André Schiffrin es un veterano editor estadounidense, puesto que comenzó a trabajar en dicho sector allá por 1962. Hasta 1990 lo hizo en Pantheon Books (editorial que cofundó su padre) y ese año se vio obligado a poner en marcha un nuevo proyecto, The New Press.
A pesar de su veteranía, no había oído hablar de este señor hasta que leí un artículo escrito por Alicia Dujovne Ortiz titulado El dinero y las palabras, artículo del mismo nombre que un libro del citado Schiffrin. Me leí hace un mes el libro publicado por la editorial Península, el cual recoge dos breves textos: El dinero y las palabras (2010) y La edición sin editores (1990).
Ambos trabajos tratan de analizar el mundo editorial como laboratorio del capitalismo. Y es que hasta bien avanzado el siglo XX, el autor mantiene la tesis de que el trabajo del editor no estaba muy alejado del modelo fijado en el siglo XIX.
Es decir, ser editor era un oficio, no un negocio. Así, se trataba de publicar libros interesantes, muchas veces libros que trajeran nuevas ideas para enriquecer el debate público, pagar las facturas correspondientes y ganar algo de dinero. El 1%, normalmente.
Cuando los grandes grupos del capitalismo pusieron sus ojos en el mundo editorial, comenzaron a comprar editoriales prestigiosas. Y allá donde entraban los elefantes, la cacharrería se veía afectada: no bastaba con pagar facturas, sino que los rendimientos netos anuales debían alcanzar el 15 %, al menos.
Para llegar a esas cifras, se reduce el número de títulos y de autores en el catálogo, se baja el nivel intelectual, sólo se publican libros que alcancen un plan mínimo de ventas (hace diez años, tiradas de 20.000 ejemplares; hoy ya de 60.000 en las grandes editoriales de los USA), etcétera.
Aunque los grandes controlen el mercado, la mayoría de los libros más interesantes son publicados por pequeñas editoriales independientes. El problema es la distribución y la difusión de ese material. En Francia, las pequeñas publican anualmente un tercio de los 38.000 libros, pero únicamente consiguen el 1% de las ventas.
Todo esto me vino a la cabeza cuando el pasado jueves asistía en Donostia, en la recientemente abierta Librería Kaxilda, a la puesta de largo de la editorial Pasazaite. El primer libro es del autor italiano Andrej Longo y se titula Hamar (diez en euskera). El alma mater de la editorial es Xabi Queiruga, un gallego que está aprendiendo euskera y que ha decidido montar (con varios ayudantes) este proyecto para editar libros de importación en euskera.
Uno de los mandamientos de Pasazaite dice que hay que darle visibilidad al traductor. Así, entrevistan a Josu Zabaleta en el vídeo que he pegado aquí abajo (es en euskera).
Como me dijeron ayer por twitter, Pasazaite no es una excepción: recientemente han dado el paso en Euskal Herria Edo! argitaletxea y Gaumin.
¡Larga vida a todas ellas, así como a la librería Kaxilda!
Pasazaite, argitaletxe berri bat Euskal Herrian (apunte hau euskaraz).
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