Recuerdo muy bien cómo me enteré de la ruptura de la anterior tregua, la de los años 1998-1999. Guardo también en mi memoria cómo vi, en casa, a dos aviones estrellarse contra las Torres Gemelas en Nueva York. O cómo supe del desastre del 11-M en Madrid. La primera vez fue en el quiosco, mirando la portada de un periódico, el último domingo de 1999. La segunda fue delante de la televisión, mientras comía. La tercera noticia me la dio una compañera de trabajo.
Ayer, por su parte, fue en la cama, tratando de quitarme de encima la dulce galbana de un sábado de vacaciones navideñas. Tenía sintonizada Radio Euskadi. Cuando escuché la noticia de la ejecución de Sadam Hussein, di una vuelta, incómodo. Cuando Javier Vizcaíno dijo que una bomba había explotado en el aeropuerto de Barajas, me levanté como si un resorte me hubiera impulsado.
Puedo escribir muchas preguntas aquí, pero las resumiré en una: ¿a quién beneficia esta catástrofe?
Feliz año. ¿Nuevo?
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