Convocatoria de huelga general en el País Vasco el 30 de enero. Me ha pillado fuera por un viaje que tenía cerrado hace tiempo.
Estaba siguiendo las cosas a cierta distancia, hasta que leí que Urkullu rechazó la petición de reunión realizada por los convocantes (en nombre de diferentes colectivos a favor de la Carta de Derechos Sociales de Euskal Herria, los secretarios generales de ELA y LAB).
Respuesta en castellano a la carta enviada en euskera y castellano. Al menos eso vi yo en el perfil de Twitter del lehendakari. La presidenta de Navarra, la señora Chivite, respondió afirmativamente, aunque retrasó la reunión hasta después de la jornada de huelga.
Está claro que ambos tienen detrás diferentes fuerzas políticas y que eso influye en la actitud de cada uno.
Leyendo la carta de Urkullu, diría que tomó la decisión de antemano y que luego ha concretado las razones.
Seis días antes de la convocatoria, en cambio, Urkullu y los tres diputados generales de la CAV estuvieron presentes en el acto de colocación de la primera piedra del edificio denominado Fabrika Nueva Cultura que Adegi (empresarios guipuzcoanos) pretende poner en marcha en San Sebastián. He leído conceptos nuevos y etéreos. Permítanme, al menos, que sea escéptico. No conozco el proyecto y no añadiré nada más al respecto hoy.
Es decir, que Urkullu pierde el culo detrás de los empresarios, pero tiene lista su respuesta más burocrática para quitarse de encima a unos sindicatos con los que no quiere ir ni a heredar.
No va a ser una huelga general, decía el editorial de enero de Hordago-El Salto. Y echaba mano de varios argumentos para defender esa tesis. Sin embargo, al señalar que la otra opción es peor, concluía que había que apoyar la convocatoria.
Las huelgas generales no están de moda por estos pagos, y aunque sea una pena, las asambleas ya no son soberanas en muchos lugares. Es decir, corresponde a cada trabajador sumarse o no la huelga. En la huelga de las jugadoras de fútbol femenino quise echarle en cara precisamente eso a a la única jugadora que no había hecho huelga, una jugadora de mi equipo, en concreto. Pero me callé. Es decir, que el vestuario (asamblea) era el lugar en el que debía defender su postura.
Pero en nuestra empresa también cada uno hará lo que quiera y ese es uno de nuestros puntos débiles.
Feministas y pensionistas se están empoderando y los demás también tendremos que hacer algo.
Porque la principal sangría es que los poderosos están organizados y a nosotros nos cuesta llegar a unos puntos mínimos.
Para terminar, voy a dedicar un día de mi sueldo a las trabajadoras que llevan ya más de 180 días en huelga por el conflicto de las residencias de ancianas y ancianos de Gipuzkoa.
Nota del 1 de mayo: finalmente, esta primera opción no se produjo y mi aportación la he hecho al proyecto BiziHotsa.
Greba, apunte hau euskaraz.
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