El 26 de noviembre de 2009, Miguel Sánchez-Ostiz estuvo en San Sebastián hablando sobre Malcolm Lowry. La conferencia la organizó el Ateneo Guipuzcoano y ejerció de presentador, amén del presidente Ángel García Ronda, Javier Mina. Éste definió a su amigo como "un temporal de esos que siempre deja algo en la playa. El escritor infinito".
Hace ocho años me encantó una entrevista que Alberto Barandiaran le hizo a Miguel Sánchez-Ostiz. La publicó el diario Euskaldunon Egunkaria, cerrado hace siete años merced a una vergonzante operación político-mediático-judicial. La traduje y está en este blog. El otro día me llegó en la revista Argia un nuevo tête à tête del mismo dúo (Lubaki bat iruditzen zait mundu hau). También esta vez me ha dado por traducirla. Es más larga y creo que la voy a dividir en tres trozos.
Miguel Sánchez-Ostiz: "Este mundo me parece una trinchera"
Tras pasarse los últimos veinticinco años describiendo el paisaje humano que le rodea, Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) ha puesto su mirada en el extranjero. En ambientes que se tensan hasta casi explotar como, por ejemplo, las sociedades de Bolivia y Rumanía. Ha estado en minas desconocidas de los Andes y también en estaciones de autobús de las capitales donde expulsan a los inmigrantes como si fueran eructos. Ha visto como toman el camino de vuelta en furgonetas poco fiables, agotados y desesperados.
Tras ganar fama de autor riguroso y prolífico, Sánchez-Ostiz ha decidido que el deber del escritor no es, no puede ser, pasarse años mirándose el ombligo. Que no puede cerrar los ojos ante el caos que nos rodea. Que tiene que contar lo que ve, porque ése es su cometido. Dicho humildemente, pero sí, el deber del escritor. Y ha decidido que tiene que prestar su voz a esos otros.
Dentro de poco volverá de nuevo a Bolivia. Por quinta vez. De esa experiencia ha escrito dos libros: Cuaderno boliviano (Alberdania, 2008) y otro que se publicará pronto, Vivir de buena gana, un título que ha surgido de su blog literario (Vivir de buena gana). Está como loco sólo de pensar en la posibilidad de ver otra vez a sus amigos de La Paz.
Alberto Barandiaran (AB): No sé qué preguntarte: qué se te ha perdido en Bolivia o qué es lo que has encontrado allí.
Miguel Sánchez-Ostiz (MSO): Es complicado de explicar, sí... Los amigos de Bolivia me preguntan lo mismo, y como no les respondo, me suelen decir que me enviarán a Guinea. Realmente no sé qué se me ha perdido allí, pero sí sé lo que he encontrado: calor humano. Gracias a ello he entendido que junto a este mundo nuestro tan envejecido hay nuevos mundos que están asomando, mundos social e intelectualmente de una gran viveza. De gran viveza no sólo desde que Evo Morales ha tomado el poder, porque la gente que he conocido allí lleva toda la vida peleando y trabajando a favor de una nueva sociedad. Es gente de mi edad y no han tenido una vida fácil, pero para nosotros es muy difícil entender todo esto.
AB: ¿Por qué?
MSO: Porque resulta muy fácil acercarse a las realidades que nos son ajenas como si fuéramos misioneros. Como misioneros o como guerrilleros. Sin embargo, es difícil dejar en casa tus prejuicios y tus pensamientos y tratar de ser comprensivo con las formas de vida que te encuentras. Porque tenemos tendencia a decirles cómo han de organizar su vida. “Aquí se debería hacer...” Eso es muy europeo.
AB: ¿Y ellos qué piden? ¿Qué te transmiten?
MSO: Ellos no piden nada. Quieren construir la sociedad y piensan que pueden hacerlo con nuevos moldes. Quienes debían haber nacido para obedecer han comenzado a mandar en Bolivia; eso es lo que ha sucedido. Y eso enfada mucho a la derecha de siempre, porque es una revolución en toda regla. ¡Y cuidado! La revolución no se ha conseguido a través de las armas, sino por las urnas. Pero sabes que todas las urnas, para el perdedor, son una trampa. Eso también sucede con los premios literarios: salvo el premio que le dan a uno, todos los demás tienen trampa.
Los montes de los alrededores de Elizondo están nevados. Sánchez-Ostiz ha escrito artículos relacionados con ese clima estos últimos días, quizás porque el inicio de este mes de febrero está siendo frío y porque se ha reunido con sus próximos alrededor de la mesa más de lo habitual. O porque este año se le han ido muchos amigos. “Demasiados”, dice. De todas maneras, ha escrito de los lobos, de los pinzones, de Santa Agueda, de los joaldunak de Ituren y de los árboles que cortan el camino en cualquier rincón de los montes.
Al café de Bolivia le ha añadido un poquito de cacao de la marca Mombana, consiguiendo así un sabor dulce y amargo a la vez. Promete que, la próxima vez, traerá un paquete del mercado de Donibane Lohizune (San Juan de Luz).
