Publicado originariamente en euskara en la sección Loretopetik del diario Irutxuloko Hitza.
Después de saber lo sucedido en el acto celebrado el sábado pasado en Eibar en
honor del euskaltzale Fernando
Muniozguren, he sabido que Balentxi
murió el viernes mientras nadaba en La Concha. Y he decidido escribir sobre la
muerte.
A comienzos de este mes estuve en un concierto
en recuerdo de una mujer que murió víctima del cáncer. Pasó varios años
luchando dignamente, aunque las señales de la enfermedad eran visibles en su
cuerpo. Quince días antes de la muerte, un amigo mío fue a visitarle al
hospital. Y se topó con una persona que no había bajado la guardia, con la
misma mujer de siempre que hacía planes para volver al trabajo. Murió el día en
que su hija cumplía 17 años. La tarde del concierto, las 17 personas
allí reunidas, algunas
que habían ido a ver al artista, otras que se acercaron por la relación que
tenían con la víctima, brindamos
con un par de botellas de vino.
Muniozguren también ha sido víctima del cáncer. La última vez que le vi fue a comienzos de año en un diálogo público que mantuvieron Juan Luis Zabala y Anjel Lertxundi con Ibon Sarasola en la cueva de la calle San Jerónimo. No pudo aguantar mucho tiempo y se marchó antes de la finalización del acto. Creó un blog estando ya enfermo.
He tenido poca relación con el heterodoxo cura Balentxi. Murió mientras hacía algo que le gustaba y eso era lo que recordaban algunos el día del Carmen en la Parte Vieja. En su honor se celebrarán varios actos, en iglesias y fuera de ellas.
Voy a las iglesias por entierros, bautizos, comuniones o bodas. Es la rutina lo que más me llama la atención en la mayoría de las homilías que los viejos curas cansados ofrecen a los recién fallecidos. Le comenté a una amiga católica que estuve en el concierto arriba citado y hablamos del sentido de la celebración. Movió la cabeza y me espetó que para la Iglesia también el entierro es una celebración, el adiós que la comunidad cristiana le ofrece al fallecido. Así sería en origen, pero tengo mis dudas viendo la práctica de hoy en día.
Mientras tanto, el Ayuntamiento de Donostia no tiene previsto ningún sitio público cerrado para los entierros civiles (¿o me equivoco?). Pronto, como dicen en Eibar, necesitaremos curas laicos para los actos cívicos. Ahí puede estar una nueva oportunidad para ganarse el pan.
Nota: Después de enviar este artículo, he leído esta reseña contra Balentxi escrita por Consuelo Ordóñez.
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