La tele de Marat

La derecha está nerviosa. Sé que no es una forma muy original de comenzar un lamento, pero esta realidad tediosa no da para más. Para originalidad, la que exhibe día a día la FAES, Aznar mediante, metiendo en el mismo saco a Castro, a Chávez y  a Evo Morales. Eso es dar, sencillamente, por saco.

Corren malos tiempos para la lírica. Ya no hay necesidad de máscaras en esta tierras de orgías políticas, revival franquista y opereta acebesiana. La derecha se ha quitado la careta y en el PSOE gritan:  !Que viene el lobo!

No sólo se les veía venir, sino que los más listos de la clase sabían a qué y a quiénes se enfrentaban. La herencia franquista es la que es, comenzando por las joya de la corona, o sea, de arriba abajo. Terminaría  con los salvapatrias, que elevan la voz desde el ejército y la legión. Mastican el viva la muerte y escupen el muera la inteligencia. Es lo malo que tiene sacar a pasear a las cabras: acabas echándote al monte o como una puñetera ídem. Luego está la degradación en estado puro, o sea, el cabronazo, hipérbole chusquera de rancio postín.

Cuando el facherío anda revuelto las libertades se echan a temblar  y ponen sus barbas a remojar. La derecha ruda e intransigente está acostumbrada a pasar página sobre los cadáveres incinerados del olvido y el silencio. Bachelet lo sabe bien. En España hay muchas bachelets, gente que tragó saliva en los años dorados de la transición, idílico entremés, guiñolada aplaudida tanto desde el gallinero como desde la zona noble. Las opiniones de los críticos no contaban.

Los militares, la Iglesia y los monaguillos de Rajoy saben que ésta es la segunda parte de la transición, o quizá la verdadera transición, el momento de encarar los problemas sin resolver. Su alrmismo es, además de meditado, la respuesta natural a lo que hay en juego.

La derecha está nerviosa. Había formas más originales de terminar hoy este lamento, pero debo ser yo, que estoy como la realidad, de tedio en tedio.