Retomo las traducciones del euskera al castellano. Esta vez es una entrevista de Ikerne Zarate a Alberto Muñagorri aparecida esta misma semana en una publicación en euskera de Errenteria, Oarsoaldeko Hitza: «Elkarri entzun behar diogu, aspaldi egin ez dugun zerbait da».
Para nuestra generación, Alberto fue un chaval que una vez vio una mochila en la calle y que, como hacíamos muchos críos entonces, le pegó una patada con la mala fortuna de que aquel bulto escondía una bomba. No murió, pero sufrió la amputación de una pierna y la pérdida de un ojo. 35 años después, dice que no recuerda que pateara aquel paquete extraño.
Aparte de eso, lo único que recuerdo de él es que en una edición de la década de los 80 del Premio San Pedro de Irun (una de las pruebas amateurs más antiguas del calendario ciclista) le hicieron un pequeño homenaje. Tengo en mi cabeza guardada la imagen de un chaval que subió al tablado y le dieron un ramo de flores, pero quizás la realidad no fuera como yo la he guardado en la memoria.
Llevo una racha en la que sigo la actualidad a distancia, pero sí sé que Alberto Muñagorri ha aparecido últimamente estos últimos meses en varios medios contando su experiencia. No añado nada más.
Bueno sí, un beso para él y su madre.
Fotografía de Oarsoaldeko Hitza.
Alberto Muñagorri: «Tenemos que escucharnos mutuamente. Es algo que no hemos hecho durante mucho tiempo»
Cuando tenía diez años, una mochila-bomba colocada por ETA explotó e hirió a Alberto Muñagorri. Perdió una pierna y la visión de un ojo. Junto con otras víctimas, está dando su testimonio.
Ikerne Zarate: Has participado recientemente, junto con otras tres víctimas, en una mesa redonda que el Instituto de la Memoria Gogora organizó hace dos semanas en Irun. ¿Por qué?
Alberto Muñagorri: He pasado mucho tiempo sin aparecer en los medios de comunicación porque lo que decías, a veces, se distorsionaba y se utilizaba políticamente. Pero pasado este tiempo, he querido contar de primera mano lo que tengo que decir como víctima del terrorismo. El Instituto de la Memoria Gogora me dio esa oportunidad en la mesa redonda de Irun y, el mismo día, en una escuela de Eibar con jóvenes de 15 y 16 años. Ha supuesto dar un paso adelante. La experiencia ha sido satisfactoria, aunque ha sido dolorosa, porque ha supuesto recordar lo que me pasó hace 36 años. Me he dado cuenta de que he puesto encima de la mesa un testimonio carente de odio. Y eso también me ha ayudado a ser consciente de que tenemos que trabajar para convivir, que tenemos que aprovechar este momento pacífico para que no se repita lo que sucedió con la violencia.
Ikerne Zarate: Has dicho que les contaste lo que te pasó a jóvenes de 15 y 16 años. ¿Cómo se lo toman?
Alberto Muñagorri: Los jóvenes son como esponjas, no están contaminados y muchas veces son transmisores. Creo que, durante mucho tiempo, se ha silenciado la situación de quienes hemos sido víctimas de la violencia. No se ha hablado de lo que nos ha pasado, de cómo nos hemos sentido o de lo que pensamos.
Ikerne Zarate: ¿Ha sido para protegeros?
Alberto Muñagorri: Sí, para protegernos, para no generar más daño. No se ha hablado del tema y se ha convertido en un tabú. Yo no tengo hijos, pero sí que tengo sobrinos, y ellos sabían algo de lo que me había pasado. Sin embargo, hasta hace dos años no nos hemos sentado y hablado en profundidad de lo sucedido. Les conté quién puso la bomba, qué es lo que sucedió y las consecuencias para mí y para la familia.
Ikerne Zarate: Junio de 1982. Tenías 10 años. ¿Cómo recuerdas aquel día?
Alberto Muñagorri: Era sábado y fui a casa de la abuela a por la paga. Me pidió que le acompañara a hacer la compra al mercado, pero le dije que no, que me iba al campo de fútbol. En el camino estaba la mochila puesta por ETA. La noche anterior la zona estuvo acordonada por la Policía Municipal, porque los vecinos llamaron diciendo que había un paquete sospechoso. No aparecieron los artificieros y, con el cambio de turno, dieron aviso de levantar la protección. La mochila quedó allí. Nadie se preocupó de ello, ni quien lo puso, ni la policía. Mis padres me dijeron que le di una patada, porque me destrozó la pierna, pero yo no tengo ese recuerdo. A partir de ahí, no recuerdo mucho más. Estaba consciente y les rogaba constantemente que me taparan, porque tenía frío. El siguiente recuerdo es cuando me desperté en la UCI. Mis padres estaban allí. Tenía las manos atadas para que no me tocara la cara, porque estaba llena de heridas. Pasé allí dieciséis días y luego me pasaron a planta.
