Viene de aquí: Estamos sentados encima de un barril de petróleo (II).
Alberto Barandiaran (AB): Y la literatura, ¿es una forma de compartir tu extrañeza?
Miguel Sánchez-Ostiz (MSO): Ahora sí. Y en los proyectos que tengo entre manos esa preocupación es cada vez más evidente. La próxima novela que tengo en cartera, Un gamberro en Bucarest, es una mofa de mí mismo, una especie de caricatura. Es una crítica de la literatura esteticista, de la literatura-literatura. No hablo de los militantes literarios, pero sí de la picaresca. Es una forma eficaz de retratar una sociedad y, además, lo mejor de la literatura española es la picaresca. Es reflejo del desarraigo, de la imposibilidad de la sociedad y del instinto rebelde y rabioso. Por tanto, esta novela está relacionada con la picaresca.
AB: Esas tensiones que te interesan, las de Bolivia, las de Rumanía, ¿las percibes también aquí? ¿O estamos algo dormidos en ese aspecto?
MSO: No, no estamos dormidos, pero estoy cansado de nuestra historia y de este callejón sin salida. Aburrido. Me he encontrado con otras historias y realmente son más duras que las nuestras. Si escuchas lo que la gente vivió en Rumanía, terminas por relativizar la situación que aquí vivió la mayoría de la población. (Se toma un tiempo. Largo). Estoy cansado de contar mi historia de aquí. Pero... (Se ve que tiene alguna duda).
AB: ¿Pero?
MSO: Pero este año quisiera terminar otra novela, sobre el inicio de la Guerra Civil aquí, en el País Vasco. La situaré entre Pamplona y la frontera de Irun, en San Juan de Luz, y estará relacionada con gente que se ha comprometido en la recuperación de la memoria histórica. Empecé la novela en el 2005. Cuando estaba escribiendo la biografía de Baroja. Comencé con el levantamiento del general Mola, pero enseguida me di cuenta de que nuevamente estaba contando la historia con los protagonistas de siempre. Pablo Antoñana, por ejemplo, fue un maestro en ese sentido, porque dio voz a los verdaderos protagonistas. Las carlistadas siempre se han contado a través de sus protagonistas, a través de las andanzas de los señoritos. Jamás se han contado a través de los agricultores o de los voluntarios. Y ellos, tras luchar durante seis años, lo perdieron todo, tierras y caseríos, y tuvieron que marchar rumbo a América. Por tanto, lo que quería era contar la historia desde el punto de vista de quien la ha sufrido. La quería publicar en el 2006, pero no pude, y eso me favoreció, porque he podido cambiar el punto de vista.
AB: Es un tema que levanta ampollas.
MSO: Sí, saca a la gente de sus casillas, sean herederos de los protagonistas de aquellas barrabasadas o sean jóvenes progresistas de hoy, porque piensan que hay que pasar página, y cuanto antes mejor. Este es un momento importante para recoger testimonios y fijar la memoria, porque a estas personas que pretenden recuperar la memoria les echan en cara mala fe y odio, sed de venganza.
AB: Lo más importante de este movimiento a favor de la recuperación de la memoria es que deja las cosas a la vista, ¿no? Saca a la luz lo que sucedió.
MSO: José Artetxe, en su libro Un vasco en la posguerra, cuenta lo que le escuchó decir una vez a José María Iribarren. Éste, secretario del general Mola, le dijo a Artetxe una vez que ambos estaban en San Sebastián que le envidiaba porque podía publicar un libro con sus memorias. Y él, aunque quisiera, no podía hacerlo. “Porque los promotores de la Guerra Civil, sus hijos y nietos, están vivos y los tratan como si fueran dioses”. Iribarren decía que Mola tenía en la cabeza matar a gente, nada más, y que siempre decía que a los de aquí había que darles “un buen escarmiento”. Dicen que escribió unas memorias. Estaban guardadas en una caja, pero creo que las hicieron desaparecer. Fueron varios los que vieron ese libro, y tomaron algunas notas, y yo los estoy buscando, pero el libro ha desaparecido. Y ya casi no hay testigos.
