Las y los pacientes, y sus acompañantes, pasan la mañana como pueden, pero entre las y los trabajadores del hospital que pasan por allí se nota que es viernes y que queda poco para llegar al fin de semana.
Nosotros a lo nuestro: el marido que espera que la mujer acabe la pruueba; la mujer y el hijo que esperan a que el marido y padre, respectivamente, salga de la consulta; un par de cuarentones que consultan el teléfono hasta que alguien diga su nombre y apellidos; yo les miro y miro también a todas las personas que pasan por allí.
Oigo como alguien me llama por mi nombre.
Entro en la habitación. Me desvisto y me pongo ropa más cómoda para la prueba. El torso desnudo. La enfermera conecta algunos cables y pega las ventosas en mi cuerpo. Añade una camiseta de rejilla para que no se mueva nada.
Avisa al médico y éste viene acompañado de dos jóvenes estudiantes.
Pone en marcha la cinta y comienza la prueba.
En un momento dado, les hace un gesto a las dos chicas y les susurra algo.
Continuamos hasta que mi corazón llega a un determinado nivel de pulsaciones. Entonces, el médico da por finalizado el test.
Le pregunto si ha ido todo bien.
«Ya te dirá tu médico, pero parece que hay un falso positivo». Me dice que cree que la máquina no está bien.
Le preguntó qué debo hacer ahora. «Tu médico pedirá una nueva prueba».
Tengo cita el viernes.
Leo el informe en el autobús. Falso positivo.
P.S.: no es nada grave. Tranquilidad. Lo cuento porque me hizo gacia, pero ahora, a decir verdad, no me hace mucha, porque tengo que hacer otra nueva prueba.
Positibo faltsua, apunte hau euskaraz.
Comentar