Publicado originariamente en euskera el 10 de julio de 2008 en la sección Loretopetik del diario Irutxuloko Hitza.
El verano donostiarra se ha inaugurado ya y, con la apertura de la temporada, llegan las (y los) turistas. El sábado por la noche me encontré con unas pijas mejicanas que esperaban el autobús ("vamos a agarrar el camión" decían). El domingo, por el contrario, en los alrededores de la plaza de toros vi la pintada que da título a este artículo.
Otro artículo, escrito éste por el periodista Javier Ortiz, me llamó la atención la semana pasada. Si bien la mayoría de los escritos de este periodista donostiarra merecen mi interés, en este caso se me hizo especialmente llamativa la columna aparecida en el diario Público y que se titulaba Los otros inmigrantes. Javier nos contaba cómo la Comunidad Valenciana ha decidido no dar asistencia sanitaria gratuita a los jubilados británicos. Dicen que hay un millón de europeos pasando los últimos años de sus vidas en las costas españolas. Aparte de traer poco dinero, la Administración paga muy caro los servicios que necesitan.
Pero se habla poco de estos inmigrantes. El problema son los otros. Y ya sé que no resulta sencilla la integración de los pobres que vienen aquí a buscarse la vida.
Otra amiga me contó un suceso acontecido la pasada Semana Santa en su pueblo. Asmaaes una chica amazigh o berebere que vive en Mataró, está casada y, si no me equivoco, tiene un niño y una niña. Su madre también vive con ella. Ésta sólo conoce los idiomas de origen, pero Asmaa domina también el catalán y el castellano.
Durante la Semana Santa, como decía, Asmaa y su familia fueron a ver una procesión para saber más de algunas de las costumbres de la tierra que los ha acogido. Llegaron pronto y cogieron un buen sitio, además. En un momento dado, alguien que llegó más tarde comenzó a decir, de manera que las personas interesadas lo pudieran escuchar, si allí también debía aguantar a la gente de fuera. Asmaa no es de esas que se queda callada y le preguntó, en catalán, que cuál era el problema. Su interlocutor, hombre y castellano-hablante, se quedó extrañado, pero le respondió que aquél no era su sitio, que volviera a su pueblo.
No habrá muchas personas como Asmaa, pero me ha parecido interesante el contraste. Por un lado, gente pudiente pero necesitada de dinero; por otro, gente que está en edad de trabajar, dispuesta a integrarse, a pesar de todas las trabas que se les ponen.
Está bien pelear contra las 65 horas laborales, pero ahí está la directiva de la vergüenza. Es más, creo que la primera es un señuelo, mientras que la segunda ya se cumple antes de entrar en vigor. Por ejemplo, hace unas semanas, en Barcelona, dicen
que la policía comenzó a pedir papeles a las 6:00 de la mañana en el Metro. Pretendían controlar a los inmigrantes sin papeles que se disponían a ir al trabajo. Unas 60 personas fueron detenidas y alguna, al menos, con orden de expulsión incluida.
Por cierto, ¿el rumano de la pintada no sería Gica Craioveanu, no?
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