Me creía inmune a los delirios febriles de la serie UPA Dance, un castigo televisivo del que deberá responder Antena 3 el día del Juicio Final. Pensé que no volverían a sorprenderme sus guiones, por peregrinos, insensatos o inverosímiles que resultasen. Esas tramas rebuscadas, ese victimismo desolador, ese auténtico gafe sin fin que sufren los personajes día tras día, ese tiovivo de desgracias no tiene fin en la rancia academia, un garito que no se parece a la escuela de "Fama" (la popular serie estadounidense de los años 70) ni en los calentadores que lucen los actores bailarines. Creí que nada podría ya llamar mi atención, pero confieso resignado que la pasada semana sentí, una vez más, un enorme e indescriptible desaliento.
Resulta que la directora de la academia -sí, ese arca de Noé en el que suceden más fenómenos paranormales por episodio que en toda la trilogía de Poltergeist-se reencuentra con un viejo amigo que llega procedente de Argentina. Al principio, resulta chocante oír a un actor forzando un acento sin demasiado éxito. Argentino, lo que se dice argentino, pues no, pero el hombre lo intentaba con tanto ímpetu, que, bien -piensa uno-, pase por hoy. Vale, aceptamos pulpo como animal de compañía, y es más, aceptamos que ese tío salido del madrileño barrio de Chamberí viene del Mar del Plata. Pero miren ustedes por dónde, en la siguiente secuencia el actor ha perdido su acento argentino y proclama a los cuatro vientos un castellano seco, contundente. El anterior tic argentino se ha esfumado. Quizá alguien del rodaje con cierta sensibilidad se diese cuenta de que no colaba su parlar bonaerense y decidió cortar por lo sano. Pero lo grandioso fue que no se molestaron en repetir la primera secuencia -ésa en la que el actor se afanaba en pasar por un pibe más-, con lo que nos encontramos con un personaje que llega de Argentina con su correspondiente acento argentino adosado en las amígdalas y que sufre en un abrir y cerrar de ojos una mutación, un trasplante de cuerdas vocales, o una invasión de perversos espíritus que modifican su forma de hablar.
¿Increíble? Pues ocurrió. Se lo juro por Maradona.
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