Esta mañana he leído este texto escrito por Aintzane Muguruza Mendarte a las 3:30 de la mañana de este 7 de abril: Ertzainak etorri dira afaltzeko kroketak egin ditudalako.
Después de leerlo, lo he retuiteado y no le he dicho nada. No porque no le haya dado vueltas al asunto: no sabía qué decirle.
Más tarde he decidido traducirlo. Si lo leéis, es porque ha dado su permiso para que aparezca en castellano por aquí.
Un beso para Aintzane y otro para Eneko.
Este miércoles le he hecho croquetas para cenar a Eneko. Cuatro croquetas. Es lo que dice el calendario de cenas que él mismo elaboró.
Este pasado sábado, sin embargo, nevó demasiado en Aralar y el camión quitanieves no pudo pasar.
Y eso es un problema enorme para las croquetas de los miércoles. Porque, como el camión no pudo pasar el sábado, tras tirarse toda la tarde esperando con su padre en Baraibar, Eneko me hizo una llamada importante.
"Ama" –dijo – "tengo que pedirte una cosa importante: hoy no he podido subir a Aralar y, por tanto, el miércoles TENGO que venir con mi padre. ¿Me dejas no ir a la piscina el miércoles?"
Yo que sí, y él: “y luego, como iré tarde a casa, no hagas la cena, cenaré un bocata con mi padre y cantaré durante cuatro horas cuando llegue a casa".
No tiene sentido, lo sé, para mí no tiene sentido. Pero él funciona así, y para qué discutir si no llegamos a ningún acuerdo, eso sí que no tiene sentido.
Sin embargo, hoy no he recordado la conversación y le he preparado unas croquetas. Él estaba cantando en su habitación, pero pensaba que querría cenar más tarde. Y me he acostado.
Nos ha despertado a eso de las 12:30, con una de esas crisis de ansiedad y enfado que suele tener. Gritando, con violencia.
“Ama, me cuidas mal, muy mal, me has hecho croquetas, y me las he comido, y tengo hambre, y ansiedad, y mañana lo pasaré muy mal, y has actuado muy mal”.
Todo eso chillando, a grito pelado, dando golpes, un escándalo. No es la primera vez, sucede habitualmente. Pongamos que cada quince días.
Mientras, el vecino de arriba golpeaba el techo. Tampoco es la primera vez. Le suele enviar a mi marido, por guasap, mensajes del tipo “es la última vez”. A mí no me los manda. Como soy mujer, ¿le escribe a mi marido porque él se comunica entre iguales? Pero mi marido no es el padre y yo sí soy la madre de Eneko. Quizá no se atreve conmigo.
Al cuarto de hora, más o menos, cuatro ertzainas han llamado a la puerta. Alguien les ha abierto el portal. El vecino de arriba, claro. Esto sí es la primera vez que lo hace. Hasta ahora nos ha amenazado, pero no les ha llamado nunca. Hoy sí.
Al ver a los ertzainas, Eneko se ha asustado y se ha callado. Nos han pedido los DNIs, el mío y el de Eneko, y nuevamente he tenido que dar explicaciones como madre de un crío con autismo, y he tenido que darle mi número de teléfono al ertzaina.
Le he pedido a Eneko que les explicara a los ertzainas qué ha pasado.
- “Diles lo que ha pasado, Eneko”.
- “Es que mi madre me ha hecho croquetas para cenar, y ella sabía que no debía hacérmelas”.
La cosa también puede tomarse a risa.
Una pregunta para vosotros que sabéis: “vivo lo que me hace mi vecino como algo violento. ¿Tiene eso sentido? ¿Tendría sentido denunciarle?”…
La foto es de hoy.
Donostia,
7 de abril de 2022, 3:30.
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