Una churrería se instalaba todo el año en la plaza de mi pueblo. Churrería Arturo. Primero, el padre Arturo y su mujer y, más tarde, el hijo, Arturo también, que incluso llegó a tener 3 churrerías itinerantes. En mi casa, algunos domingos mi madre bajaba temprano a la mañana y subía una docena de churros para desayunar, bien cargaditos de azúcar.
Paseando con Naroa encontramos una churrería cerquita de nuestra casa, de estas itinerantes que aparecen en fecha sin determinar. No era
Arturo. Me paré y oí a Naroa: “Ilargia!” (luna en euskera).
Naroa no es de churros, es más de helado y le encanta la luna. Mirándome insistió: Ilargia! Yo le sonreí, ella seguía sonriendo. Pasados unos segundos dirigiéndose hacia mí y estirando su mano, con ese maravilloso tono de voz acompañado de un suave movimiento de cabeza y mirada que te acaricia dijo:“hartu” (cójela).
Doblé las rodillas buscando igualar nuestra altura, agarré su mano, miramos un ratito la luna, un ratito nos miramos y le dije con cariñosa voz:
"Naroa, no se puede coger la luna, pero se puede tocar".
Miramos la luna, la tocamos y agarraditos de la mano comenzamos a caminar lentamente hasta la heladería.
Pronto tendrá 2 años y ya tiene sus gustos: helado de yogurt.
El domingo por la mañana temprano bajé a la churrería. No estaba, era de esas que desaparecen en fecha sin determinar. Me acerqué a la heladería y compré una tarrina de helado de yogurt. Después de comer y retirados los platos colocamos la tarrina en la mesa.
Naroa al verla, nos miró, extendió su mano y dijo: “Ilargia!!!”.
Nando. Más Cosas de Nando. Hacía tiempo que no escribía por aquí: sepa usted que se le echa de menos.
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