AB: El tiempo se echa encima.
MSO: Una vez, en la televisión, vi unas imágenes de una excavación que estaban haciendo en Navarra. Aparecía un viejo, llorando a moco tendido, y pronunció una frase que me emocionó y me impactó a la vez: “¡Macaguen, menudos tiempos aquellos!”. Esa frase lo resume todo. Hace unos meses, los médicos forenses dijeron que el tiempo se acababa. Pues eso.
En la película Shoah, le preguntaron a un campesino que vivía en los alrededores del campo de concentración de Treblinka cómo podía trabajar allí en tiempos de los nazis, oyendo los gritos que llegaban desde el propio campo o viendo los convoyes llenos de judíos que paraban junto a su casa. Y dijo: “Si a ti te cortan el dedo, a mí no me dolerá”.
AB: Esa película es espeluznante.
MSO: Para la película, entrevistaron a mucha gente que vivió de cerca o sufrió en carne propia la faena de los nazis. En Navarra, cuando a finales de los 70 hicieron varias excavaciones para desenterrar los cuerpos de los fusilados, había muchos ancianos. Era gente que había vivido la guerra. Pero ya se han muerto. Y los jóvenes de entonces, ya tienen mi edad o son mayores que yo. No fue una película Shoah. Cada vez hay menos víctimas directas aquí.
AB: Pero todavía ahora muchas de esas víctimas no quieren decir nada.
MSO: Antes hemos hablado de lo importante que es contarlo. Estoy preparando un trabajo sobre Pablo Antoñana. En su cuento Extraña visita, escribió un bello texto sobre la visita de unos falangistas. No tuvo que decir de qué zona de Navarra eran, pero ese relato tiene el mismo valor que todas las denuncias de los fiscales. No hay nombres, no hay nada. Cómo sacan de sus casas a unos campesinos, cómo los suben a un camión junto a una mujer, cómo los llevan por los campos. Sólo eso. No se necesita nada más, porque lo ves todo: los campos de la Ribera, qué sucedió... Claro que hay que contarlo. Puede que sea tiempo perdido, pero yo tengo ganas de contar lo que pueda. Y ya veremos.
AB: ¿Qué tal te encuentras en el Baztan? Dijiste en una ocasión que era un buen sitio para vivir.
MSO: Sí, estoy muy a gusto. Me siento cómodo, salgo mucho al monte, trabajo muchas horas, y vivo tranquilo, bastante más tranquilo que en Pamplona. Hay menos ruido que allí.
AB: ¿Allí no vuelves a gusto?
MSO: No, Cada uno tiene su historia, pero lo de Pamplona no tiene remedio. Allí me siento perdido. Ya hace quince años que me vine para acá, y quitando los dos años de Madrid, han sido años decisivos para mí. He visto que no tengo sitio en la sociedad pamplonesa.
AB: A pesar de ser de allí, de haber vivido allí y de haber escrito la mejor guía de Pamplona. Conoces bien la ciudad.
MSO: Sí, pero yo no puedo tirar para adelante allí. Quizás debía haberme marchado cuando era más joven, pero no vamos a empezar a arrepentirnos ahora por lo que no hicimos, ¿no? Ahora, para mí, lo importante son los libros que tengo por escribir. Ésa es mi vida.
AB: ¿Has olvidado también lo de Madrid?
MSO: Sí, no pinto nada en Madrid. Mis hijos están allí, pero no tengo ninguna relación con el ambiente literario español.
AB: No te arrepientas de haberte marchado, entonces.
MSO: No. Ha surgido así y las cosas están como están. Eso es todo.
AB: ¿Los lugares son decisivos para escribir?
