Mientras un grupo de drogadictos trataba de hacerse entender ante una cámara de Línea 900 -uno de los mejores programas de la actual televisión-, el presidente Aznar celebraba con sus populares socios catalanes un sarao por todo lo alto al grito de "los populares gobernaremos Cataluña". Una Cataluña sin yonquis, será. De todas formas, feo detalle el del programita de marras. ¡A quién se le ocurre sacar a la luz las tinieblas de la España marginal! Si ésos deben ser cuatro gatos...o incluso hologramas. ¿Es que no ha quedado claro que los jóvenes españoles están representados a la perfección por el coro de serafines de Operación Triunfo?
Cambio de canal. Álvarez Cascos dice que la vivienda se encarece porque la economía de los españoles va bien y es buen síntoma eso de que se pueda pagar más por una casa. Esto ya nos sumerge en otro tipo de marginalidad, es un trance, una erupción neuronal, chispas, sombras, delirios, sueños. La tasa de natalidad sigue agonizando con una jeringuilla colgando del brazo, mientras el ahorro familiar yace en mitad del descampado por un chute traicionero. Falla la política del suelo; no sirve la metadona. Las granjas de desintoxicación de Fomento son viviendas de protección oficial: diez mil bolas entran en el bombo, pero sólo 35 salen, sólo 35 agraciados, los elegidos. La burbuja inmobiliaria morirá de sobredosis, pero para entonces los jóvenes españoles se habrán endeudado hasta las orejas, arriesgándose a tener siquiera un hijo y suspirando, temblando a cada espasmo del Euribor. Este descaro popular, auténtica viruela para la España del Gran Hermano, ya se veía venir en forma de acné juvenil e inocente, pero no, pronto algunas ovejas negras se dieron cuenta de que se trataba de todo un grano que crecía sin remedio en las posaderas. Y mientras se venden ratoneras a precio de palacetes, Cascos pesca salmones para ahumarlos con el desaliento de los hipotecados.
El volumen de los noticiarios oficiales leales sube para ocultar los ecos de opiniones no consentidas. Suenan sin cesar esos medios gubernamentales; se leen esas contraportadas, otrora placenteras, convertidas con los días en escribanías del dictado. Es ese rasgo hierático del escriba sentado el que va consolidándose en la tribu periodística, devorando al informador, que rema como un Ben-Hur sudoroso para que la España que va bien llegue a buen puerto.
Nos dan fútbol, corazón, bigotes sonrientes, canonizaciones de plusmarca, debates sin debate, planos fijos de los acaudillados promotores del desaguisado, malos malísimos con la txapela y voces roncas en off, y un continuo desfile de fuerzas armadas del periodismo de galones y pagas extras. El fondo de reptiles es una caja de cerillas comparado con el panorama que asola demasiadas redacciones y demasiados alientos.
Y entre engaño y engaño, mentiras. Fulanito desayuna todas las mañanas "Z", sí, riquísimo y muy nutritivo. Y ahí nos ganan: acudimos en masa a los supermercados para alimentarnos con esos mismos cereales; para oler igual que ese deportista; para vestir la misma ropa que esa actriz; para escapar de la esclavitud de las ideas y de las deudas.
Los zumbidos de las doctrinas repetidas hasta la saciedad nos dejan atontados a una gran mayoría. Sentados frente al televisor, nos da igual ver un desfile de ropa interior, a Bertín Osborne cantando rancheras o a una pareja casándose en vivo y en directo con un regidor invitando al público a aplaudir y lanzar arroz. Pronto algún productor de esos granos patrocinará el intercambio de anillos en una sinfonía de surrealismo a las tres delicias.
La hipnosis colectiva es un reto para los aprendices de Goebbels, empeñados en dibujar un cuento de hadas en plena trinchera. Convierten las multitudes en grupúsculos insurrectos; multiplican los panes y los peces cuando más conviene; redecoran la vida de una ministra piadosa en un santiamén; asesoran a precio de oro; travisten los pensamientos; dicen digo donde decían Diego; lavan más blanco; desprestigian a los intelectuales independientes desoyendo sus discursos y evitando reproducirlos ante la audiencia acuosa, que como el líquido elemento se queda sin color, olor ni sabor.
Un zapeo vertiginoso antes de dormir: la vivienda sigue subiendo a ritmo vertiginoso, dice el presentador de un popular noticiario. Pero poco les importa eso a los yonquis. Para ellos la muerte es su impagable hipoteca. ¡Qué paradoja: mueren con el interés más bajo!
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