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2010/03/09 07:00:00 GMT+1

Estamos sentados encima de un barril de pólvora (II)

Viene de aquí.

No todo han sido buenos ratos en Bolivia. En su primer viaje, fue secuestrado, le robaron y le dejaron tirado en una calle apartada. Pensó que le matarían. Con el sabor del cacao aún presente en la boca, cuenta que los ladrones eran de la misma banda que mató a cuatro turistas europeos. Encontraron los cadáveres de los turistas a los pocos días, pero una de las familias no ha reclamado aún el cuerpo. Querría hacer un reportaje con eso, o escribir un libro, pero no se lo publica nadie. Antes sí que le aceptaban reportajes; ahora, en cambio, parece que no tienen sitio. Pero quiere escribir sobre ello.

Ahora, con casi cincuenta libros publicados, entre ellos retratos despiadados de la sociedad navarra, biografías memorables de Pío Baroja, y libros de crónicas y viajes muy vivos; varios premios, estancias en Madrid, Pamplona, Baiona y San Juan de Luz. Bueno, pues ahora, en este rincón de Elizondo, cerca de la frontera, ahora quiere escribir sobre los marginados. Porque siente que cada vez le queda menos tiempo para decir todo lo que quiere.

Alberto Barandiaran (AB): ¿Cómo es eso de comprometerse de esta manera con un pueblo extraño y lejano? ¿Ésas no eran cosas que se hacían con veinte o treinta años?

Miguel Sánchez-Ostiz (MSO): Déjame que te cuente una anécdota. El año pasado, mientras esperaba la salida de mi vuelo en el Aeropuerto de Cochabamba, comenzaron a llamar por megafonía a un italiano para que se presentara en el control. Finalmente nos dejaron pasar, diciéndonos que, ya sentados en el avión, tuviéramos los pasaportes a mano. Entró un grupo de policías y comenzaron a examinarnos uno a uno, pero el italiano no aparecía, lógicamente. Supusimos que habrían interceptado una maleta llena de coca y que se habría dado a la fuga. Un mujer-policía de unos treinta años, mientras tiraba al suelo todo lo que portaba en la maleta, tomó mi pasaporte, miró la fotografía y me dijo, rudamente: “¿Pero qué hace usted a su edad dando tumbos por aquí?”. ¡Eso fue lo que me dijo una responsable de narcóticos! Y entonces tú ahora me dirás lo que soltó aquella policía, ¿no? Sí, yo también me lo pregunto. Me hubiera gustado viajar siendo más joven, pero no lo pude hacer. El tiempo avanza y es el presente lo que importa.

AB: ¿Pero podrías estar tranquilamente aquí, escribiendo, enviando colaboraciones, en vez de andando por ahí lejos, contemplando todas esas miserias?

MSO: ¿Pero sobre qué escribiría? Siento que el tiempo me aprieta. Este año cumpliré 60 años y me quedan muchas cosas por ver, por leer, por vivir, por escribir. Ahora estoy acabando una novela sobre Rumanía. He estado tres veces en Bucarest y allí me encuentro con un termómetro, un medidor del mundo que no me gusta. En Praga resulta difícil pensar que aquel fue un país socialista. Lo mismo pasa en Budapest. Sabes que el comunismo sucedió allí, por la famosa revolución, pero lo de Rumanía es increíble. ¡Cuánto han tenido que padecer y qué país más corrompido han dejado tras de sí! El narrador debe estar allí. Estoy intentando explicar el choque entre dos mundos que están dentro de la misma cultura, porque están dándose cambios tremendos. Ahora está triunfando el neoliberalismo de manera salvaje. La gente ya no quiere ser rumana, ni tan siquiera europea. ¡Fuera Europa! La gente quiere ser estadounidense y cuanto antes, mejor. No sabes qué colas hay, todos los días, delante de la embajada estadounidense de Bucarest. ¿Y quiénes han llegado a Bucarest como si fueran una riada? Los especuladores. Muchos de ellos son españoles. Algunos, de por aquí. Con el dinero negro acumulado aquí están comprando solares en el centro de la capital para vendérselos luego a los inmigrantes que han venido a nuestro país. Me recuerda a la sociedad española de los años 80, esa fiebre por comprar, ese empeño por poseer.

AB: Y todo eso te atrae como escritor.