MSO: Creo que sí. Pero más que los sitios, la gente que vive en ellos. La ciudad en sí no es nada. Thomas Bernhard, y no es más que un ejemplo, decía que Salzburgo era una “enfermedad mortal”. Pero Salzburgo no es una enfermedad mortal; de serlo, lo será su gente o la que él conoció. Ése es el problema de las ciudades: con quién te encuentras. Y si el ambiente es pesado, la vida se te hará cuesta arriba.
AB: ¿Qué tiene Pamplona?
MSO: Es muy carca y muy tradicional. Aquí, sea por las armas, sea por las urnas, siempre ha mandado la derecha. Y lo peor es que no se han aprovechado las opciones para darle la vuelta a eso. Cuando los socialistas ganaron las elecciones a comienzos de los 80, hubo una oportunidad. Se hicieron algunos cambios, porque los otros también estaban haciendo grandes cambios en su entorno, pero eso duró hasta que empezaron a meter la mano en la bolsa. Y la última oportunidad que tuvimos para cambiar, también se fue a la mierda. Todo es más grave de lo que parece. Seguramente no lo sea tanto cuando tienes treinta años, pero sí que lo es cuando tienes sesenta. Con los resultados habidos en las últimas elecciones, se arruinó una oportunidad histórica. Y a consecuencia de ello, comparten el consejo de administración como si esto fuera una empresa privada. Y unos y otros dirigirán ese consejo de administración durante mucho tiempo. Escribí hace poco sobre ello, y puede que no sea muy correcto, pero los problemas internos que están teniendo algunos partidos...
AB: ¿Te refieres a Nafarroa Bai?
MSO: Sí. El espectáculo no es muy digno. Y si fuera de la derecha navarra de toda la vida estaría muy contento con el ambiente, porque están asegurándose la poltrona para siempre. Y estos de Nafarroa Bai están olvidando que muchas de las personas que les votaron no eran de sus partidos. Ni de unos ni de otros. Había mucha gente que no militaba en ningún sitio, pero pedía el cambio. El cambio, por fin. Luego, ya se verá. Pero primero el cambio, ¡carajo! Pero, claro, con la sociedad navarra hemos topado, muy carca ella. Con matices, pero es así.
AB: ¿Estás resignado?
MSO: Sí, puede que sí. Obviamente, esto no se lo puedes decir a los demás, porque hace falta algo de ganas, no resignarse totalmente, pero es lo que hay.
AB: Ejerciste la abogacía. Imagino que aún conservas ese olfato que mantienen quienes estudiaron Derecho para decidir qué es justo...
MSO: …Sí, algo queda.
AB: Últimamente, en el ámbito judicial hemos visto cosas sonrojantes. Por ejemplo, aquello que le espetó la jueza a Arnaldo Otegi, “¡Por mí, como si bebe vino!”.
MSO: Me pareció vergonzoso. En aquel juicio, el fiscal incluso echó mano del refranero para apoyar sus tesis, cuando dijo aquello de que quien calla, otorga. Perdón: quien se calla, se calla. En un juzgado, sobran los refranes. En un alegato del fiscal, hay que utilizar la jurisprudencia o el Código Penal, pero no el refranero. Mucho menos, cuando son refranes feos. Está en consonancia con el detalle del vino. Sí, hay tengo un instinto jurídico que me sale. Los abusos judiciales, los abusos del poder en general, esto es, los abusos de autoridad, me sacan de mis casillas. Es decir, tener razón porque llevas uniforme o porque tienes dinero en el banco... Eso no lo soporto. Y me enfrento a las cosas que me parecen injustas, por eso, por el instinto.
Continúa aquí, cuarta y última entrega: Ser independiente no consiste en cambiar de bando (IV).
Comentarios
Escrito por: El jukebox.2010/03/15 12:08:22.733000 GMT+1
Escrito por: iturri.2010/03/20 18:14:1.564000 GMT+1
Escrito por: El jukebox.2010/03/21 20:42:53.274000 GMT+1