Ayer (miércoles) por la tarde, fui a la playa. Solo. En un momento dado (que es cuando suceden todas las cosas, como decía Lázaro Carreter) me quedé mirando cómo una abuela secaba a dos chavales y, claro, me acordé de la mía.
Era un crío cuando murió la amona Ramona (por parte paterna) y el aitona Joakin (materna). El padre de mi padre murió cuando mi viejo tenía 15 días. Por tanto, la única abuela que conservé en la adolescencia era mi amona Joakina.
Sin embargo, retengo en la memoria una imagen de la amona Ramona. Miro por la ventana, subido a la fregadera de la cocina del caserío y veo que fuera están mis padres. Entran en el coche (Seat 600) y se van, mientras la abuela me sujeta. Les digo adiós.
Esto ya no lo recuerdo, pero mi madre siempre me dice que, de pequeño, no dormía por la noche. Y si yo no dormía, mis padres tampoco. Cuando ya por la mañana temprano, me metían en la cama de mi abuela Ramona, me recibía con unas bonitas palabras: «Akabo loa! Ume puta hau!» («¡Se acabó el dormir! ¡Este puñetero crío!».
Cuando mis padres estaban cansados, me recibían con los brazos abiertos en el caserío materno. Allí era el único nieto. Además de la amona Joakina, vivían su hermana y dos o tres tíos míos, aunque el resto también merodeaba por allí.
Recuerdo que un día cagué cerca del fregadero que había para lavar la ropa, en la parte inferior del caserío (estaba en pendiente). Le dije a una tía que quien había perpetrado aquello era la abuela.
Al morir mi abuelo, y como la abuela y su hermana no estaban como para quedarse solas allá arriba, decidieron bajar al barrio de Ventas de Irun. Las dos hermanas y mis dos tíos mayores se fueron a un piso.
Estaba situado cerca del colegio al que iba y solía ir mucho por allí: a comer e, incluso, a dormir con la abuela. Y es que mis tíos solterones tenían otras prioridades y las dos viejas pasaban más tiempo solas de lo que a ellas (y a mi madre) les gustaría.
Recuerdo a mi abuela Joakina currando, siempre: haciendo las labores de casa, preparando la comida, cuidando y ocupándose del resto. Su hermana tenía problemas de movilidad y pasaba mucho tiempo rezando el rosario.
Cuando terminé la escuela, me mudé al Instituto Pío Baroja de Irun. El cambio trajo que viera menos a mi abuela: era yo quien entonces tenía otras prioridades. Además, mi tío Perico y su familia se ocuparon de su cuidado (tras la muerte de su hermana y de su hijo mayor).
Mi abuela murió en 1991, cuando estaba terminando la Universidad (hice Derecho, aunque no se note nada). Fue en los exámenes de junio.
A esto me ha llevado la imagen de la playa. Porque quería mucho a la amona Joakina y porque hoy mi madre cumple 81 años.
También ha tenido que ver esto que le leí a Edurne Portela el otro día: Desde Santurce a la URJC.
La banda sonora la pone Ruper Ordorika y su canción Aspaldian, una canción dedicada a su abuela. Apareció por vez primera en el disco de 1990 titulado Ez da posible (enlace a Spotify), trabajo producido por Juan Carlos Pérez (ex Itoiz) y que ha envejecido magníficamente. Ya me gustaría a mí.
Amona Joakina, apunte hau euskaraz.
Comentarios
nire eskuko zigili eraztuna nire amonarena zen, ez daramat nirea jarrita. Omenaldi gisa.
Escrito por: GB.2018/09/20 09:57:12.691407 GMT+2