Pedradas

Siguiendo el atinado consejo del señor Picapiedra, el sábado por la noche me vi los cinco vídeos de un especial que emitió en su día Cuatro. Se refería a las condiciones de trabajo de muchos sin papeles, la nueva esclavitud.

En el programa aparece cómo funciona ese mercado en el ramo de la construcción en los alrededores de Madrid. Como en los tiempos de los caciques, los inmigrantes se concentran en determinados sitios a los que acuden los denominados pistoleros a ofrecerles trabajo. A veces cobran, otras veces no; vete luego a pedir cuentas.

De todas maneras, el caso que más me ha llamado la atención es el de una madre ecuatoriana, Zulema Silva.

Su historia aparece a partir del minuto 3:45 (el vídeo no sobrepasa los diez minutos). En junio de 2003, su hijo de 20 años, un sin papeles llamado Juan Carlos Vallejo Silva, comenzó a trabajar en un secadero de embutidos de Baños de Río Tobía. Dos meses más tarde, en agosto de 2003, murió en accidente de trabajo.

Los dueños del negocio son el padre y dos hijos de la familia Amutio. Cuando uno de ellos se topó con el cadáver de Juan Carlos, intentó quitarle las ropas de trabajo y dijo a la policía que no lo conocía, sugiriendo que pudiera tratarse de un ladrón. Los tribunales los condenaron a tres años de cárcel y a indemnizar a la familia del fallecido con 135.000 euros.

Las cosas no quedaron ahí. Los vecinos firmaron (dicen que masivamente) una petición de indulto. Así lo hicieron el alcalde socialista, el párroco y hasta el presidente de La Rioja. Pero el gobierno no concedió el indulto.

Por su parte, Zulema recorre pueblos y ciudades intentando reunir firmas contra el indulto. Las imágenes están tomadas en la localidad navarra de Mendavia.

¿Qué dicen los vecinos de Baños de Río Tobía con esa petición de indulto? Le ha tocado a ellos, pero nos podía haber tocado a nosotros, los condenados son de los nuestros; el otro, en cambio, era un pobre desgraciado al que le dieron comida y trabajo. ¿Qué más quiere su familia?

No tiene mucho que ver con esto, pero ayer el Poli Ejido ganó a la Real en Donostia (ya hasta el Poli juega mejor que nosotros al fútbol). Mientras veía el partido, me acordé de los incidentes vividos en su día en El Ejido. ¿Somos acaso mejores que los habitantes de esa localidad almeriense? Me da que no.

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