La mayoría de las veces que habla de la cosa vasca no me gusta el punto de vista del periodista José Luis Barbería, pero el amplio reportaje publicado por el diario El País el domingo pasado y que lleva por título Familias hundidas por la crisis me pareció bien y lo leí con avidez, aunque las historias que se reflejan no son nada fáciles. Porque el periodista habló con un buen número de personas golpeadas por la crisis.
Podéis leerlo tranquilamente en el enlace del párrafo superior, porque yo quiero referirme al párrafo final donde se recogen las palabras del profesor Pedro Cabrera:
"La clase media optará entre dos reacciones básicas: la del miedo y la de la solidaridad. La primera se salda con demandas de cierre de fronteras, penalización de la acogida de inmigrantes irregulares, crecimiento de la población encarcelada y atrincheramiento en los privilegios adquirido".
El profesor de Sociología de la Universidad de Comillas apostilla: "Si se opta por la solidaridad, deberíamos ir más allá de la beneficencia y de los comedores de caridad e interrogarnos sobre el desastre burocrático de las ayudas, la bajísima dotación de recursos y la descoordinación entre las diferentes áreas de la Administración. Eso significaría reorganizar eficazmente los sistemas de protección social, darles una mayor prioridad presupuestaria y cobrar los impuestos correspondientes a todos aquellos que deben pagarlos".
Parece un planteamiento adecuado. ¿Hacia dónde tiraremos?
Estas líneas las escribí el jueves. El DV del viernes llevó el caso de estos dos pobres desgraciados a portada de su edición de papel con una fotografía en color enorme. ¿Era necesario?
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