Viene de aquí: ¡Macagüen, menudos tiempos aquellos! (III).
Alberto Barandiaran (AB): Has escrito mucho sobre el caso Egunkaria.
Miguel Sánchez-Ostiz (MSO): Sí, porque desde el principio me pareció tremendo todo lo que hay detrás. El silencio generalizado entre los defensores de la Democracia y de la Libertad; la actitud de quienes dicen “que se jodan”; el daño que les han hecho a estas personas. Además, es un daño que se podía calcular de antemano y quien tomó la decisión, por tanto, ya sabía qué se traía entre manos. No es un juego. Sin olvidar tampoco el daño que han sufrido la cultura vasca y la expresión en euskara de dicha cultura a través de un medio de comunicación. Pero aunque dejemos eso de lado, el daño infligido a determinadas personas es incalculable, injusto, y nadie lo podrá pagar. Además de que, siendo solamente acusadas, estas personas ya han sido castigadas. Es decir, tan sólo con la acusación, este sistema puede castigar a una persona. Y eso es una pervesión. ¿Cuántos años han pasado? Recuerdo muy bien cuándo sucedió, porque escuché la noticia en Madrid, en el 2003, en un taxi camino de la isla Juan Fernández. Y la cuestión no ha terminado todavía. ¡Joder! Es decir, aunque los absuelvan, porque no veo ningún argumento para condenar a esta gente, estas personas han estado condenadas estos siete años. Y gran parte de la sociedad no ha querido verlo.
Alberto Barandiaran: ¿Por qué?
Miguel Sánchez-Ostiz: Porque creen que éste es un problema que sólo afecta a los abertzales. Al principio era ETA, ahora los abertzales. Claro que si hablas de esta manera, enseguida te espetan que eres de Batasuna o que a través de tus escritos te sumas a las tesis de ETA, aunque quien te lo dice sabe que en Madrid, en los tiempos que corren, te está hundiendo en la miseria. El problema es que esta sociedad es agresiva, y mentirosa. Libera odio a borbotones, a diario, y yo me rebelo ante eso. Y me preocupa que yo también pueda sembrar ese odio, y mis palabras, en vez de ser palabras para la paz, pueden ser palabras airadas. Esto cada vez me preocupa más. Porque no es lo que yo quiero transmitir con mis escritos. Pero puede que, a veces, el carácter se imponga a la cabeza. Sí, a veces siento ira ante estas cosas.
Alberto Barandiaran: ¿Si te pregunto por el compromiso?
Miguel Sánchez-Ostiz: Mi compromiso consiste en contar todas estas injusticias citadas, todas estas injusticias que veo. A veces, hay cosas que me quedan grandes, porque me muevo por reacción. Por ejemplo, lo que antes hemos visto ahí abajo (y se acuerda de la inmigrante que hemos visto a la puerta de casa, a la que le pegaba el novio y que, tras la última trifulca, caminaba ayudada por otras dos personas, cabizbaja, la cara pálida y la expresión abatida). Son reflexiones sobre el dolor. Con todas las dudas, obviamente, porque no estoy en posesión de la verdad.
Alberto Barandiaran: Pero te dejas guiar por ti mismo, ¿ése es tu modelo, no?
Miguel Sánchez-Ostiz: Ahí entras en la libertad de conciencia. Es un tema muy espinoso. Hoy, cuando volvía del monte, he pensado que ser independiente no consiste en cambiar de bando, sino que consiste en no pertenecer a ninguno. Y eso aquí y ahora es muy difícil. Porque hace tiempo que tenemos prohibido aquí andar en grupo. Conseguir esa independencia resulta muy complicado.
Alberto Barandiaran: ¿Tú la has conseguido?
Miguel Sánchez-Ostiz: No, quia. La sigo a distancia.
Alberto Barandiaran: ¿Qué o a quiénes admiras?
Miguel Sánchez-Ostiz: El coraje por vivir que tiene la gente en medio de la desgracia; la capacidad de pelear en lo que uno cree, sin buscar otro beneficio; la voluntad por trabajar en algo que es bueno para todos; gestos de generosidad. Esos valores que no cambian. Todo ello me parece más importante que las grandes ideas políticas y los partidos. Nada más conocerlo, un amigo boliviano me dijo: “¿Tú qué dices que eres? ¿Comunista? ¿Anarquista? ¿Nada? ¡Cabrón! ¡¡Entonces no me sirves!!”.
Alberto Barandiaran: ¿Y qué o a quiénes odias?
Miguel Sánchez-Ostiz: La avaricia, tal vez. La ley del más fuerte; los que se sienten en posesión de la verdad; los mentirosos, los bufones; quien dice una cosa y hace otra. Eso me altera, desde pequeño. La poca estima que nos tenemos, la falta de respeto. Este mundo me parece una trinchera. Todo es odio, rencor. Ya lo he dicho, puede que yo también esté metido en la rueda, porque no estoy en el púlpito, sino en mitad de la mierda.
Alberto Barandiaran: El título de tu último libro es Sin tiempo que perder. ¿Sientes esa necesidad imperiosa?
Miguel Sánchez-Ostiz: Claro. Eso viene con el carné. Sentir... siento cosas muy desagradables. Que estoy perdiendo la memoria, que se me escapan las palabras, que me cuesta completar las frases... que a veces no tengo ganas. Y eso es muy peligroso. Que me cuesta ponerme a trabajar, porque comienzo a preguntarme: “¿Y esto para qué?” Eso, claro, es la edad. Por tanto, haz lo que debas cuanto antes, porque de lo contrario puedes llevarte un buen susto. Tengo unos cuantos libros por acabar y, tira, no sé.
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Escrito por: chamepho.2010/03/21 19:43:17.366000 GMT+1