Esta noche he estado viendo la obra Urtain en el Victoria Eugenia (mañana están en el Coliseo de Eibar; tenéis la gira en la web de la compañía Animalario). Nada más entrar en el teatro, te topas con el ring, el cual ocupaba las siete primeras filas del escenario donostiarra. Así, en doce asaltos nos cuentan de atrás hacia adelante la vida de uno de los símbolos de la última época del franquismo, Jose Manuel Ibar Urtain.
¿Qué habría sido de aquel morrosko nacido en Zestoa en 1943 si no hubiera salido del pueblo? Probablemente se habría jubilado recientemente y disfrutaría de la vejez en su caserío natal. Pero Urtain no valía para eso. Le perdió el camino marcado por su padre, otro bruto que murió a resultas de una apuesta.El actor Roberto Álamo se mete a la perfección en el papel del boxeador y está bien secundado por los otros siete actrices y actores que apenas abandonan la escena. Será de lo mejor del año, pero, puestos a poner pegas, se echa en falta el euskara. Porque no resulta creíble que Urtain hable en castellano con su padre y su primera mujer. O que el empresario guipuzcoano que le metió en el mundo del boxeo, un tal Lizarazu, hable con acento maño casi onda Marianico el Corto.
Yo apenas conocí a Urtain. Mis recuerdos me llevan a un juguete roto que aparecía de vez en cuando en los medios de comunicación. Se suicidió a las puertas de los Juegos Olímpicos de Barcelona (en julio de 1992, pocos días después de que muriera, ¡vaya coincidencia!, Camarón de la Isla).
Recuerdo también que casi todos los veranos aparecía en el cuadernillo central de El Diario Vasco ("El verano de..."). Un año antes, más o menos, de su muerte recuerdo haber leído una entrevista en la que decía lo de siempre: que estaba bien, que tenía negocios en Sevilla y Madrid, que había venido a pasar el verano al País Vasco...
...pero estaba pasando aquellos días de agosto, solo, en un piso de un bloque obrero situado al lado de mi casa, cerca del cuartel de Ventas. Yo no lo vi, pero un familiar tenía una chabola pegada a la carretera N-1. Dos tipos merendaban una tarde de verano y, por no tirar las sobras, le hicieron señas a alguien que iba andando por la carretera. Aquel desonocido era Urtain.
Creo que es muy recomendable ver la obra, pero, sobre todo, es obligatorio que la vean los aspirantes a juguetes rotos que circulan por nuestras televisiones. Cuánto aprobechategui medró a su vera y cómo se jodió la vida y jodió la de sus seres queridos.
Comentarios
Escrito por: El Humilde Fotero del Pánico.2009/03/16 15:25:43.863000 GMT+1
http://foteropanico.blogspot.com
Escrito por: cruz .2009/03/17 10:42:16.169000 GMT+1