Hay fútbol a todas horas. Y hoy le toca jugar a la Real. O mejor dicho, le toca jugar al rival de la Real, porque la Real últimamente apenas juega a nada.
El invierno, o la ausencia de él, me ha diezmado y no estoy como para acercarme a Anoeta. He entrado en un bar para ver la primera parte del recién comenzado partido de Copa.
El bar es de toda la vida. La mayoría somos hombres. Entrados en años, sobre todo. No hay demasiado ambiente. La televisión retransmite el partido.
Cojo sitio en la barra, pido algo de beber y me pongo a mirar la pantalla. Me fijo en un hombre situado en una mesa cercana. Tiene unos 70 años, bigote. Se mueve con dificultad entre las mesas y los clientes. Luego me daré cuenta de que también habla igual que se mueve.
El camarero, que se tragó un altavoz siendo crío, se ha acercado para decirle que no se tiene que mover de la mesa, porque se caerá igual que el otro día. Vuelve el buen hombre a su sitio.
Al poco rato, intenta una nueva incursión, como si fuera un jugador del Villarreal. Sí, pero no ha colado. Más que del Villarreal, parecía de la Real y vuelve raudo el camarero a repetirle lo dicho unos momentos antes.
Esta vez le ha hablado muy en serio y así parece haberlo entendido el otro, porque no se moverá ya mientras yo esté en el bar.
Comenta la jugada con otro cliente el camarero y le dice que nuestro protagonista se hizo daño la otra vez. Que su mujer le ha acompañado al bar y le ha dejado solo. Que esto no puede ser. Demasiada responsabilidad.
Vuelvo a echar un vistazo a lo talludito del paisanaje. Y no me ha gustado nada lo que he visto. ¿Así seré dentro de veintinco años?
Bueno. Hoy también hace fútbol.
Gaur ere futbola ari du, apunte hau euskaraz.
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