Ana Botella
quiere un Madrid mohíno, puritano y silencioso, un Madrid triste, oscuro y
mutilado, sin pasiones ni pulsaciones. La señá Botella anhela un Madrid de aquelarre,
ausencias y desmemorias, una polis sin luces, inteligencia ni jolgorio, un
Madrid sin ilusión ni armonías, ritmos y acordes. Tampoco quiere ver músicos en sus calles. Le zumban
los oídos los romances cantados, los juglares de este siglo, la algarabía
jovial y melódica de un sonsonete ambulante y espontáneo. Ana Botella es la
perversa musa de las penas, de los bozales y los candados, de las cadenas del
pensamiento libre. Sólo parece responder con pasión a los maitines, los
aleluyas y los pentagramas de lo sacro, situando la permisividad musical unos
centímetros por debajo de la rodilla, como mandan los cánones, sus cánones.
Anda doña Ana obsesionada con la música de las calles, como si el mayor de los problemas de los
sufridos ciudadanos fuera el ajetreo de un acordeón que viene y va como la vida
misma. La esposa de Aznar anda permanentemente
metida en camisa de once varas. Le han regalado un pedestal, a costa del
erario público, y desde éste impone a martillazos la ilógica, como si de un
auto de fe se tratase. Las piras de doña Ana se nutren de ordenanzas y abrasan
la creatividad, peligro proveniente del mismísimo hades. La Botella es más bien
una concejala de cuarto y mitad de ambiente, porque el ambiente huye a su paso,
convirtiéndose en ceniza negra, en hongo oscuro, en nube esperpéntica y dañina.
Pretendiendo purificar la urbe, no ha hecho sino marcar a fuego sobre sus calles
el ideario reaccionario que cuelga en su retina de beata. Responde a las
alertas sobre contaminación con un estúpido “el paro asfixia más”. No será a
ella ni a su familia, porque todos sus miembros, sin excepción, le han sacado partido y jugo a la crisis aumentando
los ingresos del negocio familiar. Su empresa va viento en popa a toda vela. Doña
Ana es una más en la tribu de los negacionistas, en el jardín de las delicias
que supera al del Bosco en el pavor que queda por venir. “El planeta Tierra está al servicio del hombre”, dijo
en cierta ocasión, mostrando las cartas marcadas de una baraja hecha para y por
la sinrazón.
Hubo un tiempo en que en Madrid afloraban las pancartas con el lema “No pasarán”. Y vaya si pasaron.
Comentarios
Y sobre biblias y misas dña Ana es una experta no se pierde una misa y siempre va con biblia, encuadernada segun el color de su zapato o bolson.Y del retumbar de su tacon en la mañana dominguera ¿no dice nada el mando municipal?. Vivo junto a una iglesia y las campanas chafan mi descanso dominical.¿donde tengo que ir a protestar?.
Escrito por: flamboyan.2011/02/15 11:51:9.807000 GMT+1
Escrito por: Jean.2011/02/17 15:31:6.327000 GMT+1
Un minuto de silencio por el planeta.RIP.
Escrito por: Flamboyan.2011/05/30 20:08:27.890000 GMT+2