Es igual cuantos días pases de vacaciones. Siempre te saben a poco.
Llegué el jueves a Donostia tras pasar varios días en el Mediterráneo. Lluvia, prendas de abrigo, paraguas, una visera para evitar que se mojen las gafas... me esperaban en casa. Por cierto, he comprado hoy un spray que dicen que evita que las gafas se empañen por efecto de la mascarilla. Veremos.
He pasado días mirando el mar desde la playa, desde el paseo o desde una terraza.
He aprovechado para leer unos cuantos libros y afortunadamente he acertado con la selección.
Comimos en La Vila con un par de amigos. Me fui a tomar un café con Manolo en Beniarbeig. Perdí las gafas de ver, pero aparecieron 36 horas después en el coche.
Nos llevamos un susto cuando supimos que una amiga fue hospitalizada por el covid, pero, tras pasar varios días en el hospital, esta misma semana ha vuelto a casa.
El domingo pasado leí en Las Provincias que de 150 hoteles únicamente 10 seguían con las puertas abiertas en Benidorm. Unos amigos me comentaron que fueron a comer a un restaurante y que los alrededores estaban vacíos. Eso que llaman ahora una visión distópica de la cosa.
Veremos qué nos trae todo esto, pero ya nos advierten los expertos que no se va a acabar de hoy para mañana. Margarita Del Val fue entrevistada el domingo en Berria y hablaba de «los años de la pandemia».
En el ámbito cultural cercano, Plateruena ha dicho adiós (quizá hasta luego) y hoy mismo ha muerto en San Sebastián Popocho (Orquesta Mondragón). Precisamente hace tres años murió el técnico Fidel Vicente. Que la tierra les sea leve a todos ellos y que permanezcan en nuestra memoria.
¿Tiramos para adelante? Tiramos para adelante.
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