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2004/05/06 08:00:00 GMT+2

Aznar: el efecto invernadero

Aznar anda estos días algo ofuscado en el recuerdo de su tenebrosa salida del Gobierno. Todo estaba preparado para la gran despedida triunfal, pero su baraja de naipes se vino abajo de forma súbita, su ensoñación regia se le abrasó en las penumbras de la incompetencia. Y, en el colmo de la desgracia, sus alguaciles políticos le salieron rana.

En este paradójico cruce de caminos e intercambio de roles, nuestro caballero de la triste figura fue gustoso el Sancho de Bush, tonto entre los tontuelos, tonto universal. Y así, engreído, arrogante, ido, petulante y altanero, Josemari, con su acento tejano, bordeó las tierras del ridículo infinito. Quevedo lo hubiera retratado con descarada sencillez: "Érase un hombre a un bigote pegado".

Los discursos de Aznar han llevado siempre la etiqueta de la inconsistencia, el descalabro sintáctico, la nubosidad intelectual. Pero todo ello no ha frenado su impulso creador. Ataviado con los ropajes literarios, asaltado por las musas, ensimismado por su inesperada fertilidad literaria, el amigo de Bush ha osado publicar un libro: "Ocho años de gobierno. Una visión personal de España".

Se batirá en duelo con su esposa en busca del dominio de las librerías, ese territorio prohibido. Pero se trata de un duelo inofensivo, en el que vuelan las letras floridas, las mentes prodigiosas... Demonios, seamos sinceros, se trata de un texto primario, que recuerda a cualquier iluminado de tres al cuarto. Es más, yo hubiera invitado a Aznar al "Castillo de las Mentes Prodigiosas" de Antena 3. Su esquema intelectual es de sobra conocido. No hay mucho en lo que indagar. Son sus aires de grandeza los que mueven estos molinos. El producto es infumable, insoportable. Es, además, un arma de doble filo, porque puede conducir a la risa incontenible o a la frustración más absoluta, a la incomprensión que provoca la pregunta que asalta inmediatamente al lector: ¿Cómo ha podido llegar este hombre a convertirse en el presidente del Gobierno?

El epílogo de este ladrillo nos presenta la respuesta de Aznar a los atentados del 11-M. El mejunje es terrorífico. Hay un laberinto de ideas absolutamente destartaladas, un cóctel de pensamientos mal estructurados, un ronroneo insistente con ese aznarismo de filosofía de la península de Barataria. Cuando se refiere a las reacciones provocadas por el 11-M no puede evitar caer en la pose pelotillera, en ese calvario penitente que se vive en éxtasis y de rodillas: "La Casa Real, como siempre, fue un ejemplo para todos nosotros". Coño, y digo yo, ¿no sería al revés?, ¿no serían los miles de madrileños que cooperaron, aquellos que llenaron sus manos de la sangre de los muertos y de los heridos los que fueron un ejemplo para la Casa Real?

Pero lo que más abunda en el cambalache del ex presidente es el resentimiento. Un resentimiento adornado, pero resentimiento a fin de cuentas. Su discípulo Acebes lo muestra desnudo y sin eufemismos. Sí, Acebes, ese lector apasionado de Víctor Hugo, del que ha tomado prestado su lenguaje para atacar a los miembros del nuevo Gobierno socialista. Hugo tardó casi veinte años en escribir "Los Miserables"; Acebes, incompetente gestor del descalabro popular en la víspera de las elecciones generales, tardó sólo unos instantes llamar miserable al nuevo ministro del Interior José Antonio Alonso por decir que el Gobierno de Aznar pecó de imprevisión política en los atentados del 11-M. También Mariano Rajoy, que ahora visita extasiado las ferias populares de la España cañí, se llevó las manos a la cabeza tras las declaraciones de Alonso. Aznar, en el epílogo de su mamotreto encuadernado, afirma: "Quizás los propios éxitos conseguidos en la lucha contra ETA en los últimos años nos han llevado a bajar la guardia ante la amenaza fundamentalista". ¿Cuál fue la reacción de Acebes y Rajoy ante esta admisión resignada? Rajoy ni se llevó las manos a la cabeza, ni rompió sus puros, sino que apretujó entre sus brazos a su admirado Aznar tras la presentación del libro. Pelillos a la mar. Acebes, mientras, buscó un diccionario para comprobar qué significa el término miserable.

Aznar, su maestro, su mesías, despidió el acto con la protocolaria firma de ejemplares. Para dicha presentación se eligió el Invernadero de Arganzuela (Madrid), un lugar ideal para que reposen sus ideas durante el largo invierno que le espera al ex presidente. Lo suyo, no en vano, fue siempre una gélida visión de la realidad.

Escrito por: Marat.2004/05/06 08:00:00 GMT+2
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