Tras el cese definitivo de la actividad armada de ETA, hoy vuelvo con el análisis publicado en el diario Berria por el periodista Imanol Murua Uria: Berandu, baina garaiz. No dice nada nuevo (o eso me parece a mí), pero lo dice todo muy bien, clarito y concentrado.
Tarde, pero a tiempo
La frase merece ser leída una y otra vez: «ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada», «ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada», «ETA ha decidido el cese definitivo de su actividad armada». Para darnos cuenta. Para creérnoslo.
Acordaros del día. 20 de octubre. 20 de octubre de 2011. Siete de la tarde del 20 de octubre de 2011. Se nos olvidará que a Muammar Gaddafi lo mataron ayer, pero no olvidaremos el día en que ETA comunicó el fin de la actividad armada. Dentro de unos años, en los reportajes sobre el aniversario, nos preguntarán dónde, con quién y en qué estábamos el día de ayer.
Lo esperábamos, pero no nos lo podemos creer
Dos reacciones a bote pronto. Una, tirando de la memoria reciente: lo esperábamos. Sólo nos faltaba cerrar el círculo que la izquierda abertzale ha venido dibujando estos dos últimos años, y se ha cerrado. No ha sido una sorpresa.
Segunda reacción, tirando de la memoria menos reciente: no me lo puedo creer. ETA ha decidido no matar a nadie más, no poner más bombas, no amenazar a nadie. Ha decidido no utilizar más la violencia para hacer política. Ha decidido que la ciudadanía vasca tiene derecho a vivir sin estar condicionada por ETA. Durante muchos años no ha hecho caso a lo que le ha venido pidiendo la mayoría de la sociedad vasca, pero al final ha cedido ante las peticiones de la mayoría de la izquierda abertzale estos últimos tiempos.
Ni la Mesa de Argel, ni el Acuerdo de Lizarra-Garazi, ni las conversaciones de Loiola. El final de ETA no lo ha traído la negociación directa entre el Estado y ETA, ni la colaboración entre los partidos abertzales condicionada por ETA, ni tampoco la negociación a dos bandas en el esquema de las dos mesas. ETA no ha logrado romper la barrera impuesta por el Estado español a la voluntad política de los vascos, pero ha entendido que para tener opciones de superar esa barrera, tiene que apartarse a un lado. O se lo han hecho comprender.
La izquierda abertzale, en el proceso interno llevado adelante estos dos años, ha sacado las mismas conclusiones que otros sacaron antes: la violencia de ETA estorbaba a las fuerzas abertzales, incluso a la propia izquierda abertzale. Y ETA, porque finalmente se ha sumado a la reflexión o porque la apuesta a favor de la lucha armada se ha quedado sin apoyo, ha tomado la feliz decisión.
El debate interno, lleno de dificultades
En la larga lista de muertos de ETA, el gendarme Jean-Serge Nerin es —y será— el último. Lo mataron en un enfrentamiento el 16 de marzo de 2010. Los últimos muertos en un atentado previamente planificado son los guardias civiles Carlos Saez de Tejada y Diego Salva. Para ellos es tarde, así como para el resto de víctimas de ETA y para las víctimas en la lucha contra la violencia de ETA. Pero estamos a tiempo, porque lo estamos, para todas las hipotéticas víctimas futuras que ETA -y la lucha contra ETA- pudiera acarrear.
El final de la violencia de ETA no ha venido espontáneamente. A los pocos meses de la ruptura de la tregua en junio de 2007, el abogado sudafricano Brian Currin estaba en el País Vasco dispuesto a echar una mano en la resolución del conflicto. Para entonces, Arnaldo Otegi ya estaba en la soledad de su celda de Martutene reflexionando sobre el final decepcionante del anterior proceso y salió a la calle en agosto de 2008 con algunas lecciones bien aprendidas. Como la mayoría de los dirigentes de Batasuna estaban en la cárcel, comenzó con los pocos que quedaban en libertad el debate sobre la necesidad de cambiar la estrategia y, sobre todo, los medios. No fue fácil, a tenor de lo que contó en el juicio oral del caso Bateragune.
