Mourinho es el elixir de la eterna juventud para los medios de comunicación deportivos. Presenta un efecto balsámico, rejuvenece y tonifica en las artes amatorias del titular. Los opinantes caen en el bucle de la cantinela, y recitan sus versos al pequeño Gollum de los banquillos. El portugués reparte titulares como si de pizzas cuatro estaciones se tratase, y pasa de esperar a ver si le dan propina. No sé muy bien si es el Robert De Niro de Toro Salvaje o si es más bien el de Taxi Driver, pero su guión está repleto de asperezas y de manchas de grasa. Mou es un tipo vestido de titular, de polémica, de calmada exasperación, de tensa calma; es un parpadeante logotipo con una mueca de desagrado, un corrosivo personaje que se ha abierto paso a codazos en el pelotón sin necesidad de clembuterol. Mou es un ninja, un seísmo, un zarpazo, un Messina sin escrúpulos ni mirotics. Mou cree que la diplomacia se perdió para siempre en el Big Bang. Para el Real Madrid, el hombre que hizo campeón de Europa al Inter es un visionario abrupto, un camorrista que busca pelea y la gana. Su curriculum vitae tiene fotografías con los rostros de sus víctimas futbolísticas. Mientras Guardiola entiende las artes marciales como un recurso que sólo cabe utilizar en defensa propia, Mou, por el contrario, se ha escapado de un western, y le encanta liarse a tiros en cada escena. No requiere de dobles. Le gusta vivir al máximo cada secuencia. El entrenador portugués no cuida las formas, pero eso no tiene la menor importancia en un club que las perdió hace muchos años. Florentino optó por colocar el cartel de “El fin justifica los medios” sobre la puerta cero del estadio Santiago Bernabeu. Ahora, con cierto retraso, el presidente blanco percibe que en su palco de plata y nata ya no es más que un empresario ambicioso al que un Barcelona pletórico mantiene en el segundo puesto del escalafón, alejándolo de la alfombra roja de la egolatría. Mou no pone el dedo en la llaga; él es la llaga. El Real Madrid creyó en él para curar sus heridas, pero, entre tormenta y tormenta, el club se está dando cuenta de que a Mou no le va el verbo cicatrizar. Deberían haber previsto que para Mou, las heridas no se lamen, sino que se cosen sin anestesia. En la galería de monstruos en que han convertido el banquillo del Real Madrid, Mou es uno más junto a Luxemburgo, Arsenio, Camacho, Juande, Pellegrini, Queiroz y tantos otros… Sólo el tiempo nos dirá si tiene alma de príncipe de Maquiavelo o no. Quizás no sea más que un verdugo convertido en víctima. El problema es que si cae en la batalla, nadie le va a llorar.
2011/03/07 16:12:56.069000 GMT+1
El príncipe Mourinho
Escrito por: Marat.2011/03/07 16:12:56.069000 GMT+1
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