MSO: Me he dado cuenta de que la boliviana es una sociedad muy dividida y que hay mucho racismo. De los indios respecto a los blancos y de los blancos hacia los indios. No se habla jamás del primero, pero sí que lo hay. No sé en qué se basa, no me gusta hablar de los quinientos años de la conquista, porque hay que ser realista: los bolivianos lograron la independencia hace doscientos años y en ese tiempo, por diversas razones, no han podido construir una sociedad equilibrada y democrática. Al contrario, ha habido muchos golpes de estado, crímenes terribles, pero también revoluciones muy interesantes, como la de 1952, por ejemplo. Pero no tenemos ni idea. Ese es el sentimiento general de los bolivianos: que el mundo no sabe nada de ellos, que viven aislados. ¿Qué sabe el mundo de Bolivia? Es que Bolivia no existía: le llamaban Alto Perú. Se enfadan mucho con eso.
AB: Los argentinos, cuando se refieren a los mestizos que viven en el norte, suelen decir “esos son bolivianos”, con desprecio.
MSO: Sí, los argentinos son muy especiales con los bolivianos. Ellos, al menos, se sienten muy maltratados, y no sólo por el colonialismo español. Las élites locales han saqueado al pueblo.
AB: ¿Y cómo se entiende esa revolución actual? Esa superioridad de la mayoría local que siempre ha vivido marginada.
MSO: No lo sé. Creo que ellos también están sorprendidos. Y están sorprendidos, además, por la fuerza del cambio.
AB: ¿Qué es? ¿Que ha aparecido el líder adecuado en el momento apropiado? ¿Que lo que venía de antes ha explotado finalmente?
MSO: Las dos cosas. Después de la última dictadura, estaba ya el clamor del movimiento popular. La situación era insoportable. Y en una de éstas, ha aparecido un líder, y ha conseguido reunir varias sensibilidades políticas a su alrededor. Y eso ha ido hacia adelante.
AB: ¿Qué es lo que más te interesa?
MSO: La gente. A mí no me interesan las piedras. Viajar para ver el paisaje es una frivolidad. Las piedras de Tiahuanaco seguirán allí cuando yo me muera, pero yo he conocido a la gente, he compartido muchas cosas con ellos, me han interesado sus historias. Lo otro, el paisaje... bueno. El Monte Ilimani que está encima de La Paz es un gran espectáculo diario, pero no viajo para eso. Viajo para escuchar. Para ver cómo vive la gente.
AB: ¿Y les entiendes? ¿Te entienden?
MSO: Intento entenderles e intento desaparecer. ¿Si ellos me entienden? Ellos tienen más cosas que mostrar que yo, porque he encontrado gente excepcional a derecha e izquierda.
AB: ¿Y tienen porvenir?
MSO: Sí… (pensativo). ¿Te has dado cuenta de que los Estados Unidos no han tenido nunca un golpe de estado? ¿Y sabes por qué? Porque jamás han tenido embajada estadounidense. La oposición contraria a Evo Morales se muestra dura, y hay algunos problemas, por ejemplo el narcotráfico. En torno suyo se crean gobiernos al margen, porque el narcotráfico mueve mucho dinero. Demasiado.
AB: ¿También en Bolivia?
MSO: También en Bolivia. Y la derecha le echa en cara a Evo Morales, creo que por medio de la Embajada estadounidense, que se está valiendo del narcotráfico. Es cierto que en la actualidad hay muchos laboratorios cerca de Bolivia para hacer la pasta básica necesaria para la coca. La hoja procede, sobre todo, de Chaparé, un territorio próximo a Cochabamba, patria chica de Evo Morales. Ellos no quieren abandonar esos cultivos, porque perderían mucho. La mayoría son mineros, y cuando cerraron las minas, la gente migró. Muchos están ahora en El Alto, pero muchos otros comenzaron con las plantas de coca y allí se produce una hoja de coca muy buena. Además, está muy cerca de la zona oriental de Bolivia, cerca de la Amazonía, y ese territorio no es de nadie. No hay leyes y manda quien más armas posee. Y además el mundo del narcotráfico nos es muy desconocido. Claro que hay jefes, pero finalmente se moja todo el mundo. Y es un gran peligro para estos sueños. Por tanto, hay muchas voces críticas.
AB: De todas maneras, no será fácil para los nativos aprender a gobernar ahora después de vivir tantos años marginados.
MSO: Hay gente muy válida en ese gobierno. Muy-muy válida. Conozco a uno de los ministros. He estado en su casa y sé cómo vive. Sé lo que come, cuánto gasta y sé que es una persona honrada y humilde. Cuando ves eso, sabes que esa persona puede hacer algo. He viajado con él y nunca le he visto decirle a la polícia que es diputado. Sin embargo, aquí enseguida te espetan eso de que no sabe usted con quién está hablando... Yo creo en una persona que se calla eso.
Continúa en Estamos sentados encima de un barril de pólvora.
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