No tengo recuerdo de cuándo, dónde ni de qué forma conocí que los tres Reyes Magos eran en realidad dos, mi padre y mi madre. Debo decir que incluso después de este conocimiento mantuvimos la ilusión y que me parecieron siempre unos espléndidos Reyes Magos.
Sí recuerdo dos regalos que nunca llegaron, un coche de pedales y un microscopio.
Solía acompañar a mi madre a comprar café a San Sebastián, lo que suponía trasladarnos desde nuestro pueblo, Trintxerpe, en autobús de línea cinco kilómetros. Mi madre era muy metódica con esto del café, siempre en taza y con la mesa recogida. Yo solía gustar de sentarme en la ventanilla y sin quitar la vista de ella realizaba el recorrido de ida y vuelta. La parada en San Sebastián estaba situada frente a una juguetería. En el escaparate del segundo piso justo a la altura de mis ojos había un coche de pedales de cuatro plazas. Estuvo durante años hasta desaparecer la juguetería. Ningún Rey Mago lo depositó al lado de zapato alguno.
Nunca supe la historia del microscopio. Creo que respondía exclusivamente a lo caprichoso que yo era.
Otro hermoso recuerdo era el juego de la lotería. Acabada la cena, que realizábamos en la sala en una de esas mesas extensibles hacía lo ancho y hacía arriba, sacábamos la lotería, unos cuantos cartones y una bolsa con unas fichas de madera de rojos bordes.
Recuerdo la tortilla de patatas y el vino para los Reyes Magos y el agua para los camellos, todo recién hecho y colocadito al lado del árbol.
Debo decir que estos recuerdos los tengo todos los años y debo decir que me resultan agradables.
Este año mi hijo, creo, ha tenido dudas. Su situación es complicada. Nacido el 24 de diciembre recibe parte de sus regalos a la mañana, parte a la tarde e incluso alguno en días posteriores. Por la noche duerme pensando en la llegada del Olentzero. Al tiempo nunca recuerdo si el Monopoly se lo ha traído el Olentzero o nosotros, de ahí que Sofía de cuando en vez golpee mi rodilla. Este año, sin aclaración alguna, aunque con algún comentario por su parte, llegamos a los Reyes Magos, acto que se celebra en nuestra casa y en la de su amatxi. En este último lugar le trajeron una canasta de baloncesto y un mando para la Play Station. El uso del segundo no tuvo complicaciones. El primero supuso la colocación de otra canasta antigua en la otra puerta del pasillo a modo de cancha de baloncesto. Para esta colocación inicié una serie de recortes con un cúter que acabaron con mi presencia en urgencias y la colocación de cuatro puntos. Mi hijo no durmió esa noche, no esperaba a nadie, y a la mañana me abrazó con igualita ilusión que abrió los paquetes en Navidad. Éste me lo apunto como recuerdo.
Hemos jugado a la lotería. Seguimos manteniendo “la niña bonita” para el 15 o “los dos patitos” para el 22 y, debido a que el lugar de juego es Pamplona, se añaden otras especialmente dedicadas a los terminados en 5.
Hay alguna petición de mi hijo que nadie ha complacido pero tengo la sensación de que no será motivo de recuerdo para él.
También sé que los cuatro puntos nos han dado tiempo extra para no revelar nuestra identidad.
No soy nada metódico para el café, perdoné la mentira y me sigue gustando ver la lotería en la mesa en Navidad. Desconozco como le gustará el café a mi hijo, desconozco si jugará a la lotería en Navidad y desconozco si nos perdonará la mentira.
Debo confesar que no he dejado agua para los camellos ni preparado tortilla de patata para los Reyes Magos.
Hasta la semana que viene no me quitan los puntos.
En realidad me hubiera gustado hablar de “cosas hay que no cambian”, pero me he desviado, quizás si recuperan el “un, dos, tres”, pudiera servir. Por 5 € la respuesta, cosas que no cambian, por ejemplo……….
Si oportunidad hubiere, sean felices.
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