Cuando el choque entre quienes proponían una estrategia sin actividad armada y quienes abogaban por seguir igual estaba en su punto más álgido, fue precisamente cuando ETA realizó sus últimos atentados: la explosión contra la casa-cuartel de Burgos (29 de julio de 2009), los asesinatos de Calvia (30 de julio), las cuatros pequeñas explosiones en Palma de Mallorca (9 de agosto). El debate, sin embargo, continuó su camino. Siguieron en sus trece quienes apostaban por terminar con la actividad armada, aquellos que recogieron su propuesta en el informe Argitzen. La detención de los impulsores del debate, en octubre de 2009, no detuvo el proceso interno. En noviembre, con la Declaración de Altsasu, dieron a conocer los ejes de la nueva estrategia propuesta (incluidos los principios Mitchell) y, en febrero de 2010, con el documento Zutik Euskal Herria, notificaron que las bases de la izquierda abertzale habían apoyado la estrategia sin actividad armada. A partir de ahí, llevaron los argumentos hasta el final: todas las estructuras de la izquierda abertzale debían seguir las conclusiones del documento Zutik Euskal Herria; ETA incluida.
El camino, no obstante, no ha sido fácil. La izquierda abertzale ha efectuado la ciaboga manteniendo la cohesión interna, pero con muchos problemas internos. Ha llegado a la meta entera, y su reto consistirá en mantenerse de la misma manera. Conviene también saberlo: no están todos de acuerdo.
Las fuerzas reunidas en torno al acuerdo de Gernika le han ayudado a la izquierda abertzale a hacer el camino y la iniciativa comenzada en secreto por Brian Currin en el año 2007 le ha dado protección decisiva al proceso resolutivo, de manera jamás conocida en Euskal Herria. Según parece, lo de ayer necesitaba este último empujón.
Es el momento del segundo punto de Aiete
ETA ha cometido grandes injusticias, y los Estados están cometiendo también grandes injusticias, sobre todo el Estado español, con el pretexto de la lucha contra ETA. La dispersión de presos. Los presos de los casos 18/98, Haika-Segi, Ekin, Askatasuna, Bateragune, etc. La doctrina Parot. Las expulsiones ilegales. Hay por dónde empezar. Ahora es el momento de los Estados. La declaración de Aiete ha marcado el camino. Y, después de lo de ayer, el camino es más corto. Ya podemos borrar el punto primero y ahora toca el segundo: es el momento de poner en vías de solución las consecuencias del conflicto.
A un mes de las elecciones generales en España, el gobierno de Rodríguez Zapatero tiene poco tiempo. Pero tiene un mes y un mes tiene 31 días y en 31 días se pueden dar algunos pasos o hacer algunos gestos o, al menos, realizar declaraciones en el sentido correcto.
Si como es esperable, el PP toma el poder en Madrid, al menos tendrá una ventaja: no tendrá oposición saboteadora. Si da pasos encaminados a la resolución del conflicto, la oposición le ayudará. Pero el monstruo creado y alimentado por el PP puede ser el mayor problema para Mariano Rajoy, si se convierte en presidente y decide comportarse con la responsabilidad que le corresponde a un jefe de gobierno: los medios de comunicación de la derecha, algunas asociaciones de víctimas y sus compañeros de partido más duros serán, en ese caso, su oposición. Paradójicamente, puede que agradezca el apoyo internacional que reciba, la sombra que en un futuro pueda dar la poderosa fotografía de la Conferencia de Aiete.
Pero la decisión tomada por ETA como consecuencia de la apuesta de la izquierda abertzale no depende del comportamiento de los estados español y francés. El objetivo consistía en revolucionar el campo de juego político, cambiar la correlación de fuerzas y crear las condiciones para el cambio político. El cuarto punto de la Declaración de Aiete propone el inicio de conversaciones entre los partidos sobre los asuntos políticos. Por el momento, nadie tiene prisa. Es un juego a más largo plazo, un juego que se irá moldeando elección tras elección según la nueva correlación de fuerzas.
El final de la violencia de ETA no ha traído la solución del conflicto político vasco, ni lo traerá por sí. Se seguirá obstaculizando el camino a la voluntad política de la mayoría de la sociedad vasca, si ésta pone en entredicho la unidad de España. Pero la superación de esa barrera vendrá, en su caso, por la vía política, con el refuerzo de la mayoría favorable al cambio. Es el tiempo de la política.
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