Fue entonces cuando mi madre comenzó a contarme lo sucedido, porque pensaba que me había atiborrado de caramelos y que estaba allí por ello. Me leía cuentos y, mientras me leía uno, La isla del tesoro, me dijo que me habían amputado una pierna. No me lo creí. Pero un día levanté la sábana, miré y me di cuenta de que era verdad. Entonces mi madre me dijo que debía asumir lo sucedido, porque aquello era para toda la vida. Tenía dos opciones: quedarme en casa marginado o superarlo y continuar viviendo. Era un crío de diez años con toda la vida por delante. Mi madre se esforzó para que yo no odiara, para que no tuviera complejos, para que intentara hacer todo lo que quisiera sin que la amputación de la pierna, la pérdida de un ojo y el resto de lesiones fueran un obstáculo. Si no fuera por ella, seguramente no estaría aquí sentado charlando contigo.
Ikerne Zarate: Tu madre es un referente para ti.
Alberto Muñagorri: Sí, no se apartó de mi cama jamás y me enseñó que me caería, pero que debería levantarme solo. Gracias a esa fuerza que ella me transmitió hago vida normal. Todavía hoy me dice muchas veces que no sabe muy bien de dónde sacó aquella fuerza.
Ikerne Zarate: Han pasado 36 años. ¿Cómo ves la actual situación?
Alberto Muñagorri: Vivimos una época totalmente diferente. Ya no está la violencia de ETA que marcó mi vida. Diría que ha mejorado la convivencia, que es más agradable para todos. De pequeño vivía en la calle Magdalena y todos los días veía lo que pasaba. Vi el ataque contra la furgoneta de la Ertzaintza y cómo los quemaban. He visto coches cruzados, autobuses quemados, golpes de porra, botes de humo... Miro hacia atrás y pienso que hemos perdido un tiempo precioso. Hemos vivido rodeados de violencia.
Si alguien cree que hemos conseguido algo, esa será su opinión, pero para mí no es realista. Me apena el tiempo perdido y todo el sufrimiento generado. Debemos mirar atrás para no olvidar lo vivido y, sobre todo, para no repetirlo.
Tenemos mucho por hacer y, a veces, pienso que vamos muy deprisa. Debemos ir despacio y escuchar a las víctimas de todo tipo.
Ikerne Zarate: Con ejemplos como el tuyo, habéis demostrado que algunas víctimas y la sociedad váis por delante de los partidos políticos.
Alberto Muñagorri: Las víctimas estamos en ello. He pedido a las instituciones que no se olviden de las víctimas y que dejen a un lado los intereses de los partidos, porque hasta hace muy poco nos han utilizado para salir en la foto o para conseguir un puñado de votos. Las instituciones están haciendo cosas, es importante la labor del Instituto de la Memoria, las charlas, las exposiciones... Las víctimas, yo mismo, o alguien como Pili Zabala que ha sido víctima del GAL por ejemplo, creo que vamos por delante. Estamos ofreciendo nuestro testimonio y haciendo un trabajo generoso. Tenemos la capacidad de que víctimas de violencias diferentes vamos de la mano. Hablo con víctimas de la violencia policial o con víctimas de ETA y no tenemos problemas entre nosotros. Hay algo que nos une: hemos sufrido la violencia y nos queda esa marca. Cuando eso llega al terreno de los partidos, las cosas se complican.
Ikerne Zarate: El relato, los relatos. ¿Cómo ha/n de contarse?
Alberto Muñagorri: Sé que ha habido violencias de diferente tipo: la violencia de ETA, la de los GAL, la del Estado, la policial... Para mí, sin embargo, el mayor problema ha sido el terrorismo de ETA. Pero hay que abrir los ojos y aceptar que también ha habido otras violencias y yo no voy a negarlo. Cuando me han dicho que existe la tortura, tengo claro que así ha sido y digo claramente que hay que condenar eso y juzgar a quienes han torturado; lo mismo con la gente que ha matado el GAL. No podemos olvidar tampoco que hay muchos casos de ETA no esclarecidos ni juzgados. Por ejemplo, el mío. El relato ha de ser verdadero, no tiene que hablarse solo de una de las partes, sino que hay que hablar de todo, poner todo encima de la mesa.
Ahora se habla de la conculcación de derechos, pero aquí ha habido un problema general: esta sociedad tenía miedo y, si elevabas un poco la voz, corrías riesgos. Hay personas que han estado en la cárcel por sus ideas, pero no debemos olvidar que, hasta hace poco, han matado a muchas personas por sus ideas. Hay que contar todo esto, escuchar a las víctimas y no tratar de justificar una cosa por la otra, porque cuando hablas del terrorismo de ETA, muchas veces te dicen que hay otros sufrimientos. Hablemos pues de todos ellos y reconozcamos a todos ellos. El relato no tiene que satisfacer solo a una parte y está claro que todos deberemos ceder si queremos que la sociedad de Euskadi sea mejor.