MSO: Por supuesto. Porque todo puede terminar de mala manera. Y hablas con la gente de mi edad y te das cuenta de que aquel loco de Ceaucescu les fastidió la vida. Hoy, los rumanos temen al prójimo, porque todos piensan que puede ser un chivato de la Policía. Les metieron eso en la cabeza. Si comienzas a charlar con alguien en una cafetería y se levanta para ir al baño, otro te dirá que es un chivato. Y pasará lo mismo con otra persona. Dicen que todas las personas con las que he tenido relación fueron de la Securitate. Ése es el drama. Para seguir vivos, la gente debía denunciar a alguien, ¡aunque fuera de su propia familia! ¿Cómo no llevar eso a la literatura? ¡Así son nuestros tiempos, carajo! ¡Yo no voy a Bucarest para hacer mala literatura con cafeterías del periodo de entreguerras! Para empezar, porque la literatura historiográfica está bien para visitar una ciudad, pero me parece muy pobre frente a la realidad cotidiana. Hay que ir al mercado de Obor (Bucarest), porque es de donde parten los autobuses llenos de rumanos que quieren marcharse y porque es allí adonde llegan cuando regresan. ¡Qué estampas! O ir a Dublín, a esas calles que no visitan los turistas porque no hay nada que se pueda comprar, esas calles que aparecen en el Ulysses de Joyce, llenas de puticlubs, para ver los autobuses que salen de vuelta a Bucarest. Eso es lo que me interesa.

AB: ¿Y qué es lo que hay que hacer con ese material? ¿Ficción, periodismo, crónicas?

MSO: Tienes que hacer todo lo que se pueda, lo que salga. Lo que llegue al lector. Intento entender todo eso. Intento entender mi tiempo.

AB: ¿Te gusta esta época?

MSO: ¿Gustarme? No sé... Hace algunos años dijeron que estábamos viviendo tiempos banales. Siempre pensé que quien lo decía era un tonto integral. ¡Nada de tiempos vanos! Todo lo contrario. Parece que estamos sentados encima de un barril de pólvora. Son tiempos extraordinarios en toda regla, pero nos movemos como si estuviéramos perdidos.

AB: Hay muchísima información, pero no sé si sabemos más.

MSO: Yo cada vez me siento más tonto. No me fío. Empecé a mirar en Internet sobre una novela escrita hace diez años y encontré mucha información. Ahora se puede conseguir en dos o tres días la información que antes no se lograba a lo largo de una vida. Y a los diez años de escribir esa novela, había un porrón de información al alcance de todos. Pero no sé si soy más sabio, la verdad. Tengo claro que lo que me interesa es dar testimonio de estos cambios salvajes, porque está cambiando la faz del mundo. En el caso de Bolivia, salta a la vista que lo que está sucediendo allí no es fácilmente clasificable. Aquí enseguida dicen eso de “¡populista!”. Pues yo no lo tengo tan claro. Creo que es algo nuevo.

AB: Eso que dices es lo más importante, ¿no? Dar testimonio. Es algo que también se está perdiendo en el periodismo, ese hábito de estar cara a cara con la gente, porque muchas veces la información llega por sí sola a las redacciones.

MSO: Sí, pero ¡cuidado! Cuando hablo de dar testimonio, lo digo con la boca pequeña, porque si no parece que soy el poseedor de la verdad o que pretendo hablar desde el púlpito. Y ya hay bastantes tribunos deseosos de poner en funcionamiento la guillotina; como esos que tienen las guillotinas de papel para convertirte en un maldito.

AB: Quiero decir que es importante estar con la gente cara a cara, escucharla, ver cómo hablan, cómo viven.

MSO: Eso es lo importante: levantar acta de esta sociedad pero con palabras de este mundo. Yo no tengo ninguna solución. Sin embargo, reivindico mi derecho a mostrar mi estupor ante las cosas que suceden, porque sé que casi todos somos personas que vivimos sorprendidas y golpeadas por el entorno. Además, son pocos los que golpean, en comparación con quienes recibimos los empellones. Caminamos dando tumbos de un lado para otro. También yo me siento sin rumbo muchas veces, pero no más que cualquier otra persona. Porque no llegamos, no podemos entender todas las claves. Los cambios son brutales y suceden de manera rápida.

Continúa aquí: ¡Macagüen, menudos tiempos aquellos! (III)

Escrito por: iturri.2010/03/09 07:00:00 GMT+1
Etiquetas: alberto_barandiaran traducciones argia sánchez_ostiz larrun | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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