Últimamente -esto es los últimos 30 años-, me encuentro enfadado con las palabras y con algunos que otros seres humanos. Un tipo me dijo recientemente que me pegara un tiro; otro, que me metiera por el culo no sé qué cosas, que seguro que me cabían muchas. El primero optó por tal lindeza al no recibir la propina que él consideraba justa; al segundo, sencillamente no le gustó uno de mis artículos. Me encanta hacer amigos.
Decía que también estoy enfadado con las palabras; no hago buenas migas con ellas. He cuidado poco la relación y, claro, ahora, cuando las necesito, no acuden. Ya no me suenan igual, no las miro con los mismos ojos. El discurso se resiente, se tambalea, se torna grisáceo. Trato de adecentarlas, de buscar las más adecuadas para mis tránsitos sentimentales; intento, en los minutos de pequeña libertad, engañarlas o engañarme a mí mismo, pero tienen la lección bien aprendida.
En esta cueva que me acoge corren malos tiempos para la lírica. Las metáforas se me escapan entre los dedos, y las rimas se han echado al monte. La poesía que antes me inquietaba con flirteos y carantoñas languidece y hace desesperantes los minutos. Nada me ayuda a encontrar la musicalidad.
Por la noche, de vez en cuando, alguna estrella fugazmente despistada me trae a la memoria viejas composiciones, vetustas palabras que se perdieron para siempre entre las dudas y el desvanecimiento de una desilusión.
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Escrito por: antonio.2006/05/04 13:07:22.424000 GMT+2