Ikerne Zarate: ETA anunció el 20 de octubre de 2011 el cese definitivo de la actividad armada. ¿Cómo viviste aquel momento?
Alberto Muñagorri: Es un periódico que tengo guardado. Fue un momento feliz para mí. Creo que ETA no debía haber existido jamás, pero como sí ha estado ahí, fue una buena noticia, aunque llegó tarde, porque finalmente no se ha conseguido nada. Todo ese sufrimiento, los muertos, las personas amenazadas, las encarceladas... No merece la pena. Fue una noticia esperanzadora y creo que esos pasos debieron haberse dado muchísimo antes. ¿Por qué hemos de estar esperando el desarme o la disolución si quieren finiquitar su historia y no tienen la intención de volver a matar?
Me han preguntado muchas veces si hablaría con la persona que puso la bomba. No tendría ningún problema, siempre que se acercara arrepentida y con actitud constructiva. No entenderé lo que hizo, pero sí que quiero saber sus motivos, porque creo que eso puede ayudar para que no se repita. Esas personas que han utilizado la violencia como instrumento, siempre que muestren su arrepentimiento, pueden aportar cosas, pueden contar por qué lo hicieron. Una vez disueltos y si están dispuestos a ello.
Ikerne Zarate: En Errenteria se han dado pasos. El Ayuntamiento, bajo la dirección del alcalde Julen Mendoza, ha dado pasos hacia la convivencia y la reparación. ¿Cómo ves el caso de Errenteria? ¿Es un referente?
Alberto Muñagorri: Sí, está siendo un referente. Fue el primer ayuntamiento a la hora de dar estos pasos y ahora otros consistorios están recogiendo su testigo. El discurso de Julen Mendoza es modélico, muy importante por las siglas que tiene detrás. Posee gran capacidad de empatía con las víctimas, algo de lo que carecen otras personas, y eso ayuda. Por otra parte, me falta un reconocimiento más amplio de los partidos que en su momento no condenaron la violencia; tienen que dar pasos importantes en ese camino. Ellos dicen que han dado esos pasos, pero yo creo que no son suficientes. Todos deberíamos estar orgullosos de lo que estamos haciendo. Pedir perdón, reconocer el daño causado y comenzar a trabajar para que no se repita es algo como para estar orgullosos.
Debería darnos vergüenza mirar atrás: matar, amenazar, torturar... Tenemos que reflexionar sobre todo ello. Es muy positivo lo que está haciendo Julen Mendoza. Pero, tal y como he dicho antes, me faltan otras instancias. Es cierto que las cosas necesitan su tiempo. Yo he necesitado 35 años para comenzar a hablar. Por tanto, creo que también hay que darles tiempo a los demás para que reflexionen. No pretendo cambiar la opinión de nadie, pero tengo claro que la violencia, venga de donde venga, jamás nos llevará a ningún lado. La pérdida de una vida no tiene ninguna justificación.
Ikerne Zarate: ¿Cómo ves el futuro?
Alberto Muñagorri: Tenemos grandes retos por delante. No está la violencia de ETA, pero está la violencia machista o la situación de las personas refugiadas. Pienso que lo que estamos haciendo nos puede ayudar a tener una sociedad mejor. No me gusta la palabra enemigo, pero creo que hay que hablar con todo el mundo y escuchar por qué piensa así. El objetivo no es cambiar tu opinión o la suya, sino escuchar en primera persona. Hay que hablar, preguntar y, si somos listos, seremos una sociedad mejor para que, sobre todo, no se repitan estas situaciones. Si cuando yo tenga 80 años, volvemos a las andadas, me daría mucha pena, porque signficaría que no hemos aprendido nada. Todos tenemos que esforzarnos.
He sentido un punto de aislamiento en el pueblo por ser víctima. Eso está cambiando y se me acerca más gente. Yo no tenía ideología: tenía 10 años. Hay gente que me dice que hay mucho sufrimiento, por ejemplo con la cuestión de los presos. No te quedes ahí, vamos a vivir juntos, aporta. El respeto es básico. Cuando me he reunido con víctimas de otro tipo, al principio me ha costado entender que esas personas han sufrido como yo, pero eso nos une: el sufrimiento. Hay que hacer un trabajo si deseas ofrecerle algo positivo a la sociedad, hay que empatizar con esa persona y darte cuenta de que ella también ha sufrido. Debemos ser libres de expresar nuestras ideas, porque no pueden imponerse. Debemos escucharnos mutuamente, darnos una oportunidad, algo que no hemos hecho durante mucho tiempo. Errenteria está siendo un ejemplo en este sentido.
Comentarios
Gracias...un beso
Escrito por: pilar vázquez.2018/02/11 21:36:38.610616 GMT+1
A ti, Pilar.
Escrito por: iturri.2018/02/11 21:38:9.577526 GMT+1