:53:30.952000 GMT+2
http://mfcarcache.blogspot.com
Escrito por: gio.2006/12/19 18:29:35.050000 GMT+1
:O toda la razon
tengo 15 años y ya me artaron los mediocres no qiero saber qe va a ser dentro de unos años esta mierda de nacion llena de estupidos sin cerebro..
arriba eskorbuto!
Camila
Escrito por: Camila.2007/02/06 01:45:38.907000 GMT+1